lunes, 3 de marzo de 2014

La Marea (Había un sabio rey... -Parte IV)

Sol, arena, sal, un viento que quema.

Y allí esta un niño, con su cubo y su pala. Esmerado, llena el cubo de arena mojada. Selecciona un lugar en donde no haya desniveles y allí vuelca la arena. Satisfecho, contempla cómo ha creado la primera torre de lo que será su castillo. La termina de aplanar y reparar imperfecciones con ayuda de su pala. Así pasará toda la tarde, construyendo su precioso castillo. Pequeños palos serán los guardianes de las murallas.

Y cuando hayan pasado varias horas, cuando la noche amenace y la marea suba, el niño contemplará con entusiasmo cómo su castillo se desmorona y vuelve al mar. Entonces tomará la mano de su padre y volverá a casa.



Madera, papeles, plumas carísimas.

Y allí está un ejecutivo con su ordenador portátil y su teléfono móvil que no para de sonar. Usa su creatividad para abrir nuevos mercados, para generar más beneficios. Esmerado, busca el negocio perfecto para su macro empresa y lo monta. Satisfecho, contempla cómo los números de su cuenta bancaria se multiplican. Continua dando órdenes a sus subordinados. Así pasará toda la vida, construyendo su precioso castillo. Las rentas anuales serán los guardianes de sus murallas.

Y cuando hayan pasado varios años, cuando la muerte amenace y la marea suba, el ejecutivo contemplará con desesperación cómo su castillo se desmorona y vuelve al mar. Entonces, deprimido, con aflicción en su corazón, morirá rodeado de buitres que esperan su caída.




Ambos casos son muy parecidos, el trabajo en el que ponen todo su empeño, tanto el niño como el ejecutivo, pronto será devorado por el mar. La única diferencia es que el niño recibe al mar dando saltos de alegría y el ejecutivo lo recibe con desesperanza. La única diferencia es que el niño ya sabía que este final llegaría y ya era consciente mientras el ejecutivo soñaba con siempre reinar desde su castillo de arena.

Por esto mismo yo prefiero ser el niño. Fabricar mi castillo de arena lo mejor que sepa, pero sin perder nunca de vista que la marea llegará, ola a ola. Que cada minuto que pase, esta marea estará más cerca de devolver mi castillo al mar, a donde pertenece. Y lo más importante de todo, prefiero ser el niño porque quiero, una vez la marea haya acabado con el castillo y la noche haya llegado, tomar la mano de mi Padre y volver a casa.

Idea extraída de "Y los ángeles guardaron silencio" de Max Lucado.

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