miércoles, 26 de febrero de 2014

Las flores mintieron (Había un sabio rey... -Parte III)

Hoy he tirado un ramo de flores a la basura.

Los pétalos habían caído, las hojas estaban secas, el antaño delicioso aroma primaveral se había esfumado en el tiempo. Fueron un regalo, con todo mi amor, para mi esposa. El vertedero será su fin.

Posiblemente hayas estado enamorado alguna vez en tu vida, quizá hasta lo estás en este momento. Quizá hayas regalado flores a tu amor, con todo tu corazón, quizá hasta te las ha aceptado con todo su corazón también. Quizá todo ha sido un cuento de hadas, en esos momentos en que los pétalos están frescos y relucientes, en que las hojas irradian vida y verdor, en que el aroma embriaga los sentidos en un halo de belleza y perfección. Esos momentos de ensueño parece que nunca van a terminar, que el viento siempre soplará a nuestro favor, esos momentos hacen que nos sintamos exultantes, como si nada pudiera tocarnos, como si la vida hubiera sido creada para ese instante en particular, y todo lo demás poco importa.

Pero el mundo, el tiempo, las circunstancias y nuestras faltas terminan haciendo que las flores se sequen, terminan haciendo que el sueño de la eterna primavera quede sofocado por el destructor sol estival, y es en estos momentos en que comienzas a plantearte que quizá el cuento de hadas solo era un escalón.

Hoy he tirado un ramo de flores a la basura.

Y con él, he tirado un pedacito de mi orgullo, de mí mismo. En algún lugar de aquellas flores marchitas se me enredó el alma, y al tirarlo, me caí al contenedor. El vertedero será mi fin.

Y ha sido en ese momento, en que me he dado cuenta que las flores no están hechas para una vida, sino para un momento. Que el dulzor de su aroma, los colores que la engalanan, la alegría que desprende morirán. Pero que así está bien.

Porque es en esos momentos, cuando que ves caer el ramo a la oscuridad, que puedes comprender que no era tan importante, al fin y al cabo. Es en esos momentos en que te ves caer al contenedor, cuando eres consciente que no se trata de ti, ni muchísimo menos. Es en esos momentos, cuando ves que el cuento de hadas se llena de lobos, en que tienes que despertar de la somnolencia, y ver que el amor que comenzó con aquel ramo, se demuestra después de tirado a la basura; el amor del cuento de hadas, se demuestra luchando contra los lobos; el amor de las sonrisas, se demuestra más allá de las lágrimas. Es en esos momentos en que te das cuenta, al fin, de que el amor va más allá del sentimiento, más allá del aroma, mucho más allá de ti mismo. Es en esos momentos en que te das cuenta que el amor verdadero jamás será un contrato mercantil, en el que solo das si recibes. El amor se trata de dar, sin medida, sin esperar nada, sin pensar en ti.

Y más importante todavía, es en esos momentos, en que te das cuenta de que, así como las flores van a perecer por sí mismas, cualquier esfuerzo que hagas está avocado a la muerte de la misma manera. El cordón de dos dobleces se romperá cuando llegue la tensión, o quedará unido artificialmente. Pero el cordón de tres dobleces no se romperá fácilmente (Eclesiastés 4:12), es más, no se romperá jamás. Y al tirar el ramo, me he dado cuenta de hasta qué punto necesito esa tercera doblez.

Hoy he tirado un ramo de flores a la basura.

Y al tirarlo, me he caído al contenedor también. Y al caer, me he dado cuenta de que yo no soy el importante, ni el ramo, ni el cuento que creí vivir. Al caer, me he dado cuenta de que aquí lo importante es dar, no recibir, es hacer sentir bien, no sentirme bien. Pero también me he dado cuenta de que yo no soy capaz de mantener con vida el ramo, que yo no soy capaz de mantenerme en pie al tirarlo, que yo no soy capaz de dar un paso más con la que está cayendo.

Hoy he tirado un ramo de flores a la basura. Y, paradojicamente, es una buena noticia.

Porque he podido ver que mi vida no depende de mí, ni del olor de las flores, ni de nada que pueda controlar. Me he dado cuenta que el amor es mucho más bello que lo que se me vendió, mucho más colorido, mucho más vivo. Porque no se trata de flores, ni de cuentos, ni de mí, ni siquiera de mi mujer. Porque se trata de mi Dios y en Él, puedo estar seguro.


Hoy quiero poner esta tercera doblez en mi matrimonio, en mi vida, en todo lo mío. Hoy quiero cambiar mi contenedor por Su regazo. Hoy quiero dejar de luchar por mí y comenzar a luchar por lo que realmente importa: mi esposa y mi Dios.

lunes, 17 de febrero de 2014

Lo siento

Si has tenido el dudoso privilegio de conocerme personalmente, puede ser que hayas podido ver alguna que otra actitud en mí que haya hecho que te decepcione alguna de las cosas que digo ser y/o representar. Es por esto, que he decidido escribir esta pequeña carta, desde lo profundo de mi corazón, con la esperanza que alguien de entre las muchas personas a las que he dañado o confundido a lo largo de mi vida, la lea y pueda aceptar mis disculpas.

Y quiero comenzar por lo primero. Lo siento.

Lo siento, desde lo más profundo de mi corazón. Desde hace muchos años, he tenido amigos, amigos de esos con los que te puedes estar horas sin decir nada, porque no hace falta; amigos de esos con los que te puedes estar horas sin dejar de hablar, con los que puedes reírte sin parar durante días enteros y con los que puedes desahogarte cuando parece que el mundo se ha terminado. No os podéis imaginar lo que aprecio y extraño cada segundo que he pasado a vuestro lado. Y a pesar de todo, durante cada uno de esos años, he sido un hipócrita y un falso. Aunque no lo penséis ni lo compartáis, no sabéis cuánto lo lamento. Porque he preferido venderme a lo que todo el mundo hacía, a la diversión, a la rendición voluntaria, en lugar de plantarme y comenzar a vivir lo que realmente creo, lo que sé que es verdad. No me malinterpretéis, no estoy intentando acusar ni juzgar a nadie, mucho menos a vosotros, esta crítica va en mi contra, porque habiendo conocido al Dios Verdadero, teniendo completa claridad de lo que estaba haciendo y de por qué lo hacía, no me detuve. Pero eso no es lo peor, por lo que más me lamento es por el ejemplo que he dado, porque hablaba de unas cosas y practicaba las contrarias. Si hay algo que deseo con todo mi corazón es ver cada una de vuestras caras en la Eternidad, aunque no haya sido gracias a mí, aunque haya sido a pesar de mí, ciertamente daría todo lo que tengo ahora por esa seguridad. Cuando la distancia y la desidia hacen presa, espero que no haya querido reaccionar demasiado tarde y algún día tenga que lamentarlo eternamente.

Lo siento. A todos aquellos que habéis intentado durante años darme buenos consejos, ayudarme a comenzar a vivir la vida que debía vivir. Los que habéis estado, durante años, luchando a mi favor mientras yo no quería escuchar, os debo una disculpa. Estoy pensando en mis amigos y hermanos del Centro Cristiano de Béjar, que cuando me veíais rumbo al precipicio y sin ademán de parar, tuvisteis la valentía y el amor de hacer lo que yo no supe hacer con quienes decía amar, y me advertisteis. A todos aquellos que no habéis tomado como excusa mi mal y me habéis hecho el bien a pesar de ello, a vosotros que habéis contemplado con frustración mi dureza de corazón y no habéis cesado en vuestras oraciones a mi favor, muchas gracias. Y lo siento.

Lo siento. A unos padres que han dado lo que tenían y lo que no para, no solamente que saliera adelante, sino que lo hiciera con unas posibilidades y unas facilidades que ellos nunca tuvieron. A los que sacrificaron salud, caprichos y dinero para darme aquello que no supe apreciar, a aquellos que no estimaron sus posesiones, sus derechos y su bienestar por encima de los míos, ni siquiera al mismo nivel, sino que cedieron una y otra vez por mí. A los padres que me han presentado la lección más tangible y creíble de cómo es Dios. A los hermanos que han perdonado tanto, animado tanto. A una familia que merece mi mejor versión, y a cambio ha recibido una decepción tras otra, lo siento.

Lo siento. A la mujer más bella, inteligente, sincera y valiosa que conozco, Rebeca, lo siento. Siento no saber apreciarte como te mereces, siento que tu sensación con respecto a mí sea más bien la de darte una y otra vez contra la misma pared. He vivido demasiados años sin ti y, a pesar de eso, no puedo hacerme a la idea de no estar contigo. Dios ha hecho tanto bien en mi vida por medio de ti, que no me alcanzan las palabras para expresar lo agradecido que estoy por tenerte, por cada día que escoges amarme, por aceptarme a pesar de todo. Eres un precioso regalo en mi vida, uno que jamás mereceré, pero que quiero agradecer cada día.

LO SIENTO. Al Gran Dios que ha creado todo lo que existe, que me ha regalado la vida y con ella, el tiempo y la posibilidad de disfrutar de cada uno de vosotros; que me exige más que nadie, nada menos que la perfección, porque realmente me ama, y a pesar de todo, me acepta como el Padre que es. A Aquel que ha pagado cada una de mis culpas pasadas, presentes y futuras entregando, con el corazón sufriente de un Padre, a Su propio Hijo, para que fuera mi Salvador. Al Dios paciente que sigue perdonando y alentándome a seguir adelante, a hacerlo mejor que el día anterior. Al Rey que me exige la perfección y odia la maldad, pero que derrocha amor y misericordia en cada palabra, en cada exigencia, en cada castigo. Al que más he fallado, al que más me conoce, al que más me ha dado, al que más me ama, al que más le debo, a mi Dios, lo siento.

No tengo nada para pagaros a ninguno de vosotros, absolutamente nada. Espero que podáis aceptar mis disculpas y regalarme el perdón. No puedo pagar nada, pero hay algo que sí puedo hacer, seguir adelante, continuar en la lucha, e intentar hacerlo bien la próxima vez. Porque, junto con el perdón, va la voluntad, la urgencia y la necesidad de cambiar y, con la ayuda de mi Dios, así será.

Es tiempo de pedir perdón, es tiempo de perdonar, es tiempo de cambiar, es tiempo de comenzar a ser humanos, de aquellos que tienen un corazón tierno, de carne, de esos que están dispuestos a mirar alrededor y deciden deshacerse de su orgullo, de ellos mismos, y comienzan a hacer lo que tienen que hacer. Es por esto que hoy quiero decir LO SIENTO, quiero decirlo con todo mi corazón y puedo decirlo con la confianza y la seguridad que me da el saberme perdonado, amado y aceptado, la tremenda vitalidad que me da el saber que, en medio de mi debilidad, es cuando Dios se hace más fuerte.

jueves, 13 de febrero de 2014

Viernes noche (Había un sabio rey... -Parte II)

Realmente, la rueda de la inutilidad no es tan traumática. Hoy no es igual que ayer, hoy es jueves, eso quiere decir que tenemos un día menos de espera hasta el deseado viernes, en que al fin podrás disfrutar de tu tiempo libre, del merecido descanso después de toda la semana de trabajo y de esfuerzo. Desde luego hoy no es igual que mañana, mañana será viernes. ¡Viernes significa fiesta! Mejor aún, viernes significa primer día de fiesta, aún quedará el sábado, la diversión está garantizada. El alcohol, los amigos, el placer, las drogas, los bailes, las largas conversaciones hasta las tantas de la madrugada, la ausencia de preocupaciones. ¿Cómo puede cada día ser igual que el anterior? Este rey, desde luego, no tenía mucha idea de lo que pasa hoy en día.


Pues este rey disfrutó mucho más que tú y que yo. Este rey se entregó al alcohol, a las drogas, a gozar con mujeres, tuvo esclavos y esclavas por cientos, disfrutaba a su antojo de cuantas riquezas se podía imaginar, tenía palacios, jardines, fuentes, parques para hacer barbacoas con los amigos. Este rey perdió la razón detrás de su propio placer, se deshizo de toda su cordura para, sencillamente disfrutar, sin pensar en nada ni en nadie más. No hubo nada que quisiera que no tuviera, ni un antojo que no pudiera alcanzar. Para él, cada día era viernes por la noche, con la billetera llena y toda la atención de cuantas mujeres, amigos y esclavos gustase. No hubo nada ni nadie que se le resistiera. Después de todo, había trabajado mucho para conseguir todo aquello de lo que ahora disfrutaba, merecía disfrutar del fruto de su trabajo.


¡Ahora sí que admiro a este hombre!, pensará algún amante de las fiestas. ¡Así sí que se vive bien!, sin preocupaciones, con todo lo que desees, sin límites, con todos los que deseas a tu disposición, sin dejar de gastar, de consumir, de disfrutar. ¡Eso sí que es vida! Seguro que mandó al garete esta rueda de la inutilidad al descubrir el eterno viernes por la noche.


Hubo algo que descubrió este sabio rey al considerar su vida en el tiempo que aún le duraba la sobriedad entre fiesta y fiesta. Había trabajado mucho para conseguir aquello que estaba dilapidando, todo el esfuerzo de su vida, estaba siendo gastado en algo que, en ese momento, solamente le traía dolor de cabeza y malestar al tratar con el rastro etílico del día anterior. Cada día gozaba de menos salud, dinero, atención, placer y satisfacción que el día anterior. Cuando lo hubo probado todo, pudo ver que aquello que antes le parecía como el Valhalla, pasó a ser lo más normal, para terminar siendo una droga, un veneno que le corroía por dentro sin dejar nada más que remordimientos a su paso. Cuando pasaba el alcohol, la resaca destruía, cuando pasaba el efecto de la droga, la necesidad de más degollaba su alma, cuando pasaba el sexo, la culpabilidad campaba a sus anchas, cuando pasaban las noches con falsos amigos de fiesta, la soledad venía para robar y para destruir. Cuando pasaba la falsa sensación de vida, ésta se quitaba la máscara y era la muerte la que aparecía, con los dientes más afilados que nunca, con más hambre de destrucción que el día anterior.


Cuando el viernes por la noche dejó de ser tan novedoso, sino que se convirtió en la norma, el sabio rey encontró que, a fin de cuentas, ese viernes solamente constituía otra porción más dentro de la rueda de la inutilidad, en la que su propio placer era solamente la antesala de su propio dolor, en que la compañía de los amigos comprados con fiesta y alcohol era únicamente la soledad vestida con traje de gala, para después volver con toda su furia y crudeza a asolar el corazón desnudo y afligido.



Al dar el primer paso en su búsqueda tratando de experimentar el placer y yendo detrás de los deseos de su corazón para lograr escapar de esta rueda implacable que arrolla todo, este sabio rey descubrió que, abandonándose al lujo, a la fiesta, al desenfreno, sin pensar más allá, tratando de, sencillamente gozar del fruto del trabajo y de las mieles del éxito, mirando únicamente debajo del sol, lejos de traer satisfacción, trae frustración, lejos de dar sentido a la vida, solamente la hunde más y más en un pozo del que no se puede salir, lejos de escapar de la rueda de la inutilidad, te mete más en ella y te entierra en lo más profundo de sus entrañas. El buscar el placer y correr detrás de los deseos del corazón, solamente hará que te sientas desdichado, incapaz, vacío y sin más consuelo que volver a perder la razón tras el veneno que te tortura.

martes, 11 de febrero de 2014

La Rueda de la Inutilidad (Había un sabio rey...- Parte I)

El más sabio de cuantos reyes hayan hollado este mundo. El más inteligente de todos los hombres que se han parado a pensar, a recapacitar, a sopesar. Más inteligente que tú, mucho más que yo, sin duda alguna. Este rey llegó a una conclusión después de mirar el mundo, de estudiar cada aspecto de esta vida, después de un minucioso estudio a todo lo que le rodeaba.

Vanidad de vanidades, todo es vanidad.

Todo es un soplo, una ilusión, un suspiro. Nada vale la pena. No hay ningún fin que merezca tu vida, no hay nada, debajo del sol, que merezca tu esfuerzo. Dust in the wind, all we are is dust in the wind (polvo en el viento, todo lo que somos es polvo en el viento), que diría el grupo americano Kansas. Estudiando todo lo que pasa debajo del sol, este sabio rey solo vio vacío, sinsentido, nada.

Todo el trabajo con el que se esfuerza día y noche el trabajador, es desolado en un solo día de devastación, y nada queda de aquello por lo que sudó. El sol sale, corre por el firmamento perseguido por la oscuridad, solo para volver a salir por el mismo lugar por el que salió el día anterior, sin que nada haya cambiado. El agua cae por el río, chocando con cada roca por el camino rumbo al mar, solo para ser elevada por el calor y volver a caer de las nubes en dirección a ese río, mientras todo sigue igual.

Buscas y buscas un trabajo sin cesar, solo para volver a casa derrotado, con las manos vacías, aún si tienes la fortuna de estar trabajando, gastas tu dinero en lo que no necesitas, para volver a casa derrotado, con la única intención de descansar para volver a hacer lo mismo el día siguiente, solo para haber gastado otro día más de vida. Nada hay nuevo, nada hay que merezca la pena. Las injusticias se arreglan, solo para que otro venga detrás y pueda volver a aprovecharse del más débil y volver a lo que había, o a algo peor.

Este hombre se dedicó a conocer profundamente esta rueda de la inutilidad, en la que el sudor cae al suelo sin motivo, en la que las lágrimas son derrochadas sin razón, en la que nada merece la pena, y en su búsqueda encontró algo más que desesperación, algo más allá del vacío. Este sabio rey se dedicó con toda su inteligencia a experimentar y buscar razones de la sinrazón, a escudriñar la locura de la rueda de la futilidad. Aprovechó su posición para buscar donde nadie había buscado, para experimentar, conocer más, tener más, hacer más, ser más. Y sus conclusiones son tan abrumadoras que hoy, 3000 años después, siguen hablándonos cara a cara, siguen dándonos lecciones vitales.

Porque esta rueda sigue girando en el mundo, en tu vida. Porque, debajo del sol, nada merece la pena, porque lo que fue es lo mismo que será, porque todo el esfuerzo que pones en salir adelante, en luchar contra todo, en correr tras el viento, es vanidad, es vacío, no vale nada, debajo del sol.

Vamos a recordar la tesis de este sabio rey, vamos a recorrer los senderos por los que él anduvo, y buscar la sabiduría oculta en la rueda de la inutilidad para llegar a la sorprendente conclusión que lleva transformando vidas desde hace nada más y nada menos que 30 siglos.


Acompañadme, si os interesa escapar de esta inutilidad, debajo del sol...

(Basado en el libro de Eclesiastés)

Entradas populares