lunes, 26 de noviembre de 2012

Víctima o verdugo


“Yo no soy culpable de lo que hago. No yo. Yo en esencia soy bueno, lo que pasa es que he tenido unas circunstancias en mi vida muy difíciles. Fíjate, mi padre me pegaba, mi hermano mayor siempre me culpaba de todo lo que él hacía, de todo lo malo, claro. Mis compañeros de clase se reían de mí. Todo eso me marcó, me traumatizó. Fíjate si lo pasé mal que hasta me caí un par de veces y me rompí un brazo, de cada vez uno diferente, la primera el derecho y la segunda el izquierdo. 

No es justo que yo sea culpable de lo que hago, si no me hubieran pasado todas esas cosas horribles, yo ahora sería presidente del gobierno, o mejor. Yo no soy culpable de lo malo que hago, yo soy una víctima. Una víctima de la apatía de los demás, de su hostilidad abierta hacia mí, de sus actitudes críticas, soy una víctima de aquella piedra que me tiró un chico en las prácticas porque solamente mencioné a su madre en una desafortunada afirmación, afirmación que, por supuesto, solo dije porque la había oído en casa, el vecino de abajo solía gritar obscenidades a eso de medianoche cuando llegaba a casa tarde y se me pegaban. Pero aquello tampoco era culpa suya, se emborrachaba y decía aquello porque tuvo una infancia muy dura, incluso se dice que pilló un par de veces a su mujer con otro hombre en plena faena, pobre hombre, se puede entender que fuera así de borde y de borracho.

Así que yo crecí con todas influencias malignas, tan malignas que no tuve más remedio que unirme a ellas y convertirme en lo que soy ahora, así que si ahora gasto todo mi dinero en drogas y alcohol, si ahora soy así de desagradable con todos los que me ayudan o intentan hacer algo de mí, si robo, si insulto a la gente, si gano todo el dinero trapicheando con quien sé que no debo, si hago todo lo que hago, es porque viví lo que viví y porque ellos me hicieron así. No me juzguéis, soy una víctima.

Mi padre, que me pegaba a diario, lo hacía porque su padre le pegaba a él a diario también. Tampoco es responsable, solo una víctima también. Aunque a veces le odie, le odio por lo que él ha hecho de mí, aunque sepa que él es otra víctima por lo que a él le hizo su padre. Creo que mi abuelo también tuvo esta misma herencia de su padre, otra víctima más. Mi hermano aprendió a culparme de todo lo que hacía de un amigo suyo, nuestro vecino de arriba, dos años mayor que él. Creció bajo sus faldas y siempre culpaba a su hermano menor de todo lo malo que hacía también, además tenía mucha maña para hacer ver a todo el mundo que lo que hacía realmente era culpa del pobre chiquillo. Mi hermano también era una víctima, no le culpéis. Y seguramente los niños se rieran de mí por los estándares de la sociedad, en los que si no eres exactamente como los demás se te margina, es por eso que a mí me hacían aquello, ellos pensaban que todo el mundo debería jugar al badminton, yo no lo hacía, me parecía un deporte un poco ridículo, yo era más de cricket, así que me apunté al equipo local de cricket cuando era muy pequeño. Aquello no fue tan buena idea como pensaba. Pero los pobres chavales que se reían de mí, aunque a veces les odie, eran víctimas de la sociedad que les convencía a odiar a los diferentes.”

Seguramente os sonará este razonamiento. En el que la gente no es responsable de lo que hace porque sencillamente es una víctima de lo que les ha tocado vivir, o de sus influencias. Una sociedad de víctimas que no es responsable de lo que hace. Es curioso porque cuando yo hago algo, es por culpa de lo que otro hizo, pero ese mismo que lo hizo, también es víctima de lo que hizo otra persona. De esta manera nadie es responsable y podríamos seguir esta cadena en que cada uno es víctima del que le precede y empuja su responsabilidad hacia él. Si seguimos esta cadena, podremos llegar a que el culpable de todo es, dependiendo de la teoría que apoyes en cuanto al origen de la vida, Adán o un protozoo. Pero, desde luego, yo no lo soy, ni tú tampoco.

Pues bien, creo que esta razón, el pensar que todos somos víctimas (o al menos yo, desde luego), es una de las principales por las estamos como estamos. Me explico, una víctima no tiene que pedir perdón, una víctima no tiene que cambiar absolutamente nada, una víctima solamente tiene que recibir, no tiene que dar. Una víctima debe ser objeto de cariño, de comprensión, de afecto, de empatía… Una víctima solo debe sentarse y esperar a que otro venga y le apoye, le abrace, le solucione el problema, después de todo, él no es responsable, solo es una víctima. Mientras que el culpable, el verdugo, el responsable de algo debe reconocer su error, debe tratar de buscar una solución al problema, procurar poner medios para que no se repita la situación que causó, el culpable debe dar, debe restituir lo que destrozó, debe devolver lo robado, debe pagar lo gastado, debe enmendar el daño causado.

Vivimos en una sociedad de víctimas que simplemente empatizan unos con otros para sentirse mejor, culpando a otros como responsables de que ellos mismos hayan llegado a ser y a hacer eso. Echamos balones fuera para no tener que reconocer nuestros propios males, somos expertos en excusarnos y parecer como el pobrecito cordero que solo precisa de comprensión y cuidado.

Una víctima no tiene porque pedir perdón, solo tiene que recibir de los demás. El culpable debe cambiar algo, debe saberse y actuar como responsable de lo que hace y de lo que dice.

Nuestra sociedad necesita de más gente que reconozcan su culpabilidad, y necesita menos víctimas inocentes que nada tienen que ver con su propia pena. Por la sencilla razón de que la sociedad necesita un cambio, nosotros mismos necesitamos comenzar ese cambio en nosotros mismos, y el cambio debe empezar por sabernos responsables, por saber que sí, que somos responsables, que debemos cargar con las culpas y con las cargas de nuestros errores, que debemos reconocer lo que hemos hecho, que debemos tratar de hacerlo mejor.

Hoy tengo una petición para ti y para mí. Dejemos de ser víctimas y comencemos a reconocernos culpables. Dejemos de recibir y comencemos a dar. Dejemos de lamentarnos y comencemos a actuar. 

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