jueves, 25 de octubre de 2012

El Jesús no-cristiano


En otras ocasiones ya he tratado acerca de la figura histórica de aquel carpintero judío del primer siglo de nuestra era, que impactó tanto a sus marginales discípulos que literalmente cambió el mundo hasta el punto que si decimos que vivió en el primer siglo es porque precisamente contamos el tiempo a partir de su supuesta fecha de nacimiento. En otras ocasiones he explicado el por qué de mi plena confianza en que sus cuatro biografías contenidas en el canon bíblico, los evangelios. Pero hoy me gustaría cambiar un poco el chip, y hablar de lo que tienen que decirnos las gentes no cristianas ni afiliadas a ninguna “secta cristiana” primitiva.

Ya hemos hablado del ingente número de copias manuscritas a las que tenemos acceso de los evangelios y de la inmensa cercanía temporal entre ellas y los originales de estas biografías de Jesús, en comparación con cualquier obra escrita de la antigüedad. También hemos hablado de la impresionante igualdad entre estos manuscritos que nos han llegado de un 99,5%, lo que nos permite reconstruir con asombrosa precisión lo que dijeron los cuatro evangelistas en sus mismas palabras, literalmente. Pero esto no es lo único que tenemos acerca de este Jesús de Nazaret, acerca de este hombre humilde, de un rincón marginado y apartado del gran Imperio Romano, que revolucionó el mundo, cambió absolutamente todo, y tuvo la osadía de declararse Dios y demostrarlo con autoridad.

Es importante recordar que en el año 70 dC. los romanos sofocaron una tremenda rebelión de los judíos que llevó a la masacre de poblaciones enteras, a la destrucción de ciudades hasta los cimientos y a la devastación de cualquier elemento, edificio o personaje que tuviera alguna relación con el judaísmo o con la vida cultural de aquella región. Debido a esta situación tan dramática, sin duda, mucha de la evidencia que podría habernos llegado acerca del movimiento creciente que existía en aquellos años respecto a la figura de Jesús, fue destruida. Muchos testigos oculares de los eventos que relatan los evangelios fueron víctimas de aquellas guerras. Teniendo en consideración estos hechos, unidos al hecho de que Jesús vivió en una región apartada de este vasto imperio, como antes mencionaba, es muy sorprendente la cantidad de información que nos ha llegado acerca de este judío que dijo que era el Mesías esperado durante tanto tiempo. Algunas de estas informaciones, aparte de lo que nos ha llegado por los textos de la Biblia y por los primeros cristianos, son las siguientes:

Los judíos, primeros seguidores de Jesús, que también era judío, tienen algo que decir respecto a este personaje histórico. Tanto es así que en el Talmud Babilónico (Sanedrín 43ª) nos confirma la crucifixión de Jesús en la tarde de Pascua, también en este documento podemos encontrar acusaciones en su contra de brujería y de predicar la apostasía de la religión judía. El historiador judío Flavio Josefo, que presenció y escribió largo y tendido acerca de la guerra que devastó Judea en el 70 dC. nos escribió lo siguiente a principios del segundo siglo: “Ahora, había alrededor de este tiempo un hombre sabio, Jesús, si es que es lícito llamarlo un hombre, pues era un hacedor de maravillas, un maestro tal que los hombres recibían con agrado la verdad que les enseñaba. Atrajo a sí a muchos de los judíos y de los gentiles. Él era el Cristo, y cuando Pilato, a sugerencia de los principales entre nosotros, le condenó a ser crucificado, aquellos que le amaban desde un principio no le olvidaron, pues se volvió a aparecer vivo ante ellos al tercer día; exactamente como los profetas lo habían anticipado y cumpliendo otras diez mil cosas maravillosas respecto de su persona que también habían sido preanunciadas. Y la tribu de cristianos, llamados de este modo por causa de él, no ha sido extinguida hasta el presente.” (Antigüedades XVIII.33) En cualquier caso, no deja de ser sorprendente que no haya ni un solo testimonio negando la resurrección de Cristo, con lo fácil que habría sido para ellos el salir y negar este hecho, puntal básico para las doctrinas cristianas, para hacer que se viniera abajo esta "secta" que estaba naciendo de su seno y tantos quebraderos de cabeza les estaban dando al afirmar que su mesías se había levantado de entre los muertos. Esto no hace sino confirmar la exactitud de los relatos bíblicos.

Pero los judíos no son los únicos que tienen algo que decir acerca de este personaje que nos ocupa. Los romanos también nos dejaron algunos documentos que podemos usar para poner en relieve la figura de Jesús de Nazaret. El historiador Tácito, en el primer siglo, es considerado uno de los más precisos historiadores del mundo antiguo. Él menciona a los supersticiosos “Cristianos”, seguidores de "Christus", quien sufrió bajo Poncio Pilato y durante el reinado de Tiberio. Gaio Suetonio, otro historiador romano (70-160) secretario en jefe del emperador Adriano, escribió que había un hombre llamado Chrestus (o Cristo) que vivió durante el primer siglo (Annais XV.44) El historiador Talus es citado por Sexto Julio Africano en su obra en una discusión acerca de las tinieblas que siguieron a la crucifixión de Cristo, diciendo que en el libro III de su Historia explica la oscuridad como debida a un eclipse solar, pero aclara que eso sería imposible debido a que la crucifixión ocurrió en tiempo de luna llena, cuando no pudo haber ocurrido un eclipse. (Escritos Existentes, 18) Plinio el Menor registra las prácticas de adoración del cristianismo primitivo, incluyendo el hecho de que los cristianos adoraban a Jesús como Dios y eran muy éticos, e incluye una referencia a las festividades y la Cena del Señor (Cartas 10:96).

Luciano de Samosata, un filósofo y escritor griego del siglo dos, admite que Jesús fue adorado por cristianos, introduciendo nuevas enseñanzas y que fue crucificado por ellos. Explicó que algunas de las enseñanzas que este Jesús trasmitió a sus discípulos incluían la hermandad entre los creyentes, la importancia de la conversión y de negar a otros dioses. Los cristianos vivían de acuerdo a las leyes de Jesús, creyéndose a sí mismos inmortales y se caracterizaban por despreciar la muerte, la devoción voluntaria y la renuncia a los bienes materiales.

Mara Bar-Serapio fue un filósofo estoico que vivió en la provincia de Siria en el primer siglo de nuestra era. El trabajo de este filósofo solamente ha llegado hasta nosotros en forma de una carta que escribió a su hijo. Está carta se encuentra en el Museo Británico. En ella confirma que Jesús demostró ser un hombre sabio y virtuoso, que fue considerado por muchos como el rey de Israel, fue llevado a la muerte por los judíos y siguió viviendo en las enseñanzas de sus seguidores.

Además, contamos con los evangelios gnósticos y los apócrifos, de los que hablamos en otra ocasión, cuyo tema principal es la figura de Jesús de Nazaret.

En conclusión, una sorprendente fuente de información acerca de Cristo puede ser hallada de fuentes no cristianas en absoluto, y gran parte de las biografías “oficiales” puede ser autentificada solamente partiendo de esto que nos dicen los testigos de excepción que nos dan su punto de vista desde este mundo pasado ya hace dos milenios. Jesús fue llamado y proclamado como Cristo (Mesías) por sus seguidores y no pocos judíos de su época, así como por multitudes de gentiles (no judíos), hizo “maravillas” (milagros), enseñó a sus seguidores unas enseñanzas revolucionarias que cambiaron sus vidas y las de aquellos que las escucharan de boca de estos hombres y mujeres que anduvieron con Cristo, fue acusado por los judíos y crucificado en la tarde de Pascua por orden de Pilato, gobernador de Judea, a su muerte las tinieblas acabaron con el día, proclamó ser Dios, cosa que sus seguidores creyeron, adorándole como tal. Incluso tenemos detalles como la celebración de la Cena del Señor (eucaristía) y el bautismo.

En definitiva, existe una abrumadora evidencia de la existencia de Jesús, y una gran parte de lo que dicen los evangelios puede ser probada solamente contando con fuentes externas al cristianismo, sin contar evidencias internas textuales, documentales, forenses y arqueológicas. Pero seguramente la prueba más grande y más contundente de la veracidad de los cuatro primeros libros del Nuevo Testamento se encuentra en las vidas de sus seguidores, entre los que se encuentran los 12 discípulos, y de aquellos que les siguieron a ellos en su adoración y servicio a este carpintero de Galilea, hombres y mujeres que sin ningún miedo estuvieron dispuestos a vivir sus vidas obedeciendo lo que Cristo les había mandado, incluso exponiéndose así a grandes peligros, y con mayor felicidad aún entregaron sus vidas como mártires por esto que creían. Ellos vivieron con el Jesús histórico, sabían cual era la verdad porque la vivieron en propia piel. Uno puede entregar su vida por aquello que le han contado que es verdad, aun siendo mentira, si lo cree firmemente, pero nunca entregará su vida por una mentira si sabe que lo es. No hubo un discípulo de Cristo, excluyendo a Judas Iscariote, que no estuviera a morir por declarar a Jesús como su Dios y Señor. La mayoría lo hicieron.

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