jueves, 24 de mayo de 2012

José V: El intérprete olvidado


Oscuridad. Vacío. Soledad. Humedad. Negrura. Desesperación. Frustración. Recuerdos. Incomprensión. Preguntas. Abatimiento. Incertidumbre. Muerte.

La celda oscura, vacía, húmeda. La negrura que hasta invadía el alma. La desesperación y la frustración de saber que no merecía estar ahí. Los recuerdos de un pasado que terminó y que nunca volverá. La incomprensión de todos, de sus hermanos, de Potifar, del carcelero, de sus compañeros de prisión. Las preguntas, los por qués. El abatimiento de ver cada día el mismo horizonte truncado por un imponente muro de piedra. La incertidumbre del mañana. El temor de la muerte, no de la suya, sino de la de su padre sin saber que su hijo aún vivía.

La cabeza de José bullía en pensamientos diversos, en la negrura de su situación, en la desesperanza de lo que había a su alrededor. Pero había un pensamiento que conseguía vencer a todos los demás. La esperanza. El saber que a pesar de todo, Dios sigue teniendo un plan. Aunque no entendiera nada, José seguía guardando su gran tesoro en forma de sueños en lo más profundo de su corazón, donde nada ni nadie se lo podría robar, a pesar de todo.

Así que, con la fuerza de su tesoro, José se esforzó en ser el mejor preso de todos, respetando a sus compañeros, buscando al dios de su padre aún en lo profundo de la celda, siguiendo siendo honrado, tratando de buscar fuerzas en medio de su situación para ofrecer una sonrisa a todos, incluido al carcelero, tan temido por todos.

Pero el jefe de la prisión vio con buenos ojos a José, y confió en él. Hasta tal punto impactó a aquel que todos temían, que le puso por responsable de todo el resto de los presos en aquel agujero donde eran echados los presos del faraón. Y no solamente esto, todos los presos vieron algo diferente en José, encontraron a alguien en quien confiar, de quien fiarse, un compañero agradable, sincero, completamente diferente a lo que habían encontrado, no solamente en aquella cárcel, sino en toda su vida, parecía como si José fuera alguien demasiado especial, demasiado diferente. Y el jefe de la cárcel dejó de preocuparse de lo que ocurría en la prisión porque sabía que en manos de José todo estaba bien.

Y aquella cárcel acogió a dos presos de excepción, el jefe de los coperos y el jefe de los panaderos de Faraón, el rey del mundo. Había habido un complot para atentar contra la vida del gran rey y ellos dos habían sido acusados y echados a la oscuridad de aquella prisión donde José era el preso-responsable. Allí, como el resto de los reos, vieron la diferencia en José y confiaron en él.

Y una mañana, José vio que sus dos insignes “invitados” estaban perturbados, que hablaban entre ellos con preocupación. José se acercó a ellos y les preguntó acerca de la razón de tanta preocupación. Habían soñado algo, cada uno un sueño diferente, y no sabían qué podía significar aquel sueño.

- ¿No están en manos de Dios los sueños y sus interpretaciones? – José habló al copero. – Cuéntame tu sueño, por favor.

- Estaba yo ante una vid que tenía tres sarmientos – comenzó el jefe de los coperos – y de los sarmientos parecía que iban a salir brotes. La vid floreció, y yo agarré las uvas que salieron, y las exprimí en la copa de Faraón, y le di la copa a mi rey.

José se paró a pensar. Sonrió cálidamente mirando al atribulado copero real. – Los tres sarmientos de la vid son tres días. En tres días el rey te hará volver a tu puesto de trabajo y a tu posición, y cuando vuelvas, te irá muy bien y servirás fielmente a tu señor. – El copero se llenó de alegría, le cambió la cara. – Pero te tengo que pedir un favor, cuando te vaya bien, cuando estés al lado de Faraón, por favor, háblale de mí. Háblale de que estoy aquí injustamente. Fui vendido como esclavo por mis hermanos, y echado a la cárcel por algo que no hice.

- Claro, amigo. Hablaré de ti a Faraón y te hará justicia. Si es cierto esto que me has dicho, en 3 días tu también saldrás de esta prisión.

El jefe de los panaderos, animado por la alegría que reinaba en el ambiente ante la interpretación de José tan benevolente con el copero explicó a José su sueño. – Yo soñé que tenía tres canastillos con pan sobre mi cabeza. En el más alto había de todos los manjares de Faraón, de las que hacemos los panaderos, y venían las aves de todos lados para comer de las delicias que había en el canastillo sobre mi cabeza.

La sonrisa de José cambió dramáticamente. Su semblante palideció como el de un muerto, apenas le salía la voz de la congoja. – Esto es lo que significa tu sueño. Los tres canastillos son tres días también. Dentro de tres días, te llamará Faraón para que salgas de este agujero, - Miró al panadero directamente a los ojos – y te hará colgar de un árbol. Las aves vendrán para comer tu carne. Lo siento.

El panadero, sin decir una sola palabra, agachó la cabeza. Los tres días siguientes los pasó sin emitir ni una sola palabra. Sabía que había cometido traición contra su señor, sabía que merecía que le colgaran, y sabía que José había interpretado correctamente su sueño.

Al cabo de los tres días predichos, tanto el panadero como el copero reales fueron sacados de la cárcel. El panadero fue ahorcado, tal y como José había dicho, y el copero fue restituido a su puesto. Con gran alegría volvió a sentarse a la mesa del hombre más poderoso de la Tierra.

Pero se olvidó de José. No le habló de la injusticia que le mantenía retenido en aquella cloaca. Y José se quedó atrapado en la cárcel que le oprimía, que le hacía ver el negro de la muerte, de la desesperación, de la soledad, de la humedad, de la frustración, de la incomprensión, de los recuerdos. Pero aún así mantuvo intacto su tesoro, permaneció fiel a lo que le había sido dado. Sabiendo que Dios tenía un plan, y que estaba en el camino perfecto para cumplirlo.

La esperanza continuaba teniendo más poder que la negrura, que la desesperanza.

Y continuaba preparando y manteniendo su vida para ese cambio que estaba en camino. Porque el sentido de su existencia, el resultado de sus padecimientos, la paga por su sufrimiento estaba en camino. Y ya no se haría esperar mucho más.

No hay comentarios:

Entradas populares