martes, 20 de marzo de 2012

El vacío del presente


He leído que somos lo que somos dependiendo del lugar y las condiciones de las que provenimos, de las personas que nos han rodeado y su influencia en nosotros y de las decisiones que hemos tomado. Parece ser que nuestro presente es, ni más ni menos, una consecuencia lógica de nuestro pasado. Al menos eso es lo que todos tenemos en mente y siempre hemos oído.

Parece ser que, como un método de defensa, tendemos a olvidar aquello que nos ha hecho daño para recordar las experiencias positivas de nuestra vida. De allí aquello de que nos contaba Jorge Manrique y que se molestaba en recordarnos Karina de que “cualquier tiempo pasado nos parece mejor.” Pero eso no cambia el hecho de que hay circunstancias negativas que han marcado de tal manera nuestra vida que las seguimos arrastrando en el presente, así como hay casos en que algo bueno nos ha impactado y hoy, gracias a aquello hay una buena marca en nosotros. El pasado, el recuerdo, la invocación de aquello que fue y ya no es, ciertamente marca nuestro presente, nuestra esencia hasta tal punto que podemos afirmar que somos sustancialmente eso, y por esas razones.

El futuro, nuestras esperanzas, todo lo que seremos, tendremos y nos hará felices. Todos tenemos una idea más o menos exacta de lo que esperamos de nuestra vida de aquí a 10 años, a 20 o a 3 meses. Yo me imagino cómo será el día de mi boda, espero lograr encontrar un trabajo digno, aunque esté siendo utópico dadas las circunstancias, pienso en cómo será tener hijos, el tener a mi propio vástago en los brazos, el no poder dormir por sus llantos, todas esas cosas. Son cosas que tengo ganas de alcanzar, de llegar a ese momento. Si hoy en día tengo que vivir con menos recursos, lejos de la gente que quiero, si tengo que dormir menos para preparar el examen de mañana, si tengo que sacrificar ciertos “privilegios” con tal de lograr agarrar con mis propias manos ese futuro que sueño, estoy dispuesto a hacerlo porque pienso que merecerá la pena. Porque, de una manera o de otra, apuesto con mi presente a ese futuro que está en mi mente.

Así, tengo un presente, que es el producto directo de mi pasado, y que a su vez está hipotecado al futuro que sueño. Esto es lo que llamaba C.S. Lewis el vacío del presente. Vivimos nuestras vidas tratando de recordar lo mejor de aquello que ya hemos vivido y tratando de alcanzar ese porvenir soñado. Con la situación de crisis económica, podemos verlo muy fácilmente. Estamos con el agua hasta el cuello porque en el pasado hemos derrochado lo que no teníamos, o al menos eso dicen, así que tenemos que sacrificarnos haciendo todos los recortes posibles, para que en un futuro próximo podamos comenzar a ver la luz y tener en unos añitos el sol resplandeciente que nunca debimos perder. Nos lamentamos de los errores pasados, y en consecuencia pagamos en el presente para no tener que arrastrarlo en el futuro.

Es algo bueno recordar el pasado, como dijo un sabio, el pueblo que no conoce su historia, está condenado a repetirla. Y eso es perfectamente aplicable a nosotros como individuos también. Es necesario recordar todo aquello que nos ha llevado hasta donde estamos, y analizarlo de tal manera que podamos llegar a discernir los errores para no volverlos a cometer y los aciertos para conseguir usarlos para aprender. Es mucho más que recomendable esforzarnos en conseguir un buen futuro para nosotros y nuestra gente. Mis planes de casarme, tener hijos y un buen trabajo para mantener a mi familia son algo bueno, desde luego.

Pero yo me planteo hoy si no estaremos comprometiendo el presente, acusándolo de ser solo una sombra del pasado, y cargándolo con el futuro como una losa demasiado pesada. Es cierto que vivimos malos tiempos, que ya habrá tiempo para vivir el presente. Yo puedo pensar que cuando consiga el futuro que sueño, entonces podré disfrutar como se debe. Pero entonces tendré que preocuparme por cuidar de los míos, por darles lo que necesito, tendré que ocuparme en la educación de mis hijos, en que ellos tengan un futuro lo mejor posible. Y entonces pensaré en que cuando ellos salgan de casa y yo pueda jubilarme, entonces podré vivir tranquilo y disfrutar. Pero entonces puede que tenga otras preocupaciones que no me dejen alcanzar el presente. No creo que sea una buena idea el vivir postergando la felicidad, pensando que después de aquella colina estará el valle más verde.

El rey Salomón escribió hace algo menos de tres milenios:

Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora.
Tiempo de nacer, y tiempo de morir; tiempo de plantar, y tiempo de arrancar lo plantado; tiempo de matar, y tiempo de curar; tiempo de destruir, y tiempo de edificar; tiempo de llorar, y tiempo de reir; tiempo de endechar, y tiempo de bailar; tiempo de esparcir piedras, y tiempo de juntar piedras; tiempo de abrazar, y tiempo de abstenerse de abrazar; tiempo de buscar, y tiempo de perder; tiempo de guardar, y tiempo de desechar; tiempo de romper, y tiempo de coser; tiempo de callar, y tiempo de hablar; tiempo de amar, y tiempo de aborrecer; tiempo de guerra, y tiempo de paz. 
¿Qué provecho tiene el que trabaja, de aquello en que se afana? Yo he visto el trabajo que Dios ha dado a los hijos de los hombres para que se ocupen en él.
Todo lo hizo hermoso en su tiempo; y ha puesto eternidad en el corazón de ellos, sin que alcance el hombre a entender la obra que ha hecho Dios desde el principio hasta el fin. Yo he conocido que no hay para ellos cosa mejor que alegrarse, y hacer bien en su vida.
(1)

Todo tiene su tiempo en la vida. Y considero que el mejor momento para aprovechar el presente, es precisamente el día de hoy. De una manera responsable, claro, sin comprometer el futuro para ello. Pero creo que el fruto de nuestro trabajo debe ser disfrutado. Durante demasiado tiempo hemos vivido en este presente vacío del que hablaba el doctor Lewis. Es hora de comenzar a descubrir que existe, que el día de hoy es precioso, y merece la pena vivirlo, sin dejar que el pasado nos ensombrezca, sin permitir que el futuro nos hipoteque. Hoy ha comenzado la primavera estacional, dejemos que comience la primavera en nuestras vidas.


(1) Eclesiastés 3:1-12

No hay comentarios:

Entradas populares