miércoles, 21 de marzo de 2012

El canon III: Autógrafa


El otro día, cuando os hablaba acerca de la Vía Romana, os explicaba que si encontrabais diferencias entre los versículos que ponía y los que podéis encontrar en vuestras Biblias, es debido a las desigualdades entre las distintas traducciones. A veces me han dicho que eso puede significar que tenemos diferentes Biblias, pero es justo lo contrario.

Los originales en que fue escrita la Biblia están en hebreo el Antiguo Testamento, con algunas porciones en arameo, y en griego koiné el Nuevo Testamento. Durante mucho tiempo, la Biblia que ha tenido la cristiandad occidental fue la traducción que hizo Jerónimo al latín a finales del siglo IV, la Vulgata, llamada así porque se intentó acercar el texto bíblico al pueblo, al vulgo, traduciéndolo a la lengua que ellos hablaban. Actualmente existen literalmente miles de traducciones a prácticamente todas las lenguas de la Tierra. En castellano hay muchas traducciones también, hechas por traductores y teólogos católicos, evangélicos e incluso testigos de Jehová. De ahí que ponga cosas diferentes en unas y en otras, pero no hay que olvidar que todas están basadas en los mismos manuscritos y que, si son buenas traducciones, deben decir lo mismo, aunque con diferentes palabras.

Pero al remontarnos al pasado en la búsqueda de los comienzos de la Biblia, nos encontramos con un problema grave, y que ha sido muy usado por críticos para tratar de desprestigiar la Biblia, y es que no tenemos los manuscritos originales, ninguno. Todo lo que tenemos son copias manuscritas de estos originales. Estos originales bíblicos, de los cuales han salido los manuscritos que han llegado hasta nuestros días, vamos a llamarlos Autógrafa, como se denominan técnicamente.

Entonces la pregunta es obligada, ¿cómo podemos fiarnos de que lo que dice la Biblia es lo que quedó plasmado en los originales escritos por los apóstoles, los profetas y los demás narradores bíblicos? Para recapacitar brevemente sobre la fiabilidad de los manuscritos que nos han llegado, y por consiguiente, de las traducciones que tenemos en nuestras casas, tenemos que hacer una serie de consideraciones.

Todos tenemos por seguro que Platón existió y se le atribuye la autoría de la “Apología de Sócrates” y “La República”, entre otros. Pues bien, de las obras de Platón carecemos de los originales, solamente tenemos 7 copias manuscritas que distan 1200 años desde su original allá por el siglo IV a.C (1). En cuanto a “La guerra de las Galias” de Julio César, de la que también carecemos del original, tenemos 10 copias manuscritas que distan un milenio de su supuesto original (1). De Aristóteles tenemos muchas mas evidencias, pues el número de copias se lanza hasta la friolera de 49, aunque tenemos que conformarnos con tener copias del 1100 d.C., 1400 años después de su escritura por el filósofo mentor de Alejandro Magno (1). Por último, pondremos el caso de “La Iliada”, una de las obras cumbre de la literatura antigua, y una de las mejores conservadas. De esta obra no tenemos el original tampoco, pero sí 643 manuscritos, siendo el más antiguo solamente 500 años más joven que su original (1). Del Nuevo Testamento, tenemos 5686 copias del original griego (2), muchas de ellas con apenas un siglo de diferencia entre la Autógrafa y la copia que nos ha llegado. Ya solamente los manuscritos griegos superan a cualquier otra obra de la antigüedad.

Como objeción, se puede decir que existen variaciones entre los manuscritos que nos han llegado, pero en este sentido la evidencia a favor de la veracidad de la Biblia es abrumadora. Todos estos manuscritos coinciden entre ellos en un 99,5%. Esto quiere decir que solamente hay un 0,5% de disconformidad entre estos manuscritos, que podemos estar seguros de que ese 99,5% de lo que tenemos escrito en nuestras Biblias, es lo que escribieron los autores originales, y en cuando a este 0,5% restante, no afecta en absoluto a ninguna de las doctrinas fundamentales de la fe cristiana y es susceptible de ser reconstruido en base a la comparación de las diferencias entre los manuscritos (3). 

La conclusión es que nuestra Biblia es básicamente la que se escribió en el principio, la analogía del “teléfono escacharrado”, por la que es imposible creer la Biblia que tenemos porque ha sido copiada y recopiada tantas veces que ya es imviable distinguir lo que ponía inicialmente, es sencillamente falsa, la evidencia documental nos cierra esa puerta categóricamente.

Pero esto no es todo, si sumamos los manuscritos griegos que tenemos a los que han aparecido, también de fechas muy tempranas, de traducciones al copto, al siriaco o al arameo, tenemos una evidencia documental de más de 24000 manuscritos, aparecidos por todo el mundo mediterráneo, con un mismo mensaje que nos llevan inequívocamente a aquella Autógrafa, en la que Alguien ha puesto mucho cuidado para que nos llegue en perfectas condiciones. Y todo esto mientras la religión cristiana estaba prohibida por el Imperio y sus escritos eran quemados tan frecuentemente.


(1) Extraído del cuadro adaptado de tres fuentes: Apologética Cristiana de Norman Geisler, el artículo La arqueología y la historia avalan la confiabilidad de la Biblia de Richard M. Fales y Una pronta defensa de Josh McDowell.
(2) Fundamentos Inquebrantables .Norman Geisler & Peter Bocchino. Pág. 256.
(3) El Caso de Cristo, Ed. Vida. Lee Strobel. Págs 73 y ss. 

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