jueves, 15 de marzo de 2012

El acuario


En una carísima clase de gestión de recursos y tiempo especializada para grandes empresarios, el encargado de darles la charla, llevó al frente una enorme pecera vacía, y la colocó encima de la mesa donde se supone que debería poner los documentos y gráficos que usaría para su clase magistral. Todos los asistentes le observaban con la boca abierta, no se imaginaban para qué podría servir ese enorme acuario.

- Buenos días, mis queridos amigos. – El profesor se paseó entre sus acaudalados y poderosos alumnos en dirección al final de la clase. - Hoy vamos a aprender la lección más importante que podemos encontrar en cuento a la gestión de nuestros recursos y de nuestro tiempo, aprenderemos a gestionar nuestras prioridades, a dar un grado perfecto a nuestros intereses, deseos y expectativas en cuanto a nuestros recursos físico-temporales y a optimizarlos para favorecer lo realmente importante. – Se agachó y agarró un pesado saco que parecía lleno de inmensas piedras. Con mucho trabajo, lo empujó hasta el frente, lo abrió y comenzó a sacar piedras, que poco a poco, fue depositando en el acuario.

Los asistentes al taller, le miraban estupefactos, habían pagado un buen dinero por ver a un hombre introducir piedras en una caja de vidrio. El profesor, piedra a piedra, llenó la enorme pecera hasta que ya no cupo ninguna de esas grandes piedras.

- Muy bien, compañeros, ¿alguien podría definirme en qué estado se encuentra esta pecera?

- Bueno, señor, pues creo que ahora el acuario está lleno. – Dijo uno de los trajeados asistentes.

- Respuesta incorrecta, amigo. – El profesor volvió a la parte de atrás de la clase, de donde levantó, con esfuerzo, una caja de madera que estaba llena de algo. – Es bastante fácil el poner la excusa de que nuestra agenda está llena. Pero nos debemos preguntar si realmente lo está. – Llevó la caja hasta el frente y la apoyó al lado del acuario. Tomó fuerzas para levantar la caja y, poco a poco, vació su contenido en el acuario. Eran unas piedrecitas y guijarros que, poco a poco, fueron llenando la pecera, introduciéndose en los huecos que dejaban las enormes piedras. Cuando llegó hasta arriba, dejó la caja a un lado. - ¿Veis?, no estaba tan lleno al fin y al cabo.

- ¿Alguien podría describirme el estado de este acuario ahora?

- Pues, parece que, al menos, un poco más lleno que antes. – Respondió uno de los asistentes.

- Muy bien, amigos, pero esto no se ha acabado. – Volvió a dirigirse al final de la clase y cargó un cubo a la parte de adelante. Vació su contenido en la pecera, arena fina, que se introdujo en los pequeños huecos que habían dejado los guijarros. Cuando lo hubo terminado, se volvió a su audiencia.

- ¿Cómo está ahora?

- Lleno. Ahora sí que está lleno – Contestó el mismo que había fallado en la respuesta la primera vez que preguntó eso mismo el profesor.

- De nuevo, amigo, respuesta incorrecta. Aún podemos llenar más nuestra agenda, aunque parezca que no.

Esta vez, sacó de detrás de la mesa donde estaba el acuario, una jarra de agua, cuyo contenido vertió en la pecera. La arena fue absorbiendo el agua hasta que ya no cupo más.

- Mis queridos amigos, ¿cuál es la enseñanza que podemos extraer de este acuario?

- ¿Que nunca podemos decir que nuestra agenda está demasiado llena?

- Respuesta incorrecta. – Respondió el experto - De aquí podemos aprender que si no ponemos las piedras más grandes lo primero, jamás podremos colocarlas ya.

No hay comentarios:

Entradas populares