miércoles, 30 de noviembre de 2011

La partida


Todos nacemos con unas cuantas cartas en la mano. No todos iniciamos esta partida con las mismas, ni siquiera parecidas ni en el mismo número. Pero el hecho es que todos y cada uno comenzamos esta partida de la vida con alguna carta, alguna valiosa manera de sacar jugo de los años que viviremos en esta mota de polvo del universo.

Creo que  todos conocemos casos de gente que ha disfrutado de todo en la vida, que su familia tenía dinero, que han tenido oportunidades para triunfar y que las han aprovechado, que eran trabajadores, entusiasmados con lo que hacían y les ha ido realmente bien. Que lo han conseguido. Son gente que nació con buenas cartas en la mano, que las han sabido jugar correctamente y que, al menos aparentemente, van ganando su partida.

También están los casos de aquellos que lo tienen todo, nacen con unas cartas inmejorables, y sin embargo, las juegan desastrosamente. Todos conocemos también casos de aquellos que han nacido en buenas familias, con todo en la vida, con dinero, oportunidades, incluso atractivo físico, absolutamente todo lo que puedan necesitar, al menos aparentemente, para ser felices. Y sin embargo acaban fatal, parece una tragedia, como una maldición que cayó sobre ellos y el negro del sudario les envuelve por una decisión fallida, o una cadena de ellas. Vienen a mi mente personajes como Lady Di, Heath Ledger o Michael Jackson. Ejemplos de poderosos y gente que lo tenían todo que mueren en las peores circunstancias por errores.

Otro caso que nos podemos encontrar en la vida son aquellas personas que tienen cartas normales, nada del otro mundo, o incluso podríamos considerar que tienen malas cartas, no tuvieron suerte en el reparto. Teniendo estas cartas, cualquiera podría pensar que se rendirían a la evidencia y que dejarían de luchar, que se conformarían con sobrevivir y tratar de hacer el menor ruido posible. Sin embargo, luchan. Conscientes de sus propias miserias, se lanzan a cumplir sus sueños amparados por la fuerza que da la esperanza. Estas “flores que crecen en medio de la basura” son casos raros que logran triunfar partiendo de una base mucho más baja que otros que triunfan. Desde luego nadie pensaría que triunfaran con aquellas cartas en la mano. Pero juegan con brillantez y arduo trabajo cada carta, poniendo toda la carne en el asador. Estos personajes son dignos de admiración. No faltan los casos de grandes compañías informáticas que comenzaron en un garaje, con un par de adolescentes buscando ganarse la vida de una manera modesta.

Y el último caso, el que lamentablemente más nos tiene acostumbrada la vida, es el de aquellos que no parten con buenas cartas en la mano, algo normal o incluso malo, al menos desde el punto de vista del poseedor de aquella mano. La verdad es que pocas son las ocasiones en que alguien reconoce que tiene buena mano, nos gusta quejarnos demasiado. Al tener estas cartas tan “malas”, el poseedor piensa que no merece la pena luchar por absolutamente nada. Así que malgasta sus cartas a la menor, sin buscar su bien, sin intentar ganar una mano siquiera. Me da mucha pena el ver, según ando por la calle, adolescentes que han entregado algunas de sus mejores cartas a jugadas tan penosas como las drogas, gente que apuesta todo por alguien a quien quiere, cuando resulta que lo único que obtiene a cambio es desprecio, y ahí sigue, entregando una y otra vez sus mejores cartas al dolor, conociendo perfectamente el resultado de la jugada. Los casos de aquellos que no tienen dinero para alimentar a sus familias, y sin embargo, gastan lo poco que tienen en alcohol o en juego son ejemplos perfectos para los jugadores de este último tipo.

La partida que jugamos es a vida o muerte. No nos jugamos el honor, unas fichas ni unos euros. Nacemos con unas cartas, que debemos jugar lo mejor que podamos. Está claro que podemos tener un golpe de suerte y robar de la bajara en algún momento una carta que cambie el sino de nuestra partida, o todo lo contrario, recibir un varapalo en forma de carta desastrosa que nos hunda en aquel lugar del que nos costará sangre, sudor y lágrimas salir. Pero lo que está claro en esta partida es que lo más importante de todo no son las cartas que tenemos en nuestra mano. Es algo importante, claro está, pero en ninguna manera determinante para el cómo acabaremos. Lo más importante es qué haremos con esas cartas que tenemos, a qué jugadas las apostaremos, en qué momento enseñaremos los ases que teníamos guardados.

¿Qué jugadas haremos? ¿De dónde aprenderemos a usar nuestras cartas de la mejor manera posible? ¿Hay alguna manera de tener la garantía de saber que ganaremos esta partida cósmica? La verdad es que hay tantas soluciones a estas preguntas casi como personas habitan nuestro mundo, y como en casi todo en lo que podemos encontrar varias respuestas, no todo el mundo puede tener razón. La prueba es evidente viendo la cantidad ingente de personas que fallan estrepitosamente en sus apuestas y lo pierden todo.

¿Cuál es la jugada más importante? ¿Hay algo lo suficientemente importante para apostarlo todo y asegurame la victoria? ¿Algún órdago a la vista? Hay algunos que dirán que si lo apuestas todo al dinero, si te conviertes en un millonario, ganarás esta partida. O que si encuentras a alguien que te quiera lo suficiente y tal y como eres, obtendrás la victoria. O que si logras acumular suficiente poder para que los demás bailen a tu son, o quizá si tienes fama y la gente te admira.

Yo os propongo una solución. Una que sé que merece la pena para asegurarnos la victoria de nuestra partida, esta en la que, queramos o no, tenemos que jugar, pues se trata de nuestra propia vida. Creo que para aprender a hacer nuestras jugadas de quien mejor podemos fiarnos es de Dios mismo, de nuestro Creador. Él nos dejó en su Palabra cuales eran las mejores jugadas, a dónde debíamos apostar ese as que tenemos reservado. Cual era el órdago más importante de nuestras vidas. El resto de las cosas poco importan. En el evangelio de Mateo, Jesús mismo dice: “Porque, ¿qué aprovechará el hombre, si ganare el mundo entero, pero pierde su propia alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?”

No estoy hablando de una victoria física, de una que te concederá favores entre los hombres como los triunfadores que estamos acostumbrados a ver. Te estoy diciendo que en la Biblia está descrita la manera en que Jesús ya ganó esa partida por ti, la manera en que te ofrece esa victoria de una forma absolutamente gratuita y el medio por el que podrás disfrutar de esta victoria de una manera completa y eterna.

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