viernes, 11 de noviembre de 2011

El Infierno III: Pagado


Infierno. Es una palabra terrible para designar algo aún más terrorífico. Hemos crecido en un país en que el Infierno y el Cielo ha sido usado durante demasiado tiempo como un medio para atemorizar a la gente y mantener el control sobre la masa. El Infierno al servicio del poder. Durante milenios nuestros antepasados han pensado que era mucho mejor dejar de lado lo que pase en esta tierra, olvidarnos de las injusticias, enfocarnos en lo que pasará después de morir, en cuál es el lugar en que habitarán nuestras almas en el más allá.

La pura verdad es que se ha mentido mucho a lo largo del tiempo en este sentido, se ha falseado lo que decía la Biblia a favor de aquellos que se negaban a soltar ni un ápice de su férreo control sobre sus súbditos. Pero el caso es que todas estas mentiras, todas estas manipulaciones, toda la falsedad que se ha echado sobre el infierno no cambia la realidad de su existencia. Cosa que, por supuesto, no quita valor de lo que ocurra aquí, y no nos autoriza a no preocuparnos por la justicia y el bienestar nuestro y de los que nos rodean.

Hace un par de semanas, tuve una conversación muy interesante con un musulmán. Siempre es de agradecer el encontrarse a alguien que no piensa lo mismo que uno y que, en cambio se ofrece a hablar, a compartir opiniones y creencias en un clima de concordia y respeto. Gran parte de nuestra conversación se basó en el tema de la justicia divina.

Como hablábamos el otro día, el pecado es algo mucho más importante y trascendente de lo que pensamos, se trata ni más ni menos de la falta al mayor ser del universo, a la mayor autoridad, es una falta elevada al infinito. Por lo tanto, la justa paga por esto también debe ser infinita, así es la justicia.

Este chico me decía que cuando haces algo malo, lo que debes hacer es pedir perdón, cosa con la que estoy de acuerdo. Y que si la persona a la que has hecho eso malo te perdona, entonces Dios te perdona, asunto resuelto. En eso ya no estoy de acuerdo. Cuando haces algo mal, no solamente estás faltando a esa persona, también estás fallando severamente a la Ley de Dios. Esto significa que la aparente pequeña falta, se convierte en algo tremendamente grave. Está bien, es más, es necesario, que pidas perdón a aquella persona a la que hiciste algo malo, pero eso no cambia la situación terrible en la que te encuentras por haber faltado a esta ley. En la Biblia dice claramente que la paga del pecado es la muerte. Y no se refiere únicamente a la muerte física, sino a la espiritual. La paga del pecado, como falta infinita y eterna, es un castigo infinito y eterno.

Si Dios se limitara a perdonar los pecados sin más, estaría siendo injusto. El arrepentimiento no es suficiente. Si tienes una deuda con el banco, no basta con que vayas y le pidas perdón al director, debes pagar. Por la sencilla razón que si tu no pagas, ellos tendrán que asumir esa deuda.

Esta es la tremenda diferencia del cristianismo bíblico y el resto de las “religiones”. Mientras el resto de las religiones tratan de salvar este tremendo obstáculo con una serie de “cosas buenas”, conocimientos trascendentes o algún tipo de vía de trascendencia, el cristianismo real parte de la base de nuestra incapacidad de pagar por nuestras faltas, de nuestra imposibilidad de escapar de esta sentencia eterna y justa que pesa sobre nuestras cabezas.

Pero no son todas malas noticias. Es verdad que no podemos hacer nada, es cierto que la justa sentencia que merecemos es el castigo eterno, porque todos somos malos, absolutamente todos. Pero la feliz verdad es que ya está pagado. Es curioso que mientras Jesús, el mismo Juez pagando la justa sentencia, estaba colgado en una cruz hace casi 2000 años, pronunció una frase restringida al mundo monetario y de los banqueros. “La deuda está saldada”.

Ya está. Hecho. 

El infierno es escalofriantemente real. Contra el poder de su fuego, de su justicia, de su potencia no podemos hacer nada, absolutamente nada. Pero lo cierto es que, a pesar que no lo merecíamos, Aquel que debía hacer caer sobre nosotros su justa ira, ya pagó por eso. Con solamente aceptar este regalo de amor, de justicia, de infinita misericordia, el infierno perderá todo su poder, su justicia será satisfecha. Y sus puertas serán cerradas para siempre.

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