viernes, 28 de octubre de 2011

Los premios Poe

¡Muy buenas a tod@s!

Recientemente, La Pajarería del Tío Poe ha recibido un premio de parte de Esteer desde su blog, Susurros del tiempo, por "sus redacciones que despiertan la fe en algo superior". Así que como corresponde a la costumbre de los bloggers, me gustaría entregar los Premios Poe a los mejores blogs.

Y ahí voy con los premios.

-"La Caverna de Zaratrusta" por ser capaz de comprimir tantos sentimientos en tan pocas palabras con tanta brillantez.

- "Tu mirada me hace grande" por conseguir abrir el corazón sin ponerle diques.

- "El viento que mueve los molinos" por lograr remover lo más profundo de uno mismo.

- "Una cruz entre un millón" Por su gran calidad y su enorme ilusión.


Enhorabuena a los ganadores.

jueves, 27 de octubre de 2011

Éxodo


No lo entendía. Pero, aunque no lo entendiera, lo aceptaba. Había llegado demasiado lejos como para echarse atrás, además, no tenía ninguna razón para dudar. Desde el principio sabía que el Dios verdadero iba de su parte.

Él ya era un hombre muy mayor, demasiado para la tarea que le había sido encomendada. Aunque era innegable que el pueblo confiaría más en la autoridad de un anciano que en la de un muchacho, el caso es que llevaba muchos años vividos, y aún tenía la impresión de que le quedaba mucho por hacer y por vivir. Tampoco se sentía digno de aquella tarea. Debía guiar al pueblo de Dios a la Tierra prometida, aquella de la que fluye leche y miel. Él. El que se había aprovechado por años de su sufrimiento, el que había vivido con Faraón, el que había tenido la vida de un rey en medio de la esclavitud de sus hermanos, el que había asesinado a sangre fría a un hombre, el anciano al que ya le dolían los huesos. No es que se sintiera indigno e incapacitado para aquella titánica tarea, es que lo era, y lo sabía. Pero cuanto más inválido se sentía, más agradecido y confiado estaba en aquel que los había liberado con tal despliegue de poder. Nadie podía dudar que el mismo Creador los acompañaba. De hecho, lo podían ver, delante del campamento, abriendo el camino, allí estaba. De día era una columna inmensa de humo, pero de noche se hacía aún más espectacular, era una columna de fuego. Disfrutaba contemplando la manera en que los niños más pequeños veían su magnificencia. Solía descansar pensando que aunque él no valiera para aquella tarea, no se trataba de él, sino de aquel que había demostrado sobradamente que sí podía, y que sí quería.

Moisés había sido criado por los egipcios, más aún, por la madre del actual faraón. Ramsé había sido su hermano durante 40 años, hasta que se vio obligado a abandonar la que había sido su tierra huyendo de la justicia por cometer un asesinato. Era judío, eso lo sabía desde que era pequeño. Su madre le salvó milagrosa y desesperadamente de la masacre de niños hebreos que ordenó el entonces faraón, el que después le sería por abuelo.

Todo aquello se lo habían contado, claro. Moisés nada recuerda de su travesía a través del Nilo montado en un pequeño cesto  para llegar al fin a los brazos de su madre egipcia, Batía. Su madre, la hebrea, Iojebed, le amamantó y se hizo cargo de él gracias a su hermana mayor, Miriam. Así que él conocía la historia perfectamente. Y esto era una de las cosas que más le carcomían. El conocía la situación de su pueblo, de su propia familia. Y nada hizo más que aprovecharse de ellos. No solamente en su juventud, como habría sido normal, sino que hasta que no tuvo que huir a los 40 años, no entró en la cuenta de lo que había estado haciendo. El pensaba que aquella posición sobre sus hermanos, todo el poder que ostentaba, sus caros linos, sus caballos, sus carros, sus armaduras, su oro, sus esclavos… pensaba que los tenía por derecho propio, porque si el dios de los hebreos, o alguno de los dioses de los egipcios lo habían querido así, era para que él lo disfrutara, para que lo aprovechara. Moisés pasó cuarenta años pensando que era alguien.

Pero la salida de Egipto fue como un mazazo para su ego, para la concepción que había tenido de la vida hasta ahora. Es triste, pero fue a los 40 años cuando se dio cuenta que no era nada, que no era nadie, que si algo había tenido había sido de prestado, para que lograra un fin y que no había hecho más que aprovecharlo para su sucio beneficio. Y ya no le quedaba nada, solo la amargura y el recuerdo de su estupidez. Pero era demasiado tarde.

Con el tiempo se dio cuenta que no era demasiado tarde, y que hasta las más profundas vilezas pueden ser usadas por el único y auténtico Dios para cosas impresionantes.

En el desierto conoció una familia que le cambió la vida por completo. La familia de Jetro. Ellos adoraban a un solo Dios, al que puso las estrellas en la bóveda celeste, al que se encarga de dar vida a cada planta, al que hace que cada estación llueva, nieve, salga el sol, se ponga. Moisés se unió a ellos al casarse con su hija, Séfora. Comenzó una nueva vida, una completamente diferente de la anterior. Una en la que tenía que preocuparse de los demás y no simplemente aprovecharse de ellos, una en la que tenía que ser responsable de él mismo y de otros, una en la que cualquiera de la familia valía lo mismo que él, una en que para debía trabajar.

Y allí pensó que debía quedarse para siempre. Tenía una familia, tenía una estabilidad, estaba feliz. Pero, nuevamente, se equivocó.

Un día cuidando de las ovejas por los montes, cuando vio detrás de un risco algo que le extrañó demasiado, y así comenzaría lo que fue la experiencia que cambiaría su vida para siempre. Rodeó el risco y se encontró ante una zarza que ardía, pero que no se consumía. Extrañado, Moisés se acercó.

Dios mismo le habló, con voz audible. Incluso le declaró cual era su nombre. Ahora sí que no había ninguna duda. El dios de Jetro, el dios de los hebreos, el auténtico Señor, estaba de su parte. Moisés cambió a partir de aquel momento. Ya rondaba los 80 años, pero se sintió con fuerzas para hacer lo que fuera, por la sencilla razón de que el mismo Dios estaba acompañándole. Pero la labor que le encomendó este dios fue esto que le vino demasiado grande. Aunque quiso excusarse, aunque se propuso desentenderse, Dios no se lo permitió.

Había oído las plegarias de su pueblo. Había visto el sufrimiento al que les sometían los egipcios. Iba a actuar. Y él sería su mano. Dios había hablado, y Moisés debía obedecer. Nunca se arrepintió de hacerlo, pero reconocía que si podía era por la continua ayuda que recibía del Altísimo.

Así que Moisés, 40 años después, y con bastante peor pinta, volvió al lugar que le vio nacer y crecer. Se encontró con el que había sido su hermano, pero que ahora ocupaba el trono, y estaba demasiado cambiado. Aquel con el que había jugado, reído, bailado, bebido… ahora era el gran emperador, adorado como dios. La Espada Negra del Rey, la que le daba todo el poder y llevaba en manos de los monarcas del Nilo desde que los dioses se la entregaron. Y la verdad es que parecía que se lo había terminado por creer. Moisés sabía que sería una insensatez pedirle que dejase ir a su pueblo, pero eran las órdenes que había recibido del auténtico Dios, así que fue lo que hizo.

Lo que vino después, nadie lo habría previsto. Bueno, la parte en que Ramsés rechazó de pleno el dejar irse al pueblo de Israel era previsible, pero lo que aquello conllevó fue lo más impresionante que habían visto los hombres en toda su historia, y llevó a Moisés a dar fe ciega de que aquello iba en serio, que Dios no estaba bromeando.

En un enfrentamiento sin cuartel de los dioses egipcios con el dios hebreo, por medio de 9 plagas, destruyó la credibilidad y el poder de los míticos dioses del Nilo al tiempo que asoló la floreciente tierra. Estas plagas, siempre precedidas por otro ruego de que dejara ir a su pueblo y advertencia sobre las consecuencias de la negativa, fueron como saetas lanzadas contra el corazón de los dioses, una contra cada uno. Hasta que llegó la última, aquella que más le dolía a Moisés, pero que inequívocamente les daría la libertad total.

Solamente quedaba un dios, o alguien que se tenía por ello, por destruir, este era el que fue el hermano de Moisés, el faraón, Ramsés. El Dios que se le presentó en la zarza ardiente, Yahwéh, el que siempre ES, iba a matar al primogénito de aquel que quería robarle su potestad, iba a tomar su vida, acompañada de la vida de todos los primogénitos egipcios para demostrar de una vez por todas ante quién se estaban rebelando.

Les dejó ir, con el dolor de su corazón. Dios fue fiel, usó su poder como nunca antes para rescatar a su pueblo, para cumplir su palabra.

El pueblo estaba de celebración. Durante cientos de años habían sido esclavos, y ahora eran libres, completamente libres. Y no solamente eso, sino que sabían que su dios tenía cuidado de ellos, que era real y que les había prometido una tierra, una en la que por fin podrían vivir tranquilos, cultivar sus vides, criar a sus hijos, construir casas propias. Ahora eran un pueblo rescatado, el Pueblo Elegido.

Ni el mar, ni los enemigos, ni la naturaleza, ni los mismos dioses podrían con aquel pueblo. Si permanecían unidos y confiaban completamente en Dios como hasta entonces, nada tenían que temer. Dios había demostrado ser fiel y lo seguiría siendo por siempre.

Además, Moisés no se había ido de vacío de la presencia de Faraón. La espada negra, la joya de la corona del Nilo, el filo de Dios. Ahora sí que nadie se interpondría entre ellos y la tierra que les había sido prometida. Nada lo haría si eran fieles.

miércoles, 26 de octubre de 2011

Rubalcaba, Rajoy y la economía de Dios

Cuando llegan las campañas electorales y los mítines se multiplican, hay el peligro de que la abundancia de palabras haga germinar la palabrería, el verbo se convierta en verborrea y la charla en charlatanería.

Y es que intentar ser durante las semanas que dura la campaña, a todas horas, brillante, agudo, original, exhaustivo, profundo y hasta divertido, es tarea que creo está más allá de la capacidad de cualquier ser humano; además de dar respuesta a todas las incógnitas, tener soluciones para todos los problemas, disipar todos los temores y contestar a todas las preguntas. Es una tarea titánica, por no decir sobrehumana, y por lo tanto que está más allá de la capacidad de cualquier mortal, pero eso es lo que espera la audiencia que el candidato haga. Éste se sabe limitado, pero el reconocimiento de tal limitación dejaría decepcionados a los que le escuchan, por lo que no le queda más remedio que subirse a un carro alado tirado por briosos caballos que son las palabras, frases e ideas de su discurso que le levantan hasta alturas tan encumbradas como peligrosas, a causa de la debilidad congénita que tienen no solo las palabras sino el que las pronuncia.

 No creo que haya sido un acierto meter a Dios en la campaña electoral por parte de los candidatos para las próximas elecciones presidenciales en España del 20 de noviembre. La frase del señor Rajoy de que si gana hará una política económica “como Dios manda”, ha sido respondida por el señor Rubalcaba con la de que “anda que, como tengamos que esperar a que Dios nos mande algunas indicaciones económicas, vamos listos.”

En el primer caso porque la frase, tomada literalmente, puede, cuando llegue el momento de aplicar medidas, indicar que ésas serían las que Dios tomaría. Como no sabemos todavía cuáles son esas medidas es un tanto aventurado identificarse con la frase, porque pudiera resultar que cuando llegue la hora de la verdad el nombre de Dios quede en entredicho e incluso sea motivo de desprecio y escarnio, como tantas veces ha ocurrido. En el segundo caso porque la frase supone una ofensa hacia una parte del electorado que es creyente y que puede sentir que su sensibilidad religiosa está siendo atacada, por la alusión mordaz a Dios que el señor Rubalcaba ha hecho. Es un principio básico de cualquier candidato en campaña no enajenarse innecesariamente la simpatía de un sector de los votantes, porque las consecuencias pueden salirle caras.

 Pero yendo al fondo de la cuestión, ¿tiene algo que ver Dios con la economía, como el señor Rajoy ha afirmado, o no tiene nada que ver, como el señor Rubalcaba ha contestado? En mi opinión la respuesta es que sí, que Dios tiene que ver con la economía, lo que rebate el tono desafiante y burlón del señor Rubalcaba, aunque no necesariamente la política económica de Dios coincida con la que el señor Rajoy aplicará si llega a la presidencia de la nación.

Parto del hecho de que considero que  en la Biblia encontramos enseñanza suficiente para saber qué es lo que Dios piensa sobre la economía. Y en primer lugar  descubro que hay un vínculo indisoluble entre economía y ética, de tal modo que la honradez, la honestidad, la equidad y la transparencia son principios ineludibles y por eso hay un mandato para que incluso en las transacciones comerciales más pequeñas tales principios las presidan (Levítico 19: 35, 36) . Si eso se aplica a la economía doméstica, cuánto más a las grandes operaciones financieras.

 También descubro que en la Biblia hay enseñanza suficiente acerca de que el esfuerzo y el trabajo son la fuente de prosperidad genera (Proverbios 10:4). La ociosidad, la disipación y la negligencia solo pueden llevar a la pobreza y la miseria, de manera que hay una clase de pobreza que es resultado directo de la pasividad y que no se arregla con subvenciones, sino que más bien la retroalimentan.  Igualmente encuentro en la Biblia que  hay unas leyes instituidas para proteger a aquellos que, por circunstancias de la vida, han quedado en una situación de vulnerabilidad extrema, hasta el punto de que su condición es tan precaria que los hace víctimas fáciles de explotación y abuso (Deuteronomio 24:17-32) . Es decir, que hay una consideración hacia los más débiles y se insta a los más favorecidos a ser desprendidos y generosos hacia ellos. Junto con ello se prohíbe expresamente la usura en el préstamo a interés (Salmo 15:5) , cerrando así el paso a la avaricia.

 Así mismo percibo en la Biblia que la economía no es un fin en sí, sino que la persona está por encima del valor de las cosas y también del dinero , razón por la cual se instituye un año de remisión que marca unos límites y nos recuerda quién es el verdadero dueño de la tierra y de las personas (Levítico 25:10) . Del mismo modo hallo en la Biblia que se promulga el respeto a los recursos naturales, no sobre-explotándolos por causa de la avaricia y la codicia, sino considerando que son medios para nuestro sustento y que precisan ser racional y sabiamente utilizados (Levítico 25:2-7) . Además, encuentro en la Biblia que el desastre económico originado por el pecado humano tiene remedio, si solamente somos humildes para dejar toda nuestra soberbia y arrogancia y nos volvemos a Dios (2 Crónicas 7:14) , algo que repercutirá en primer lugar en nuestro propio beneficio.

 ¿Tiene Dios algo que ver con la economía? Claro que sí. Por eso, señor Rubalcaba, en lugar de mofarse aprenda primero antes de hablar y mida sus palabras. Por eso, señor Rajoy, vaya a este libro para considerar si lo que usted tiene en mente sobre la economía concuerda con lo que allí está escrito.


Autores: Wenceslao Calvo
©Protestante Digital 2011

martes, 25 de octubre de 2011

Perdón


Hay una virtud que en España está muy menospreciada, que incluso se considera muchas veces como una carencia, como una muestra de debilidad. Y vista la manera de ser que muchos tenemos, no es para menos. Esta virtud es la del perdón, la de saber dar y pedir perdón.

Está claro que nadie es perfecto, y si alguien afirma serlo, simplemente miente. Así que más tarde o más temprano, en una relación que tengamos con alguien, nos veremos en medio de problemas, de roces, ninguna relación es perfecta tampoco. No es posible tener una relación perfecta entre dos seres imperfectos. Así que solamente hay una solución ante los fallos que unos y otros podamos tener, pedir y dar perdón.

Pero en medio de nuestra cultura, esto es algo muy complicado y que pocas veces se da. El problema que tenemos en España (no sé si también se dará en otros sitios) es que, por una parte, el pedir perdón está considerado como una acción y una actitud débil y de gente con poco orgullo. En efecto, el pedir perdón es reconocer las propias carencias delante de otro, estás llegando con actitud de humildad, arrepintiéndote de algo que hiciste y que no deberías haber hecho. Estás reconociendo que actuaste mal y afirmas que en la misma situación, procurarás no volver a hacer lo mismo. O al menos eso es lo que debería ser pedir perdón, estás aludiendo a la misericordia del otro para que no tenga en cuenta tu falta, te estás rebajando. Y eso es algo que no gusta, y mucho menos en una sociedad en que todo el mundo se tiene por noble.

Pero esta es la única manera en que una relación, del tipo que sea, puede salir adelante. Porque, como dije antes, el fallo es obligado, no hay posibilidad de que haya una relación duradera y profunda sin saber pedir perdón, porque es imposible que no haya faltas por parte de las dos partes.

Pero también hay otra parte que debe influir en el perdón, quizá es la más dura. Y es la de perdonar. Porque aquí sí que tenemos un concepto muy engañoso del hecho de dar perdón. En cuanto a perdonar, yo creo que la frase que más usamos es aquella de “yo perdono pero no olvido”, que no quiere decir más que realmente no estás perdonando, sino más bien apartándolo, escondiéndolo debajo de la alfombra para esgrimirlo como arma en el momento que mas te convenga. Pero el perdón verdadero va mucho más allá.

Así como el que pide perdón está humillándose, el que lo da no está poniéndose en un lugar más alto. Lo que está haciendo es afirmar que él mismo va a pagar las consecuencias de aquello que no le corresponde. Como ya hemos hablado alguna vez, todo ha de ser pagado, siempre. Esto es algo que nuestros amigos los economistas saben mejor que nadie, si no es aquel que lo disfruta, otro deberá pagarlo. Y cuando estás perdonando a alguien, estás afirmando que tú pagas su cuenta, que lo que él debía soportar, lo harás tú. Porque aprecias esa relación, porque consideras que es más importante esa persona que las consecuencias de sus actos. El “perdono pero no olvido” es una mentira, una falacia. Porque aquel que perdona, olvida. No guarda para usarlo cuando más daño haga.

Ojo, no estoy diciendo que no se deba aprender. Si un amigo que me ha robado algo es sorprendido y me pide perdón, a mi juicio sinceramente, puedo perdonarle, pero para otra vez tendré cuidado con dejar mis cosas a su alcance sin que nadie lo vigile. Una cosa es perdonar y otra muy diferente es no tener amor propio. Pero lo que no puedo hacer con eso es atacarle con esa vez que me robó algo. Por la sencilla razon de que no tengo derecho a hacerlo. Una vez algo está perdonado, no es justo el usarlo como arma, no sería un verdadero perdón.

Si supiéramos perdonar, si entendiésemos el poder y el valor de saber olvidar el mal que nos han hecho y confesado, seríamos mucho más libres. Libres del pasado. Además que nos lo pondríamos mucho más fácil cuando quisiéramos pedir perdón, pues no tendríamos la impresión de que lo que realmente estamos haciendo es dar un arma a aquel que pedimos perdón para que nos ataque en cuanto tenga oportunidad.

El perdón está muy subestimado en medio de nuestra sociedad, preferimos usar otros mecanismos como la vergüenza o la venganza, mecanismos destructivos arraigados en lo más profundo de nuestra naturaleza. Mecanismos que nos llevan a destruir en lugar de a construir. Si realmente queremos ser menos amargados y más felices, si queremos tener buenas relaciones con los demás y no perder amigos por orgullo necio, debemos aprender a cultivar este poderoso mecanismo, el perdón.

lunes, 24 de octubre de 2011

El final del camino


Ni recordaba el tiempo que había pasado. En lo profundo de su memoria, saltaba el recuerdo de aquel árbol o de aquel monte. Pero todo lo recordaba mucho más grande, algo cambiado. Era una de las sensaciones más extrañas que había tenido en su vida. Estaba contento por haber llegado a su destino, pero al mismo tiempo, estaba muy nervioso, tenía miedo por no saber qué sería de él. Con tres años, salió con su madre de aquel lugar huyendo de la guerra en la que su padre había muerto. Recordaba un viaje muy duro, recordaba las lágrimas de su madre mientras huía con lo poco que tenía, sin siquiera dar sepultura al cuerpo destrozado por una explosión de su marido, por la única razón de salvar la vida de su pequeño. Recordaba las noches escondidos bajo la lluvia por miedo a las aquellos “señores malos” que querían matarlos y robarles sus cosas. Recordaba el cansancio del largo camino que les alejaba de la guerra y de la muerte.

15 años después, su madre murió tras una larga enfermedad. Carlos, mientras la enterraba, a la única compañía que tuvo en su vida, decidió que volvería al lugar que le vio nacer a buscar un futuro. Seis meses le había llevado aquella aventura. Estaba realmente cansado, no solamente de una manera física. Había tenido que enterrar también durante el camino a su gran amigo y tocayo Carlos.

El llegar a su tierra, o al menos a la tierra a la que se suponía que pertenecía, era una situación extraña. Dejaba atrás todo lo que había pasado en su vida. Su madre y su amigo quedaban enterrados más y más a cada paso que lo introducía en aquella tierra que apenas recordaba. Venían a su mente las palabras del anciano Carlos “a mí me gusta vagar, ir por la naturaleza aprendiendo de cada paso, tomando decisiones vitales cada día, cometiendo errores de los que aprender. La vida es un camino, hijo. Y cuando te paras, te mueres.” Llegar a su destino le daba miedo al tiempo que alegría y emoción. Sabía que Carlos tenía razón. Y él no quería morirse. Hasta ahora no había tenido hogar, su hogar había sido la esperanza y el camino. Llegar a un sitio al que llamar hogar tenía el enorme peligro de pararse, de conformarse, de dejar de cometer errores de los que aprender.

Aquella verde tierra le recibía con los brazos abiertos. El estar ya en el gran valle que recordaba, en los siempre verdes valles, el contemplar los cristalinos riachuelos que recorrían la tierra, le daba esperanzas. Ahora sí que había llegado a casa.

Supo llegar, después de dar un par de vueltas y de soportar las curiosas miradas de aquellos paisanos que no conocía, a lo que fue su hogar. Ahora era una ruina. No había ventanas, el techo estaba hundido, la maleza se había adueñado de la casa de sus padres. Por ahora, pensó, no corría ese peligro, no podía pararse, tenía mucho que hacer, tenía trabajo y decisiones por delante. Como pudo, se introdujo en aquellas ruinas. Ya estaba pensando en la manera en que reconstruiría lo que sería su casa. Mientras, escuchó que alguien se acercaba, sin hacer ruido, se asomó por el pequeño agujero que quedaba de lo que fue una ventana. Por el camino pasaba una chica. Carlos la miró, era el ser más bello que había visto en su vida. Embobado, no le quitó el ojo de encima mientras se paseaba delante del montón de piedras que fue su casa. Y cuando hubo pasado un rato desde que se perdiera de su vista, Carlos se sorprendió imaginándose, en un futuro, esa casa reconstruida, junto a aquel ángel, con un par de criaturas jugando en los columpios que él mismo les haría.

Quedaba mucho trabajo por delante. El pasado había sido duro. El presente estaba cargado de esperanzas y de recuerdos. El futuro estaba por delante. El futuro sería más dulce, más agradable. Pero una cosa debía tener clara para siempre. El llegar a aquel valle no significaba haber terminado el camino. Al igual que aquel precipicio en el que se enfrentó a sus derrotas y a sus demonios no significaba el final, sino otro paso más, este verde valle no era la llegada a la meta. Debía seguir luchando, debía seguir avanzando. Y para afrontar este futuro cargado de vida, de ilusiones y de optimismo, jamás perdería de vista aquel tortuoso y duro camino que le llevó hasta allí, y todas las enseñanzas que le regaló.

viernes, 21 de octubre de 2011

El Hijo del hombre

Es cierto que a lo largo de la historia ha habido una innumerable cantidad de personas que han afirmado hablar en nombre de Dios, siendo evidente que no todos pudieron hacerlo, porque trasmitieron mensajes muy diferentes. El testimonio de una persona que asegura venir de parte del mismo Dios en sí mismo no significa más que esa persona, por la razón que sea, está reclamando que la autoridad con que habla viene de lo alto, sin demostrar absolutamente nada acerca de si es cierta la afirmación.

Para acompañar a estas afirmaciones tan poderosas, necesariamente deben ir una serie de pruebas que lo corroboren. Pero incluso en este punto hay varios personajes a lo largo de la historia que han acompañado supuestos milagros a sus afirmaciones de ser enviados de Dios que se contradicen unos a otros.

Hay un caso, el de Jesús de Nazaret, que no solamente afirmó que hablaba con autoridad divina porque Dios le había enviado, sino que afirmó algo aún más fuerte, él afirmó ser el mismo Dios hecho hombre, además de ser la única forma en que el hombre podía llegar a tener paz con el Creador.

La primera manera de confirmar la hipótesis de que Jesús es el Mesías la tenemos enterrada en miles de años de años que le precedieron. Y es que los judíos no tenían pocas pruebas precisamente para saber identificar al que sería el prometido por su Dios. Durante cerca de 1500 años, durante los cuales se escribió el Antiguo Testamento, el libro sagrado de los judíos, podemos encontrar cerca de 100 profecías anunciando y dando detalles escandalosamente precisos, hasta llegar al punto de predecir la familia de la que vendría, el pueblo donde nacería de una virgen, que sería adorado por pastores, honrado por grandes reyes, pretendido asesinar cuando aún era un bebé mediante una matanza de niños, que se escaparía a Egipto, que sería declarado hijo de Dios, que sanaría a ciegos, cojos y sordos, que sería rechazado y odiado por su pueblo, que le traicionaría un amigo íntimo, que sería acusado por falsos testigos, golpeado, fustigado, escupido, odiado sin razón, crucificado entre malhechores, que sus pies y sus manos serían agujereadas, que soldados se echarían a suerte sus ropas, que resucitaría tras su muerte o que ascendería al Cielo. Incluso se llegó a predecir, con cientos de años de anticipación, el año exacto en que moriría.

Hay algunos escépticos que creen que Jesús, deliberadamente, buscó el cumplimiento de estas profecías en su propia carne para que así los judíos le aclamaran como su Mesías, pero me pregunto yo cómo pudo él elegir donde nació o en qué familia, o cómo pudo haber escapado a la matanza ordenada por Herodes huyendo con sus padres a Egipto cuando era un bebé, y hacerlo deliberadamente. Me planteo seriamente cómo pudo cualquier hombre elegir haber sido crucificado entre malhechores o cómo pudo manipular todo y a todos para lograr que los soldados se echen a suerte su ropa. Pero lo más inquietante y que trataré más adelante es cómo pudo un simple hombre que buscó cumplir con trampas las profecías resucitar al tercer día de ser asesinado.

Otra prueba que debería dar alguien que reclama ser el mismo Dios para convencer a la gente sería el que supiera vivir a la altura de las circunstancias. Si el Dios Santo se hace hombre, y este hombre no es completamente santo, entonces sería obvio que es un mentiroso y que está fingiendo ser lo que, de hecho, no es. Así que Jesús, para poder ser declarado legítimamente como Dios mismo, debería haber vivido una vida perfecta, sin ninguna falta. Cosa que nadie en toda la Tierra había conseguido nunca, desde el principio de los tiempos, pasando por personajes tan emblemáticos como Abraham, José, Moisés o el mismo David. Incluso todos los hombres y mujeres enviados de Dios, habían fallado en alguna manera, no habían sido capaces de llegar a la perfección demandada por Dios. No es imposible parecer santo delante de algunos que penas le conocían, o que solamente le observaban mientras predicaba,  mientras estaba con la gente, es difícil, ciertamente, pero no imposible. Lo que yo al menos veo imposible es que pueda ser completamente perfecto delante de aquellos que estuvieron a su lado día y noche durante años, y Jesús lo logró. Aún en medio de todas las dificultades, de las penalidades, de que la gente le rechazara, se riera de él, aún en medio del dolor, de la muerte de seres queridos, aún afrontando latigazos, afrentas, incluso afrontando su propia muerte, y una muerte tan brutal como la que sufrió, Jesús permaneció perfecto, sin ninguna falta. Esto marcó a sus discípulos de tal manera que les convenció de su deidad. Les convenció hasta tal punto que la inmensa mayoría de ellos murieron martirizados por negarse a rechazar a Jesús como Dios absoluto.

Y la última prueba es la más evidente. Cualquiera que se enfrente a la idea de que Jesús fue Dios parará a estudiar los numerosos milagros que él hizo. Los milagros respaldan su divinidad, aunque tenemos muchos otros ejemplos de gente que los ha hecho en nombre de otros poderes, pero a lo que llegó él mismo no ha sido alcanzado por nadie. Jesús tenía poder sobre la muerte, resucitando a diferentes personajes, incluso llegó a resucitarse a sí mismo, demostrando de esta manera que es lógico y evidente que él es el mismo Dios, pues nadie sino Él tendría ese poder sobre la principal barrera que tiene el ser humano por delante.

jueves, 20 de octubre de 2011

危機


Con motivo de la celebración del Día Mundial de la Salud Mental el pasado 10 de octubre, el psiquiatra Álvaro Rivera, de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios, que agrupa a siete centros de atención a la salud mental en España y a cerca de cincuenta en todo el mundo, ha expuesto unas preocupantes cifras que no llegan a reflejarse en las estadísticas oficiales.

Lo cierto es que ha aumentado un 25% el número de suicidios y un 15% los nuevos casos psiquiátricos desde que comenzó la crisis económica dentro de la que andamos metidos.

Según diversos estudios, las personas desempleadas sufren problemas psicológicos con mayor frecuencia que las que tienen trabajo, de lo que se puede deducir que las crisis incrementan el nivel y el alcance de estas dolencias.

De hecho, el promedio de personas con problemas psicológicos entre los desempleados es del 34 % en comparación con el 16 % de las que tienen trabajo y,  cuanto mayor es la duración del periodo en paro, mayores son las consecuencias sobre la salud mental. 

Y todo esto en medio de la actual situación económica y social, en que casi cinco millones de españoles se encuentran en sin un trabajo, y con miles de familias desahuciadas por ejecuciones hipotecarias.

Esta es la grave realidad en que nos ha tocado vivir, esta es nuestra España. Una España aquejada de graves dolores profundos, en una situación de derrumbe generalizado y con pocos atisbos de esperanza en el horizonte.

Pero no quiero hablar de casos generales, de problemas de macroeconomía ni de situaciones globales que probablemente mucha gente pensará que no van con ellos, aunque estén metidos en el ajo. El hecho es que la situación es muy grave, además de a nivel global, a nivel particular. Son muchos los casos de jóvenes parejas que acuden al banco para entregar las llaves del piso que compraron con mucha ilusión porque sencillamente no pueden pagarlo. La gente se suicida porque no tienen cómo alimentar ni sacar adelante a su familia. Los problemas mentales provocados por la desesperación están llenando los centros psiquiátricos especializados. Yo no sé cuál es la situación particular de cada uno, pero me gustaría mostraros un ejemplo que encuentro de la Biblia, del primer libro de Samuel.

Al principio del todo de este libro, en el primer capítulo, comienza relatándonos la historia de Ana, una de las dos esposas de un hombre llamado Elcana. Ana vivía en una situación que la estresaba y la hacía estar deprimida. El caso es que Penina, la otra mujer de su marido tenía hijos, pero ella no lograba quedarse embarazada por mucho que lo intentara. En aquella época y en aquella cultura era muy importante y daba valor a una mujer el tener descendencia, así que ella se sentía muy poco importante, a pesar de la insistencia de su marido en que no se preocupara. El caso es que Ana lo pasaba muy mal viendo que pasaban los años y no lograba cambiar su dramática situación. Probablemente para nosotros no parezca una tragedia, pero si tratamos de empatizar lo más posible con Ana, descubriremos que se sentía muy poca cosa al no lograr alcanzar la meta de su vida por mucho que lo intentara, y más aún viendo cómo Penina sí lo lograba y la irritaba continuamente para humillarla.

Pero Ana no se quedó en su situación, en su dolor y en su desesperación. Ella actuó. Ella clamó a Dios para que la ayudara, viendo que nadie más podría sacarla de esa situación que la mataba. Era su única salida y ella la aprovechó sin pensarlo, aún cuando el mismo sacerdote pensaba que estaba loca y borracha por la manera en que suplicaba a Dios.

Pero Dios escuchó su súplica, y le concedió lo que ella pedía, y no solamente eso, el hijo que le nació, Samuel, llegó a ser un gran profeta de Dios, el líder de todo Israel, que ungió a dos reyes, entre ellos el mismo David, el gran rey de los hebreos. Sin duda el honor y el orgullo de toda madre.

Ana pasó por una crisis, probablemente no económica como nosotros, pero sí estaba desesperada como muchos españoles lo están. Ella sufrió y de este sufrimiento salió con mucho más de lo que tenía en un principio. Lo que a mi me gustaría que sacásemos de todo esto y aplicásemos a nuestra vida es que, es cierto que muchas veces pasamos por desiertos difícilmente soportables, es cierto que las situaciones nos agobian y nos desesperan, eso pasa y no podemos evitarlo, pero sí podemos elegir qué hacemos con nuestro dolor. Si pasamos por la crisis y dejamos al dolor estéril, habremos perdido lágrimas sin sentido, habremos desperdiciado sufrimiento.

No malgastes tu dolor.

No desperdicies tu sufrimiento. Porque este dolor posiblemente sea el mejor maestro que puedes tener, porque nunca sabes a donde te llevará, ni las cosas buenas que aguardan después. Como muchos de vosotros sabréis, la palabra crisis (危機) en japonés está compuesta de dos conceptos, que son peligro (危) y oportunidad (機). Si es una crisis por lo que estás pasando en tu vida, de cualquier tipo, te animo a que, sin olvidarte del peligro, siendo sensato, no dejes pasar la oportunidad. Porque la crisis es mucho más que un castigo o una maldición, porque siempre, sin ninguna excepción, aquello más valioso, aquello que más merece la pena, es lo que más cuesta conseguir.

miércoles, 19 de octubre de 2011

El sobrino-nieto de Hitler se convierte al judaísmo

Adolf Hitler con dos niños
Paradojas de la vida... El sobrino-nieto del responsable de la muerte de millones de judíos, Adolf Hitler, se ha convertido desde hace ya algún tiempo a la fe de Abraham y es profesor de Talmud en una universidad israelita.
Este familiar del Führer nació en Frankfurt en 1952 y vive y trabaja en Israel desde hace más de un cuarto de siglo. Pese a tener nombre, apellido y correo electrónico, no los ha hecho públicos -ni lo va a hacer- para que la trama de su vida no quede al descubierto.

Según informa el diario italiano La Repubblica, el hermanastro del genocida, Alois junior, era el padre de Heinz, segundo esposo de la abuela de nuestro protagonista, Ema Patra Hitler, quien al terminar la guerra eliminó la «t» de su apellido y lo cambió por «Hiler» para evitar ser identificada.
«Heinz se casó con la abuela Ema cuando ella se divorció de mi otro abuelo. Yo, por tanto, no tengo lazo alguno de sangre con el Führer, no tengo ADN en común», precisa el sobrino/nieto de Hitler, que dice haberse encontrado con Heinz solamente una vez «para un té» en casa.
«La abuela estaba encantada de haberse casado con uno de su clan». Ella, a la que califica de «fervorosa nazi», permaneció como tal «hasta el fin de sus días», relata. «Creía en la ideología antes, durante y después de la guerra. Estaba orgullosa de que su suegro fuera hermano de Hitler».

«Mis padres eran ambos cristianos protestantes. Los dos estaban en la Wehrmacht, el ejército del Tercer Reich. Mi padre, ardiente defensor del Partido, se divorció de mi madre poco después de mi nacimiento. Así que crecí con ella. Mi madre, en ese momento, no recibía ayuda alguna, ni económica, ni mucho menos moral de la abuela Ema, mujer indiferente a las penas y sufrimientos de los demás».
«He tenido una infancia llena de problemas; con mi madre pasábamos de una casa a otra, desalojados cuando no teníamos más dinero para pagar el alquiler. Sin embargo, ella me ha contado todo mostrándome documentos con la esvástica, las cartas y las fotografías de nuestros parientes, incluida ella misma, llevando uniformes. Y cuando le pregunté, visto que sabía las condiciones en que vivían los hebreos polacos en Lodz, por qué había continuado obedeciendo, me dijo sencillamente, con mucha vergüenza: “Tenía miedo“. La creí».

«Leí Mein Kampf, el libro de Hitler, de muchacho. Y quedé ciertamente impactado. ¿Cómo ha podido la gente ser tan estúpida para poder elegir a un hombre que escribía semejantes cosas?».
Este sobrino/nieto de Hitler señala que su recorrido hacia el judaísmo ha sido largo. «Después de la madurez, en el momento de hacer el servicio militar en Alemania, elegí Teología. El curso preveía un periodo de seis semanas en Israel. Era el inicio de los años setenta. Una vez llegado, me he sentido como en casa. Me he quedado y se ha producido mi conversión».

Algunos calculan que hay unos trescientos alemanes convertidos al judaísmo que viven actualmente en Israel. Muchos de ellos, entre los cuales se encuentran varios docentes universitarios, aún no quieren revelar su identidad y pasado.
El sobrino de Hitler utiliza otro nombre, aunque ya ha sido identificado en Israel por algunos. «No me agrada oír hablar de los palestinos con suficiencia. El Holocausto y el Tercer Reich me han forjado. Soy pacifista, y pienso que la democracia se prueba a sí misma respetando los derechos de las minorías. He buscado siempre ser honesto sobre mis orígenes: no los he ocultado jamás. También lo he hablado con mis alumnos y uno de ellos me ha dicho: “Imagina, tu abuelo podría haber gaseado a mi abuela“».

«Cuando mi historia comenzó a ser conocida, diversas personas con las que hablaba habitualmente dejaron de estrecharme la mano. Se cambian de acera. Y a mis hijos, en el colegio, los niños les escupen llamándolos “nazis“. He aprendido la lección. Alguna gente no quiere que tú cambies. Jamás».

Religionenlibertad.com

martes, 18 de octubre de 2011

El Infierno I: Una escalofriante realidad


Hay una pregunta que vuela por todo el mundo que se plantea algo en algún momento acerca de Dios, y esta cuestión es “¿cómo puede un Dios bueno mandar a alguien al infierno?”. ¿Cómo alguien tan benevolente puede sentenciar tan dura pena? ¿No es cierto que sería mucho más bueno un Dios que aceptara a todo el mundo y que no castigara a nadie? He escrito algunas entradas acerca del cielo, así que me gustaría hablar un poco del infierno también.

Es completamente cierto que Dios es bueno, infinitamente bueno. Pero también es cierto que Dios es justo, a la misma medida, infinitamente justo. Ambos atributos, como todos los demás, en Él son perfectos, sin ninguna carencia. Entonces nos encontramos ante un dilema importante. Si Dios es infinitamente bueno, entonces Él quiere y busca el bien de todos y todas, pero si es infinitamente justo, entonces de ninguna manera tendrá por justo al injusto, siempre tiene que dar el debido castigo o remuneración al resto de los seres dependiendo de si cumplen la ley o no.

Dios ya reveló su ley al hombre por medio de la persona de Moisés, tenemos los 10 mandamientos como el resumen de esta ley, y a su vez tenemos los dos mandamientos que da Jesús resumiéndolo aún más, “amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente, y amarás a tu prójimo como a ti mismo.” Esta es la ley de Dios, así es como hay que vivir y que actuar.

Dios no creó el infierno para que allí fueran los “hombres malos”, Él creó el infierno como lugar de castigo para Satanás y los demonios cuando estos se rebelaron. El plan de Dios no era que los hombres tuvieran que andar con el peso de tener que vivir conforme a la ley para alejarse de la amenaza constante del infierno, Él creó al hombre perfecto, y lo creó con la libertad para elegir, libertad que él usó para pecar, para faltar a la ley de Dios, y sentenciarse a sí mismo.

En perfecta justicia, ahí debería haber terminado todo, el hombre había faltado a la ley y merece justamente el castigo. Pero, como bien decía en un principio, Dios es además infinitamente bueno. Por medio de la muerte de Jesús, el mismo Dios, en sustitución por nosotros, podíamos volver al plan inicial que Dios tenía, a través del cual podríamos estar con Él para siempre disfrutando de todas las cosas que nos tiene preparadas. De esta manera, aceptando la sustitución de nuestra culpa por su sacrificio, podemos andar sin el peso de tener que vivir conforme a la ley para alejarnos de la amenaza constante del infierno. Ahora, después de esto, podemos elegir recibir el amor de Dios y ser perdonados por los méritos de Cristo, o podemos elegir libremente el rechazar el amor y el regalo de Dios y seguir viviendo a nuestra manera sin tener que pensar en lo que Dios ha hecho o en lo que piensa de nuestros actos.

El infierno no es un lugar que Dios creara para ensañarse con aquellos que no quieren saber nada de Él. Es un lugar de justicia. Todo aquel que no haya cumplido a la perfección la ley divina y no haya aceptado el sacrificio de Jesús en sustitución por él, es justo que vaya al infierno, y es justo que permanezca allí para siempre. Porque Dios ha dado todas las facilidades para que todo el que quiera pueda acceder a su presencia y olvidarse del temor al infierno, pero aún así, respeta nuestra decisión, Él deja libertad absoluta para que todo el mundo pueda elegirle o no, es un caballero y no nos coarta para que hagamos lo que Él quiera.

Dios representa y es la fuente de todo lo bueno, de todo lo agradable, de todo lo que merece la pena. Por lo tanto, es normal que el lugar de aquellos que no quieren saber nada de Él esté vacío de todo lo que representa. Allí no hay nada bueno, nada agradable, todo lo contrario. Al estar alejado de todo lo que merece la pena, como la amistad, el placer, la compañía, el cariño o la comprensión, este lugar es un tormento eterno.

El infierno es un lugar de castigo por haber incumplido la ley de Dios, sí. Pero también es un lugar que muestra como ningún otro el respeto que Dios tiene a nuestras decisiones, la manera en que Él acepta lo que elijamos libremente y nos ama hasta tal punto que no nos obliga a acudir a Él.

Si el infierno no existiera, o si fuera limitado hasta cierto punto, demostraría más bien que Dios no es justo ni es bueno. Porque un Dios que nos obliga a ser o a hacer lo que quiera en contra de nuestra voluntad, no es bueno, es manipulador y arrogante. Pero Dios nos respeta, y lo hace una vez nos ha informado previamente de cuáles serán las consecuencias de nuestra libre decisión.

Por otra parte, es necesaria la existencia de un castigo, la justicia debe ser satisfecha. De la misma manera que unos padres cuyo hijo adolescente ha sido asesinado demandarán justamente que el peso de la ley caiga sobre el asesino, es absolutamente necesario que la justicia divina sea satisfecha, de otra manera, Dios no sería justo en absoluto.

Así, tenemos la capacidad total de decisión, en libertad y conociendo las consecuencias merecidas a lo que decidamos. Están las dos puertas abiertas, la del Hades por nuestra maldad, y la celestial por los méritos de Cristo, para que así no tengamos ninguna excusa.
Y si aún te quedaba alguna excusa donde meterte para alegar que eso era algo que no sabías, para eso está aquí el Tío Poe, para despejar excusas.


lunes, 17 de octubre de 2011

Es por tu gracia

Hoy os quiero dejar una canción de Jesús Adrián Romero como regalo.

Estoy completamente de acuerdo con él. Es solo por la gracia de Dios que puedo dar la cara, que puedo hacer algunas cosas a derechas. Soy malo, soy un desastre, sencillamente no doy la talla. Pero lo bueno es que no depende de mí, no se trata de mí. Porque cuando intento hacer las cosas en mis fuerzas fallo, porque cuando dependo de Dios, de una manera o de otra, salgo victorioso.

Puede ser que a muchos de vosotros no os importe lo más mínimo todo esto, o penséis que todo es un autoengaño, pero aún así, yo quiero dar las gracias y reconocer el mérito de quien realmente lo tiene, y en este caso, no soy precisamente yo.




viernes, 14 de octubre de 2011

Recortes


No hay un duro por ningún sitio, eso está claro. La necesidad de unos y la falta de vergüenza de otros lleva a casos como el de uno de mis compañeros de piso, que trabaja cuidando de un anciano durante 11 horas al día para ganar 10 € en toda la jornada laboral, teniendo que pagar él mismo el transporte y teniendo que llevar su propia comida, eso está claro, que la vida está muy mala. Y encima se supone que debe estar agradecido por tener un trabajo que le permita sobrevivir en estos tiempos aciagos.

Personalmente, en uno de los trabajos donde estuve este verano, todos los empleados hemos tenido problemas con el jefe, que antes de empezar el trabajo nos dijo que cobraríamos la hora a una cifra, y a mitad del trabajo, nos dijo que había cambiado de opinión y que cobraríamos menos.

Y así ocurre en todos los ámbitos, son tiempos de recortes y de limitaciones. Es normal que así sea, si queremos salir adelante, debemos ajustarnos el cinturón y ser conscientes que hemos estado viviendo durante demasiado tiempo pensando que éramos más ricos de lo que realmente somos.

Así que, como todo el mundo preveía, tenemos que ingresar más y gastar menos para sobrevivir a esta devastación económica.

Hoy mismo me he enterado de que el equipo de gobierno estudia la posibilidad de suprimir el aula de la UNED en Béjar. Esto entra en lo que decíamos hace un momento, que hay algunas cosas de las que tenemos que prescindir, tenemos que ahorrar y hay algunos gastos innecesarios. En Béjar tenemos una cobertura sanitaria terrible, todos conocemos casos de gente conocida que ha sufrido mucho, incluso algunos tristes casos de gente que ha muerto por la nefasta sanidad de la que gozamos en nuestra ciudad, y a cada año que pasa, los servicios se van degenerando, cada vez más y más casos son derivados a Salamanca, incluso para una triste radiografía. Pero eso es necesario, el “hospital” de Béjar no necesita más especialidades, porque tenemos que ahorrar en gastos innecesarios, como todo el mundo sabe, la sanidad es innecesaria. Podría dar más ejemplos como el día en que mi hermano pequeño me informaba que había tenido que sentarse en el suelo en una clase en que se hacinaban más de 40 alumnos porque no había suficientes profesores para atender a los chicos. Todos conocemos muchos casos como estos. Esto está bien, hay que eliminar gastos como sea para salir delante de esta situación.

Pero hay cosas en que no podemos dejar de gastar. Eso está claro, estamos en crisis pero hay algunos servicios y obras mínimas en que no podemos dejar de invertir. Puedo dar algunos ejemplos de Béjar, para no ir más lejos. Como el caso de aquel parque infantil y lugar emblemático que fue destruido, con el dinero de todos, y no poco, por cierto, para construir un parking subterráneo en que cupieran una docena de coches, varios años y millones de euros después.U otros casos como crear una ciudad fantasma de más de 40000 habitantes, a todas luces insostenible y absurda, teniendo en cuenta la situación real, sin parar un momento a mirar la realidad actual. O como aquella deuda de las parcelas de La Condesa de dos millones y medio de euros, que es mejor no cobrar, porque tampoco estamos tan mal. Estamos en crisis, pero tampoco es para tanto.

Está bien recortar en algunas cosas para lograr sobrevivir. La sanidad o la educación son lujos que no todo el mundo tiene porqué disfrutar, hay otras cosas más importantes que sí que nos sacarán de la crisis y en las que debemos poner mucho más énfasis como las grandes obras faraónicas o el bienestar de nuestros amigos los millonarios.

Así nos luce el pelo.

jueves, 13 de octubre de 2011

Incestos bíblicos


Una de las dudas con las que podemos encontrarnos cuando nos adentramos en la Biblia es acerca de los primeros seres humanos, y la manera en que estos pudieron reproducirse. Son dudas lógicas partiendo de las bases que nosotros tenemos. Porque sabemos de Adán y Eva que tuvieron 3 hijos solamente, Caín, Abel y Set, y también sabemos que Abel fue asesinado por su hermano Caín. Con lo cual nos quedan dos hijos varones, que como todo el mundo sabe, o al menos la gran mayoría, no pueden tener hijos entre ellos por mucho que se empeñen. Y también sabemos que si dos hermanos tienen descendencia, aún siendo hombre y mujer, hay muchas posibilidades de que la genética no favorezca a la progenie, la historia de nuestra monarquía lo atestigua, por no hablar de la moralidad más que dudosa que supondría ese hecho, más aún en la Biblia, donde aparece penado en el libro del Levítico, escrito también por Moisés.

Pues bien, hoy me gustaría explicar un poco todo este aparente fallo y/o contradicción. Para empezar, es algo obvio que para cuando Caín mató a su hermano y huyó, ya había más seres humanos sobre la tierra, porque en Génesis 4:14, Caín se queja delante de Dios de que cualquiera que le encontrara en el desierto le podría matar. Si partimos de la base que los primeros seres humanos que hubo fueron sus padres, y que de ellos vino todo el resto de la humanidad, aquí se nos presenta un enorme problema. ¿Quiénes eran esos otros de quien Caín tenía miedo? Según mi opinión, la respuesta la encontramos algo antes en este libro, en el capítulo 1, versículo 28, donde Dios ordena a sus padres, Adán y Eva que “fructifiquen y se multipliquen”. Esto se lo ordenó estando ellos todavía en el Huerto del Edén. Así que no me parece ninguna tontería el pensar que ellos cumplieron el mandato divino, aún estando en el paraíso. De todas maneras, está claro que ellos lo cumplieron. En Génesis 5:4, afirma que “Adán engendró hijos e hijas”, y el historiador judío Flavio Josefo afirma que fueron un total de 32 hijos y 23 hijas (pueden parecer demasiados hijos para esta pareja, pero hemos de recordar que Adán vivió por lo menos durante un milenio completo, lo que da tiempo a semejante descendencia con holgura). En todo caso, parece claro que el problema aquí reside en que no conocemos las identidades del resto de la progenie de esta primera pareja, pero es obvio el hecho que ellos no perdieron el tiempo y tuvieron abultada descendencia que cumpliera la orden de Dios y que diera pie al miedo de Caín.

Pero esto nos lleva a otro problema, porque Caín, Set, y el resto de los hijos de Adán y Eva que tuvieran descendencia, tendría que ser con hermanas, o en todo caso sobrinas o primas, parientes cercanos. En cuanto pensamos en esto en seguida aparece en nuestra mente una palabra muy fea: “Incesto”. Para nosotros, como decía antes, esta palabra tiene un doble peligro, uno moral o pecaminoso y otro físico o genético. Me gustaría explicaros cómo para el momento del que hablamos ninguno de estos peligros u objeciones tiene sentido.

Por una parte, en el sentido moral, no veo ningún problema al hecho de que alguien tenga hijos con su hermana si nunca ha visto ni ha conocido a ninguna otra. Para ellos eso era lo único que había, no podían sentirse mal por casarse con su hermana o con su sobrina porque, para empezar nadie les había dicho que estaba mal y para seguir, era la única opción que existía para cumplir el mandato de Dios y para tener hijos y que la especie continuara su andadura por la Tierra. Es cierto que Dios lo censura y ordena que no se hagan cosas como esa, pero no es hasta varios milenios después que ocurre esto. En el momento del que hablamos, el “incesto”, por muy feo que suene ahora, no solamente no había sido prohibido, sino que no se veía como algo malo y, de hecho, era la única manera en que nosotros podemos estar aquí preguntándonos cómo fue.

Por otra parte, existe una razón física o genética para que no tengamos descendencia con parientes cercanos, y es que podríamos trasmitir la misma información genética defectuosa a nuestros hijos y de esta manera, no se contrarrestaría la carencia de un progenitor con la del otro. Esto quiere decir que nuestro ADN no es perfecto, sino que a medida que se multiplica y se trasmite de padres a hijos, va adquiriendo mutaciones y variaciones. Si dos hermanos que han recibido de su padre una carencia o mutación genética similar tiene descendencia, sus retoños la heredarán necesariamente, pero si alguien con esa misma carencia tiene hijos con otra persona que no la tenga, el ADN sano suplirá esa mutación y no será heredada por generaciones posteriores. Pero en el tiempo del que estamos hablando, esta objeción tampoco funciona, porque los padres de estos a quienes valientemente estamos acusando tenían un ADN perfecto. Ellos habían sido los prototipos, estaban “recién salidos de fábrica”, lo que significa que los padres de Adán no pudieron haberle transmitido ninguna carencia o mutación perjudicial porque sencillamente no tenía padres, y lo mismo ocurre con Eva. Así que si dos hijos de los primeros progenitores a su vez tuvieran vástagos, estos no heredarían ninguna información perjudicial en su genética, sería prácticamente perfecta. Sencillamente no hay miedo de trasmitir fallos en la cadena genética cuando no existe ningún fallo que transmitir.

martes, 11 de octubre de 2011

Hogar


Es curioso, pero uno de los primeros recuerdos que tengo de cuando era pequeño es una mini aventura en la que me embarqué. No recuerdo muy bien el porqué, pero sí que sé que mi madre se había ido y yo no sabía adonde. Así que, pensando que sabía el camino que ella había tomado, fuera el que fuese, salí en su busca. Quien sepa dónde vivo sabe que para ir a cualquier sitio, tengo que bajar una cuesta, pues la urbanización donde está el piso de mis padres está en lo alto de un monte.
Así que me encaminé, por el camino que conocía hacia abajo, por donde alguna vez había acompañado a mi madre a comprar algo al supermercado. Todo lo que veía, me era familiar, así que yo estaba tranquilo.
Pero de repente, eso cambió. Me encontraba en un lugar inhóspito, del que apenas recordaba nada, y lo más traumático de todo, no sabía cómo volver al refugio seguro, conocido y amable que era mi casa.
La verdad, no recuerdo la parte de cómo volví a mi casa, supongo que me encontraría alguien y me llevaría de vuelta al lugar conocido. Y cada vez que pienso en este recuerdo me hace mucha gracia, porque no entiendo cómo pude perderme. El sitio donde la desesperación me embargó por no conocer el camino está muy cerca de mi casa, y solamente tienes que andar en línea recta para llegar, sin ninguna pérdida.
Yo soy de Béjar, en la provincia de Salamanca. Seguramente no sea el mejor lugar del mundo para vivir, pero a mí me encanta. No es un sitio muy grande, ni vive mucha gente, ni hay mucho trabajo, todo lo contrario, ni todo el mundo es simpático. Pero es el refugio seguro, conocido y amable que yo he conocido durante toda mi vida.
Muchas veces he salido de Béjar para ir a diferentes lugares. Cuando estudiaba en Salamanca, cuando fui a Estados Unidos, a Dublín, a Bruselas, a Marruecos, o ahora que estoy en Madrid. Y en cada sitio de todos estos, aún siendo lugares maravillosos, me he perdido, me he sentido solo y lejos de casa. Mucha gente pensará que ese lugar montañoso entre Castilla y Extremadura es peor lugar para vivir que Madrid, o que Bruselas, y no quiero yo discutírselo a nadie, es probable que tengan razón en algunos sentidos.
Pero cada vez que supero el Puerto de Vallejera, cada vez que miro a mi alrededor y me veo enredado en el exuberante verdor de las montañas bien tapadas por el tupido manto vegetal, me siento como aquel niño que, después de su corta pero emocionante aventura, vuelve a casa. A ese lugar, quizá no sencillo, ni generoso, ni cálido. Pero sí a ese rincón tan profundamente ligado al corazón que sin ninguna duda, con total seguridad, con sus virtudes y sus defectos, poder llamar hogar.

lunes, 10 de octubre de 2011

Libertad para Youcef


 Youcef Nadarkhani, así se llama. Por mucho que intenten ocultarlo o que pretendan restarle importancia no lo van a conseguir. Puede que logren sus fines a corto plazo pero su equivocación va mucho más allá de lo que jamás han supuesto.

Este iraní de 34 años, está casado y es padre de dos hijos, uno de 6 y otro de 8 años. Aunque nació y se crió en una familia musulmana, a los 19 años se convirtió al cristianismo y llegó a convertirse en el pastor de una red de iglesias evangélicas que supera los 400 miembros.

Lleva ya desde el 2009 teniendo problemas con la justicia, que lo atormenta para lograr que rechace su fe en Cristo y vuelva al “redil” de Mahoma. Incluso su mujer fue detenida y sentenciada a cadena perpetua por los mismos motivos, aunque fue liberada más tarde cuando lograron apelar la sentencia, labor nada sencilla en la justicia iraní. También han denunciado que la congregación cristiana de la zona está siendo hostigada, que ha habido muchas detenciones y hostigamientos por parte de la justicia. Durante todo este tiempo les advirtieron que si no se convertían al Islam les quitarían a sus hijos y los entregarían a una familia musulmana.

En octubre de 2009, Youcef fue a la escuela donde asistían sus hijos para protestar del hecho de que obligaban a aprender el Islam, en clara oposición a la constitución, que legisla libertad religiosa en el territorio. La policía secreta le llamó a comparecer ante un tribunal político y fue detenido por protestar, acusación que después volvió a cambiar al delito de apostasía y evangelización. Desde entonces ha estado preso. Han intentado por todos los medios convertirle de vuelta al Islam sin resultados, incluso le llegaron a medicar y decir que estaba loco.

El 23 de agosto del 2010, fue juzgado y el tribunal le sentenció a muerte verbalmente. Podrían recurrir la sentencia si hubiera sido por escrito, pero al ser verbal, esto imposibilita que se pueda protestar. La justicia iraní alega que ha tenido muchas ocasiones de retractarse y salir completamente libre pero está siendo muy obstinado.

Esta sentencia es firme, y las autoridades iraníes están tratando de ocultar y restar importancia al tema por todos los medios posibles. Este hombre va a ser asesinado, su mujer encarcelada, si tiene suerte y no corre la misma suerte que Youcef, y sus dos hijos entregados a una familia musulmana para que los críe.

Y todo esto está ocurriendo bajo el amparo y el apoyo de una nación, la iraní, que fundó junto con nuestro país, la alianza de civilizaciones, dando una clara muestra de la clase de alianza que está buscando esta gente.

Poco o nada podemos hacer nosotros, ya ha habido una petición formal por parte de Estados Unidos para que Youcef sea liberado, y numerosas organizaciones se están movilizando enormemente para salvar la vida de este hombre y para que cese la persecución de los cristianos por todo el mundo musulmán, pero cada grano de arena que aportemos es mucho más que importante. En estos momentos, ante el fanatismo intolerante y religioso, ante la injusticia más vil y más sucia, somos la boca de miles de personas como Youcef, que se juegan la vida a diario solamente por creer lo que se supone que no deben. Aquí os dejo un link para si queréis firmar para la liberación de Youcef, aunque si buscáis un poco, encontraréis muchas otras organizaciones que están recogiendo firmas para esto mismo.

En España sabemos de sobra qué es el fanatismo intolerante religioso, pues lo hemos sufrido en nuestras propias carnes hace no muchos años, en que era un delito pensar diferente, mucho más creer diferente. Estemos agradecidos por la libertad que gozamos y ayudemos a otros que no tienen esta suerte, a costa de su propia vida y la de su familia.

sábado, 8 de octubre de 2011

Crisis


 Estamos en crisis. Esto es algo que todo el mundo sabe desde que nuestro presidente nos lo informó. El paro está por las nubes, estamos sintiendo los recortes por todas partes, todo el mundo se está levantando contra las injusticias que vemos, la educación, la sanidad, los servicios públicos se están viendo afectados. Lo más probable es que dentro de poco cambie el color de nuestros gobernantes, y aún así nadie tiene la confianza suficiente como para decir que nos irá mejor con ellos. Mucha gente que había luchado durante años para lograr tener un hogar, ahora se ven en la calle, sin trabajo ni ayudas y sin esperanza de conseguir ninguna cosa. Ciertamente está todo muy mal, muchas cosas que habíamos conseguido a lo largo de nuestra historia a base de sacrificio, trabajo y tenacidad se está derrumbando como un castillo de naipes.

Y esta no es la única manera en que estamos en crisis. Todos podemos ver cómo, de la misma manera que de toda la vida, los niños jugábamos en la calle, hacíamos amigos, corríamos, hacíamos casetas en los árboles y usábamos nuestra imaginación para entretenernos, hoy en día se usan solamente algunos músculos de los dedos para pulsar teclas de una videoconsola. Esa es la máxima aspiración de los pequeños. Pero esto, aunque sea preocupante, no es lo peor. Esta mañana me contaban de botellones que hacían grupos de niños de 11 y 12 años durante las fiestas de Béjar, y de algún caso en que habían tenido que llevar a algún pequeño al hospital con un coma etílico. Si esto es lo que hemos logrado con nuestros pequeños, creo que la crisis económica se queda ciertamente corta al lado de la degeneración a la que estamos llegando. Cada vez la edad en que se practica sexo por primera vez desciende preocupantemente. Cuando escucho hablar a grupos de chavalillos que apenas superan la decena de años de existencia, me topo con auténticos expertos en temas de sexo, cuando veo a niñas, ya ni siquiera adolescentes, prácticamente desnudas por la calle, con ropas que no debería ponerse ni una mujer ya formada física y mentalmente para no ser confundida con una concubina, cuando soy testigo de pequeñas que se hacen amigas de, digamos, mala gente, y hacen lo que sea para que no les falte su dosis diaria, me doy cuenta que esta crisis sobrepasa todo lo que pudiéramos haber previsto.

La crisis económica que tenemos encima, no es nada en comparación con la crisis de valores que nos está sitiando. Ya conceptos como la familia, la autoridad, la amistad, el amor, el esfuerzo, la humildad o la generosidad no tienen ningún valor en medio de nuestra avanzada y libre sociedad. Han sido reemplazados por el aquí y el ahora. Nada más importa. Y si nuestros actos libres nos traen consecuencias, nuestra sociedad adolescente se ocupa de que no tengamos que pagarlas, y si el no tener que pagarlas pasa por segar una vida en nombre de la libertad, adelante con ello.

Realmente tengo miedo. Porque en un futuro, me gustaría ser padre. Y el traer un niño a este mundo en crisis, ya no económica, que me preocupa menos, sino moral, es algo peligroso, difícil, sacrificado. Y también porque tener que enfrentarse a todo esto no es sencillo ni agradable para mi, que se supone que ya estoy minimamente preparado para afrontarlo, así que para alguien indefenso, inocente y sin filtros apropiados, puede ser un bombardeo brutal de estupidez difícilmente soportable.

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