martes, 2 de agosto de 2011

Sacerdote, profeta y rey

El el capítulo 3 del libro de Números queda legislado algo que, aunque en ese tiempo no tuvo repercusión alguna, en el futuro sería causa de la caída de una familia real y de la desgracia de toda la casa. El sacerdocio, con todas sus tareas y todos sus derechos, durante toda la historia de Israel, sería tarea de la familia de Aarón y sus descendientes, de la tribu de Leví.

Esto significaba que un extraño no podría ser sacerdote, y también, como se exigía dedicación absoluta, un sacerdote no podría ostentar otro cargo. El pasado 5 de julio hablaba de los dos primeros sacerdotes que nombra la Biblia, Melquisedeq y Jetro. Ninguno de ellos era judío y a pesar de eso, son sacerdotes del Dios Altísimo, según dice Génesis y Éxodo, respectivamente. Melquisedeq, el primero de ellos, según leemos en el capítulo 14 de Génesis era rey y sacerdote, a lo que le podemos sumar el papel de profeta, según se puede intuir en el texto.

Estos tres papeles eran los que tenemos en la Biblia. El rey era el que gobernaba al pueblo, el sacerdote el que ponía al pueblo en paz con Dios y el profeta trasmitía la voluntad de Dios al pueblo. Este personaje que los aunó, Melquisedeq, rey de Salem (Jerusalén), vivió antes de esta ley, por lo tanto, no existe ningún problema.

La familia a la que me refería que cayó en desgracia, fue la de Saúl, el primer rey de Israel, que fue desechado por Dios, y una de las principales razones fue la de querer cumplir el papel de los sacerdotes siendo rey y perteneciendo a la tribu de Benjamín. Por su pretensión trajo la ruina a toda su familia y a todo el pueblo.

Su sucesor fue David, el gran rey de Israel, el pastor poeta, el niño asesino del gigante. Él fue la primera gran excepción a esta norma. David llegó a ser rey de todo Israel. Dios dijo de él que tenía un corazón conforme al suyo, que de su descendencia vendría el tan esperado mesías, el enviado de Dios que salvaría a su pueblo de sus pecados. Pues bien, David, siendo rey, cumplió funciones de sacerdote, además de ser él mismo un profeta. Él fue el segundo personaje en la Biblia que aunó los tres papeles. Además, conquistó la ciudad de Jerusalén de manos de los Jebuseos y aunó la capital política y la religiosa en ella.

Y aún hay un tercer personaje, uno que fue el gran sacerdote por haber cumplido perfectamente la redención de la humanidad con su propio sacrificio, el gran profeta, por haber hablado con sabiduría de Dios mismo y haber retirado el velo de una vez y para siempre, y que será el gran rey, una vez haya vuelto. Este personaje es Jesús. Y también convertirá a Jerusalén en el centro de su reino.

Es muy curioso cómo estos tres personajes aúnan el plan de Dios para el hombre, que estemos en paz con Él, que tengamos una relación con Él y que vivamos en paz con el resto de los hombres. Pero también me parece muy curioso cómo estos tres personajes tan especiales tienen una relación tan estrecha con la ciudad de Jerusalén.

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