lunes, 9 de mayo de 2011

¡Dragones!

El apuesto caballero se encaminaba al bosque maldito para dar caza al dragón que amenazaba a la bella princesa. Su reluciente armadura resplandecía al brillo de la enorme luna llena. El caballo del valiente avanzaba atemorizado, como si fuera consciente que se adentraba en un lugar de muerte y sufrimiento. Desde el borde del bosque ya se podía oler el hedor del humo generado por el fuego que brotaba del hocico de la titánica bestia. El caballero estaba impaciente por hundir su lanza en el vientre del lagarto, para liberar a su amada.

Más o menos todos conocemos cómo termina esta historia, con el apuesto joven dando muerte al malvado dragón y ganando la libertad y la vida de la princesa, así como su amor eterno.

De siempre me ha parecido muy curiosa la existencia de leyendas de dragones y grandes reptiles en tantas culturas separadas por tantos siglos y tantos miles de kilómetros. Todos sabemos cómo, en nuestra cultura occidental, hace unos pocos cientos de años, había leyendas por todos sitios acerca de grandes lagartos que amedrentaban a los pobres aldeanos, incluso tenemos a San Jorge, el santo asesino de dragones. Pero el caso es que, por ejemplo, encontramos los dragones también en la cultura china, tenemos las serpientes emplumadas en Sudamérica, por no hablar de las muchas historias acerca de monstruos marinos inmensos y serpientes destructoras de barcos y asesinas de marinos. Incluso podemos ver ejemplos de estos enormes y temibles seres en la Biblia, como son el Behemot y el Leviatán.

Es posible que sea porque yo quiero ver cosas donde no las hay, pero a mi todos estos seres me parecen demasiado parecidos a los dinosaurios como para que no tengan nada que ver. Pero aquí nos encontramos un problema. ¿Cómo es posible que unos seres extintos más de 60 millones de años antes del inicio de cualquier cosa minimamente humana hayan influido de tal manera en la cultura y en la conciencia de nuestra especie? Personalmente, considero que, al igual que el caso del Diluvio Universal, este es un tema que merece un serio estudio antropológico.

Otros casos también muy interesantes son las numerosas bestias vistas en lagos de todo el mundo, la más famosa de todas ellas es Nessie.

También está el caso del pesquero japonés que, en 1977 realizó una insólita pesca. Al subir las redes desde 250 metros de profundidad, encontraron algo maloliente de unos 10 metros de largo que se encontraba en avanzado estado de descomposición. Según las descripciones que dieron, y las fotografías que hicieron, se trataba de un plesiosaurio, 64 millones de años extinto, y sin embargo con solo algunas semanas de descomposición. El cadáver fue lanzado al mar para que no arruinara la pesca del día, pero ahí están las fotos y uno de los pescadores conservó un pedazo de aleta. El gobierno de Japón emitió un sello con la figura de uno de estos dinosaurios marinos para conmemorar este hecho.

De la misma manera, existen muchas tribus perdidas en selvas y montañas americanas, africanas, asiáticas o incluso de Oceanía que todavía hoy aseguran la existencia de enormes “saurios” que deambulan por sus tierras y siembran la destrucción allá donde van.

No creo que las leyendas sean del todo invenciones, sino que están basadas en algo que ocurrió y que sigue ocurriendo de verdad. Y si nos encontramos ante tal número de leyendas parecidas y acerca de algo tan similar a lo que nosotros conocemos como “dinosaurios”, para mí no queda ninguna duda que los grandes saurios no nos han abandonado hace tanto tiempo. Incluso, soñemos un poco, tampoco hay nadie que nos asegure que hoy en día, en nuestro propio mundo, sigamos teniendo algunos “Jurasic Park” muy reales.

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