jueves, 24 de marzo de 2011

Las cien mil voces

Uno de los rituales que, probablemente, más nos repugnan, o por lo menos a mi, de los indígenas americanos que vivían antes de la llegada de Cristobal Colón son los sacrificios humanos que ofrecían a sus dioses, especialmente cuando estos sacrificios eran de niños. Había gente dispuesta a sacrificar a sus propios hijos en los altares de sus dioses por la promesa que les hacían los sacerdotes. Probablemente pensaban que si ofrecían a sus propios hijos a estas divinidades iban a ser recompensados con riquezas, con salud, con tranquilidad y paz. Ciertamente viéndolo desde la distancia, podemos afirmar sin ninguna duda que se trataba de una barbaridad, de una aberración.

Recientemente me he enterado que el abogado general del Tribunal de la Unión Europea (TUE) ha dictaminado que “las células pluripotenciales, que aparecen desde la fusión de los gametos y que sólo subsisten con esta forma durante los primeros días del proceso, presentan la característica esencial de tener cada una por sí misma la capacidad de desarrollarse hasta formar un ser humano completo”. También añadió: “Dichas células, en la medida en que constituyen el primer estadio del cuerpo humano en el que van a convertirse deben calificarse jurídicamente de embriones, cuya patentabilidad deberá excluirse”.

Esta noticia tiene mucha más trascendencia de la que parece en un principio. Significa que, a nivel supra-nacional, se reconoce la identidad, a efectos jurídicos, de un embrión como ser humano desde el mismo momento de la fecundación. Esto significa, ni más ni menos, que, a nivel europeo, el aborto que se permite, practica e incluso fomenta en España, es considerado como asesinato.

Supongo que ya la mayoría de vosotros sabréis, y si no os informo, que personalmente estoy en contra del aborto. Es algo que nunca he tratado de ocultar y que, al igual que mi creencia en Dios, ha sido causa de que se me tache de retrógrado, de alguien que está tan anquilosado en lo antiguo que no puede ver la realidad presente, que no acepta que la sociedad cambia y que hay que adaptarse a estos cambios. Con total convicción digo, sin ningún miedo de parecer reaccionario, que si para defender la vida de un ser humano tengo que ser retrógrado, tengo que permanecer anquilosado en lo antiguo, tengo que estar ciego ante la realidad presente y no aceptar la sociedad que cambia y adaptarme a estos cambios, lo haré. Lo haré una y mil veces si es necesario.

Actualmente, según la legislación vigente (si estoy equivocado, por favor, corregidme), en España está permitido el aborto hasta la semana número 12 de gestación. No estoy muy enterado de las razones por las que han puesto este límite para poder practicar un aborto, seguramente estará relacionado con el concepto que tienen los “entendidos” de en qué momento de la gestación el feto se puede considerar como persona con derecho a la vida. De todas maneras, considero realmente absurdo este límite.
Baste con ver, a la derecha de estas palabras hay un par de imágenes. La primera es de un feto con 12 semanas menos un día de gestación, la imagen de abajo corresponde a este mismo feto con 12 semanas y un día de gestación. La imagen de arriba corresponde, según la legislación vigente a un ser humano en potencia sin derecho a vivir y perfectamente matable. La de abajo corresponde a un ser humano, con derecho a la vida y cuyo asesinato supone un crimen.

Hablando de esto con diferentes personas, se ha presentado el caso de niñas muy jóvenes que se quedan embarazadas, el tener ese niño es un gran riesgo para su salud física y emocional. O el caso de que el bebé podría salir con alguna deficiencia psíquica, o que el embarazo es fruto de una violación. Está claro que hay casos un poco delicados acerca de los cuales puedo hablar personalmente con quien quiera, pero, en cualquier caso, yo considero, y el TUE me da la razón, que el embrión es ser humano desde el mismo momento de la concepción, lo que supone que cualquier aborto es un atentado directo contra una persona. Cualquiera que sea la situación en que se efectúa el aborto, no estoy a favor.

Ahora bien, considero que hay algunos casos más graves que otros. Me parece una auténtica vergüenza que una joven pareja tenga relaciones sexuales sin ningún tipo de protección, por el placer de hacerlo así, o por la borrachera que llevan, y que, ante la noticia del embarazo de ella, opten por asesinar a su hijo por no tener la edad, los recursos o la madurez suficientes para criarlo. Pero si esto me parece ya bastante vergonzoso, aún más es que el gobierno no lo condene, es más, lo acepte, lo potencie y lo publicite como una opción favorable para todos. Sé que esto es ser retrógrado, pero, sinceramente, prefiero serlo a ser cómplice de los más de cien mil asesinatos que se celebran cada año en nuestro país.

Los indígenas americanos, probablemente hubieran pensado de alguien que les intentara convencer que sacrificar a sus hijos es una barbaridad, cuanto menos, que es alguien que no está muy enterado de la realidad, alguien que no se entera, que no es capaz de ver los beneficios que te darán los dioses si tú matas a tus hijos en su honor. Hoy en día se hace lo mismo. No tenemos aquellos dioses precolombinos pero tenemos otros altares en los que muchos se congratulan en sacrificar a sus propios hijos. Sacrifican a sus hijos en los altares de la justicia, de la libertad, de la salud, del placer. Muchos os llevaréis las manos a la cabeza al leer esto, pero en esto, como en otras muchas cosas, no pienso dejarme influir por lo que dice nuestra sociedad, no aceptaré miles de asesinatos de inocentes criaturas por encajar, porque la gente piense que soy parte, que no soy tan antiguo.

Hoy quiero denunciar en voz alta la atrocidad, la barbaridad que suponen cien mil asesinatos legales anuales, quiero hablar con la voz de cien mil niños que, solamente este año, perderán la oportunidad de ver el sol, de comer, de abrazar, de amar. Hoy quiero reclamar por la sangre de los más inocentes, de los que no pueden quejarse, de los más débiles. Hoy quiero gritar con la fuerza de las cien mil voces que nunca podrán hacerlo. Por todos ellos, por los genios muertos, por los sueños que nunca fueron mostrados, hoy digo con toda la fuerza que tengo: ¡Sí a la vida!

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