martes, 8 de febrero de 2011

Una pequeña vela en la noche

Acabo de estar leyendo que el número de suicidios en España, por primera vez en su historia, superó al número de muertos en la carretera en el 2008, y desde entonces todos los años ha ido aumentando, al contrario que el de fallecidos en accidentes de tráfico, que más o menos se encuentran estables, sino han bajado. La razón es tan sencilla como que se han puesto medios para intentar bajar la tasa de muertos en las carreteras, mientras que jamás hemos visto una campaña o un guardia alertándonos contra el suicidio.

Como ayer comentaba, nuestra sociedad se ha especializado en hacer que no tengamos que pagar por nuestros errores, diluyendo nuestra responsabilidad y dejándonos en un estado de constante adolescencia. Hemos mejorado considerablemente nuestra capacidad de vivir mejor cada día, hoy en día no es un problema qué comer, o cómo vestirse. Hoy en día vivimos en hogares climatizados, tenemos neveras llenas, viajamos en costosos vehículos que nos facilitan la movilidad, podemos comunicarnos con quien sea en cualquier lugar del mundo. Podríamos presumir que tenemos más facilidades para ser felices que en cualquier otra época de la historia, y sin embargo, la tasa de suicidios y depresiones es la mayor de la historia, y sigue subiendo. ¿Qué puede ser lo que está fallando?


Supongo que coincidirán conmigo en que la principal, sino la única causa de suicidio es la desesperanza. Encontrarse en un estado mental y psicológico traumatizado, en el que no encuentras la salida, que nada tiene sentido, que todo está en tu contra y piensas que no puedes salir de ahí. La desesperación puede llegar a nublar nuestra mente de tal manera que nos hace ver que la única solución está en morir, que nada ni nadie podrá ayudarnos.


También según las estadísticas podemos ver que en el mundo, cada 40 segundos hay un suicidio, es la mayor causa de muerte violenta del mundo, por encima de las guerras, los asesinatos o los accidentes.


Vivimos en un mundo desesperado, sin ningún rumbo y a la deriva. Como dijo Séneca, ningún viento le será favorable al que no sabe a qué puerto se dirige. Creo que no debemos conformarnos a ser meros espectadores de este mundo mientras vemos tantas cosas que no están como deberían. Millones de personas se suicidan cada año porque no tienen esperanza, porque no tienen ganas de vivir. Esa multitud es un grito que debería despertarnos de nuestra somnolencia y hacernos recapacitar, hacernos ver que ciertamente es imprescindible una luz entre tanta oscuridad, que realmente es necesario que desbrocemos los caminos que merecen la pena.


Está claro que tal y como vamos, vamos muy mal. Que este camino que hemos tomado, y seguimos tomando nos conduce a algún lugar desconocido, oscuro y hostil. Pero ahí no debemos quedarnos, ese no es nuestro destino.


¿Tenemos claro a qué puerto nos dirigimos? Porque si la respuesta es negativa, ninguna duda nos quepa que ningún viento nos será favorable.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Nos gusta mcho como escribes!!.
Que bueno tenerte entre los sefovanitas!!
PD: ahora parece q si sale el comentario._)

HEctor y NOelia

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