jueves, 29 de diciembre de 2011

Carta de un ciego

Oscuridad. Esa es mi vida. Las letras de esta carta sólo puedo distinguirlas en mi mente, ya que no veo la pantalla de mi ordenador.

Nací hace 19 años en Roma, capital del arte y del obsequio a los sentidos. Y desde entonces todo el arte que he visto ha sido la voz de quienes me rodean.

Jamás he visto un amanecer, ni un pájaro de colores mientras entona su bello canto, ni siquiera el famoso Coliseo al lado del cual vivo, y lo que es peor, no he visto la mirada de mi madre.
A cada sensación que me produce mi entorno le falta un marco adecuado, ninguno le queda bien. Aunque pueda escuchar crecer la hierba, me duele no poder admirarla.

Y sé que jamás lo podré hacer.

En cambio, soy capaz de distinguir las formas de lo esencial de la vida. Nunca veré un amanecer, pero puedo admirar el calor del sol sobre mi piel. Cuando escucho el trinar de un pájaro, lo imagino más bello de lo que probablemente es. Soy capaz de ver el Coliseo como fue construído, pues no lo he conocido en ruinas, cada piedra que toco me habla de la historia de mis padres. Y aunque no pueda ver los ojos de mi madre, esos mismos, me llenan de fuerza para afrontar cada día.

Mis amigos me hablan de cómo es el mundo y de cómo son las chicas, y aunque agradezco que lo hagan, mi poderosa imaginación me deja ver su belleza real: esa que se filtra a través de su voz, que se deja ver en sus caricias. Puedo verla también en el sonido del agua, en su tacto, porque aunque nunca la vi, mis ojos verdaderos ya la conocen.

Muchas veces me despierto entre la noche mientras soñaba con que veía un atardecer, tantas veces he deseado poder ver los colores que adornan la naturaleza que, engañado, creía no haberlos visto. Pero debo dar gracias porque, aunque no puedo ver como vosotros veis, puedo entender perfectamente cómo funciona la vida. Puedo viajar sin ningún esfuerzo a cualquier parcela de mis recuerdos. Y gracias a mi ceguera física, mi alma no necesita gafas.

Si lees esta carta, prométeme algo; cuando veas un atardecer, o a un pájaro, o a aquellas personas que quieres, velas con el corazón, siente cómo late y por un momento, olvidate de lo que ves.




Ricardo García y Miguel Ángel Pozo

miércoles, 28 de diciembre de 2011

Inocentes

Aquella barbaridad caló tan hondo que aún hoy en día, dos mil años después, todos los inviernos se recuerda. Para eliminar al que, según las profecías, iba a sentarse en su trono, Herodes mandó asesinar a todos los niños menores de 2 años de Belén y sus alrededores. Inocentes asesinados para conservar el trono.

Tenemos ejemplos de muchas barbaridades a lo largo y ancho de la historia. Somos perfectamente conscientes de que los hombres somos capaces, de hecho con mucho ingenio, de hacer salvajadas con un nivel de bestialidad que nos ponen los pelos de punta. Tenemos a la vuelta de la esquina el atroz exterminio de seis millones de judíos el siglo pasado; el asesinato sistemático de enemigos, ya fueran de un bando o de otro, durante la guerra civil; las brutales condenas que daba el Santo Oficio a aquellos que no comulgaban con ellos, o que eran acusados de ello; tenemos las crucifixiones romanas; los desollamientos que hacían los persas; las empalaciones, la costumbre de cortar la cabellera a sus enemigos de los indígenas americanos...

No nos faltan aberraciones de todos los colores y gustos, maneras en que el ser humano se ha superado a sí mismo en el dudosamente noble arte de la muerte. Y en muchas ocasiones haciendo todas estas barbaridades a inocentes, a gente que no tenía la culpa, que no tenía capacidad de defenderse, ni siquiera de quejarse.

Pero esta capacidad destructora del ser humano ha llegado a cotas inimaginables de perfección y brutalidad en los últimos años. Hemos llegado a un nivel de bestialidad y de inhumanidad que ya quisieran para sí Jack el Destripador, Hitler o el mismísimo Jerjes.

Asesinar a niños es algo que se lleva haciendo miles de años. Los dioses de la antigüedad están saciados con la sangre de inocentes, desparramada en los altares buscando un bien mayor. Lo sabemos y nos produce repugnancia, consternación la idea de que unos padres sacrifiquen a sus pequeños en los altares de sus dioses. Ni siquiera el aborto es una práctica que se haya inventado en el último siglo. No faltan las historias de descubrimientos de esqueletos de fetos en los subterráneos de los conventos, o de historias de rudimentarios abortos a lo largo de la historia por miedo a que el marido de turno se enterase de lo que no se tenía que enterar.

Pero lo que ocurre ahora no tiene parangón en ningún lugar ni momento, por bestial que este sea, de la historia. En 15 años, en Europa han sido segadas, de la manera más aséptica posible, 20 millones de vidas. Ahí es nada. Una población comparable a casi la mitad de la del país de España ha sido exterminada.

Hace poco tiempo estuve viendo la semejanza entre la manera de pensar de los Nazis y demás engendros y los defensores a ultranza actuales del aborto, curiosamente gente de un modo de pensar de izquierdas. Y la idea central de todo esto es que hay gente que merece la vida, y gente que no la merece. Los niños que tienen la suerte de ser engendrados en una familia bien, merecen vivir. Si un niño es engendrado por una pareja que no tiene recursos, no merece la vida, mejor eliminarlo. Si un niño, en el momento de la gestación, presenta síntomas de llegar a tener una deformidad, una minusvalía o una deficiencia, eliminadlo. No merece la vida. Los espartanos a nuestro lado eran unos aficionados. Aquel Herodes que todos tenemos como un brutal asesino de niños no es nadie a nuestro lado.

Sí, amigos. Dudo mucho que haya habido una barbaridad mayor que la que estamos presenciando en nuestro tiempo. Y no solamente por la frialdad de los asesinatos de humanos, sino también por la ingente cantidad de agravantes. Son asesinatos con el consentimiento de los padres, permitidos e incluso fomentados por las autoridades, subvencionados por el gobierno (al menos 40 millones de euros han ido de las arcas públicas a las clínicas abortivas el último año), alimentando un sucio y multimillonario negocio que ni siquiera es controlado por absolutamente nadie. Los asesinados son completamente inocentes, no tienen opción de quejarse, de hacer huelga de hambre para que el mundo los escuche, no pueden ser grabados por sus asesinos haciendo sus últimos alegatos, ni suplicar clemencia. Millones de vidas segadas en clínicas bajo el consentimiento y el fomento de los gobiernos, rodeados de los aplausos de una sociedad narcotizada.

Si esto es la libertad, que paren ahora mismo, que yo me bajo.

Y lo peor de todo esto, es que de lo que hablo no es ninguna inocentada.

martes, 27 de diciembre de 2011

Aquel invierno III: Los magos

En medio de la imponente cúpula celestial, cargada de miles y miles de estrellas, todas tan perfectas, tan inmutables, se encendió una nueva. Una que ni los más ancianos recordaban, una de la que jamás se había leído en los antiquísimos rollos que manejaban los más sabios. Una que, por su fulgor, su magnificencia, su posición y su gloria, solamente podía significar una cosa para aquellos magos que escudriñaban los cielos en busca del momento, de la verdad, de Dios.

Había llegado, había nacido. Sus vidas habían dedicado al estudio de las señales, a la búsqueda entre el saber antiguo, entre las revelaciones divinas, entre la propia naturaleza, que les llevaran a vislumbrar este momento, el momento en que Dios mismo bajaría a la tierra a poner paz, a reinar, a imponer justicia, a redimir a su pueblo, a bendecir al mundo. Y había llegado.

Prepararon el largo viaje que les separaba de su destino. Según sus estudios, la estrella les guiaba hacia Israel, el pueblo escogido por el Creador para manifestar su justicia, gloria y bendición al resto de la humanidad. Y hacia allí se dirigieron, equipados con regalos dignos del rey que había nacido. El camino sería largo, seguramente estaría cargado de peligros, pero la recompensa merecía la pena, por supuesto que la merecería.

Y ante ellos se alzaba Jerusalén, la Ciudad de David. El lugar en que estaba el Templo del Altísimo, los palacios de los príncipes, del rey de Israel. Allí estaba la gloria que debía haber rodeado el nacimiento de tan insigne bebé. Así que fueron al palacio de Herodes, si el niño no estaba allí, él sabría dónde encontrarle. Pero, al parecer, se equivocaron.

El rey no sabía nada acerca del nacimiento de ningún otro rey en sus tierras. Pero si alguien lo sabía, eran los sacerdotes, los escribas y todos aquellos que dedicaban sus vidas al estudio de las escrituras antiguas de los profetas. Allí debería estar predicho en qué lugar nacería este Rey que gobernaría sobre todo y para siempre. Y así fue. Apenas hizo falta preguntar al sacerdote de menor rango para que lo supiera, cualquiera que hubiera estudiado minimamente a los 12 lo sabría, sin ninguna duda. El profeta Miqueas apunta sin oscuridad ni sombra de dudas a Belén Efrata como el lugar donde nacería el Mesías, el pastor que guiaría a su pueblo, aquel que sería gobernante en Israel, aquel cuyos días son desde la eternidad.

Con buenas palabras, Herodes envió a los magos a ver al gran rey que había nacido en Belén. Pero a su alrededor ya se alzaba una conjura de sombras que le guiaban a cometer una atrocidad como pocas ha habido en la historia. Les dijo que cuando le hubiesen presentado sus respetos y lo hubieran adorado, volvieran a Jerusalén para decirle de quién se trataba y dónde estaba para que él mismo fuera a adorarlo. Una vez más, las sombras movían oscuras fichas para asesinar a la esperanza de la humanidad. El rey de Israel no dejaría vivo a nadie de quien se dijera que iba a suplantar su trono.

Y allí lo encontraron. El Rey del mundo, el hijo de David, aquel de quien el gran profeta Isaías dijo: “Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz.”

Todo fue mucho más impresionante de lo que jamás hubieran soñado. No solamente Dios se había acercado a los hombres humillándose a sí mismo, sino que había llegado a nacer entre bestias y suciedad. Olvidado de los hombres. Aquel para el que el mayor palacio de la humanidad habría sido poco en magnificencia, había elegido nacer en un establo, pasar sus primeros momentos en un pesebre. Dios había nacido, el Rey había llegado, pero no solamente eso. En su primer respiro en nuestro mundo ya había hecho toda una declaración de intenciones de lo que sería su vida, su crecimiento, incluso su muerte. El Rey del mundo no venía a ser servido, ni a recibir. El Creador venía a dar, a bendecir.

Se arrodillaron ante tan majestuosa muestra de humildad, ante tan solemne manera de expresar autoridad, sin palabras. A sus pies dejaron los presentes que trajeron. Oro, incienso y mirra. Sencillamente perfectos. El oro para el Rey que nacía, el incienso para el Dios que, aún hecho carne, merecía toda gloria y la mirra. Mirra que, en ese momento no tenía mucho sentido, pero más adelante lo tendría, totalmente. La mirra es una sustancia que se obtiene de una resina, muy amarga, que se usaba como ungüentos y, sobre todo para embalsamar cadáveres.

Cuando hubieron hecho lo que fueron a hacer, aquello para lo que habían nacido, pusieron camino de vuelta a Jerusalén. Pero tuvieron un sueño. En él, un ángel se les aparecía avisándoles de los planes de Herodes. Así que dieron media vuelta y volvieron a su tierra sin decirle nada al rey.

Pero una vez más las sombras gritaron a los oídos de los hombres en contra del plan de Dios. Herodes, al verse traicionado por los magos, ordenó el asesinato masivo y sistemático de todos los niños menores de 2 años de Belén y los alrededores.

José, el marido de María, fue avisado por ángeles para que huyeran. Fueron a Egipto.

Dios estaba aquí, los planes demoníacos solamente lograban hacer que Jesús cumpliera todas y cada una de las profecías que de él se habían hecho. Los planes de Satanás estaban siendo usados magistralmente por Dios para hacer lo que quería hacer, no dejar ninguna duda acerca de la naturaleza de este hombre. Hombre que nació en un establo, huyó para salvar su vida sin siquiera tener edad para andar, creció como un anónimo, hizo milagros, vivió una vida santa, expresó palabras jamás dichas por nadie anteriormente, revolucionó el mundo, fue acusado injustamente, asesinado brutalmente, resucitado con poder, dejado su huella en la historia hasta tal profundidad que jamás será borrada y que volverá para reinar, con la gloria y el poder que le pertenecen.


sábado, 24 de diciembre de 2011

Aquel invierno II: Aquella Navidad


El pequeño pueblo había multiplicado sus habitantes en apenas una semana. El edicto del César, que ordenaba a todos los habitantes del imperio empadronarse en el pueblo de sus padres, había obligado a mucha gente a volver a la pequeña Belén.

El viaje había sido largo y tortuoso. Y frío, muy frío. Era una locura ponerse a viajar hasta Belén desde Nazaret en estas fechas, y la pareja había intentado retrasar la partida hasta que naciera el pequeño, pero ya no habían podido retrasarlo más y habían tenido que salir. Y fue en el momento en que pasaron junto a las pequeñas puertas del pueblo, cuando María tuvo su primera contracción.

Agarró la mano de su amado fuertemente. Le miró a los ojos con una mirada cargada de miedo. José le envolvió la mano con las suyas, quería hacerle saber que, pasase lo que pasase, él la protegería. La protegería a ella y al pequeño que llevaba en sus entrañas, ese que ahora, en el peor momento posible, se esforzaba por salir.

Pasaron cerca de una posada, fueron a preguntar a la puerta. Estaba llena, incluso tenían a gente hospedada en lugares donde no solía, y ya le informó que así sería en todo el pueblo. Habían llegado demasiado tarde, ahora ya no encontrarían un lugar donde hospedarse. Ni el estado de la joven, ni sus gritos de dolor conseguían arrancar misericordia del tabernero, ni de ningún otro. Se les cerraron todas las puertas. Incluso llegaron a llamar a puertas de casas particulares para que les hicieran el favor de dejarles dormir. A nadie se le enterneció el corazón, aquello parecía una pesadilla.

Las mismas sombras que habían estado motivando y volviendo locos a los que intentaron asesinarlos en medio de la enorme batalla espiritual que se desató en el camino a Belén, ahora estaban petrificando los corazones de los habitantes de Belén. Aquellos que habían sido contenidos con firmeza por las legiones de Miguel, ahora habían cambiado de estrategia, ahora iban a negar a la pareja toda posibilidad de dar un techo al bebé, lo que aquella noche significaría, con toda seguridad, la muerte.

Pero dejaron escapar un pequeño detalle. Hubo un hombre, un ganadero, que negó la posibilidad de un lecho a la pareja en su hogar, pero les permitió quedarse en su cuadra. José estaba desesperado. En aquella situación, un montón de pajas podría hacer perfectamente las veces de lecho. Un buey y su mula, podrían dar calor al bebé y a la joven como una hoguera, y el pesebre para que comieran las bestias, podría hacer las veces de cuna. La pareja aceptó, dando gracias a Dios y bendiciendo a aquel hombre. Había salvado la vida de María y del pequeño.

La sucia y maloliente cuadra de Belén fue el lugar que recibió al Rey de reyes. Los ángeles se arremolinaban a su alrededor para adorarle, para ofrecerle tributo. Al fin, el momento tan esperado, tan soñado, había llegado. Miles de personas habían muerto soñando con ese momento, incluso viéndolo nubladamente. Y allí estaba.

Unos pastores hacían noche cerca del pueblo. Ellos fueron testigos del coro celestial que anunciaba la llegada del Rey. El Cielo entero estaba de fiesta. El plan que comenzó en el Edén se hacía realidad. Dios mismo tomaba forma de hombre, con un propósito muy claro, un propósito que le llevaba directamente a la cruz.

El Emperador del Universo se hacía carne. Y no nacía en un palacio, ni rodeado de los mayores lujos, ni poder o autoridad humanos, no. Lo más importante que le ha sucedido al hombre en su historia, ante lo cual contenían la respiración en absoluta adoración al completo las huestes celestiales, nacía en un pesebre, entre bestias malolientes, en una familia modesta, en medio de una batalla espiritual.

Y es así como debería ser. El camino hacia la cruz había comenzado. Y nada lo torcería, nadie lo tapiaría. Dios estaba entre nosotros con una misión clara. Y ahora ya respiraba, ya era sangre y carne, ahora ya era completamente humano, el Creador de los Cielos y la Tierra. Este bebé envuelto en pañales, acostado en un pesebre, adorado por pastores y calentado por bestias, ya tenía la mente puesta en el Golgota.


viernes, 23 de diciembre de 2011

Aquel Invierno I: La batalla

La noche era muy fría. El viento del norte helaba el maltrecho camino que surcaba el helador desierto. Una pareja circulaba, solitaria, rumbo al sur. La chica, apenas una adolescente, se arrebujaba dentro de su capa, para resistir el frío y proteger al pequeño que crecía en sus entrañas. El avanzado estado de gestación, hacía su periplo mucho más arriesgado. Por suerte, la mula de su marido la transportaba, guiada por él, un varón visiblemente mayor que la joven.

La verdad es que era muy mala época para viajar, el frío helaba los huesos y los asaltadores merodeaban por doquier. Una pareja solitaria en aquel recóndito camino que llevaba al pequeño pueblecito tenía una enorme diana para cualquier rufián que quisiera atacarlos. Y aquella noche, el matrimonio viajante, no tenía la dicha de estar solo.

 Detrás de unas piedras, junto al camino, tres bandoleros esperaban a los pobres desdichados que circulaban inocentemente por la senda. Oscuras sombras les habían guiado hasta aquel punto. Probablemente no pudieran robarles mucho, pero algo era algo. Además, la mula tendría algo de valor, no era muy vieja. Y la joven, aunque embarazada, serviría para aliviar alguna tensión que otra. El hombre seguramente muriera intentando defender a su amada, y el niño... nada importaba el niño. Que muriese también.

Con las manos en los cuchillos, tratando de hacer el menor ruido posible, esperaban a los pobres ingenuos. Se sentían exultantes, invencibles. Parecía como si algo sobrenatural les estuviera regalando una valentía y una fuerza inhumanas. A cada paso que daban los viajantes, se sentían más motivados, más sedientos de sangre, más dispuestos a matar. Ya ni el hecho de violar a la joven les resultaba llamativo, ahora querían sangre, muerte. En aquella noche, nadie saldría con vida, ni el padre, ni la adolescente, ni el bebé. Puede que ni siquiera la mula. La locura de las sombras que los controlaba les había cegado la mente. Ya no querían robar, ni sacar ganancia. Cada vez estaban más enfocados en la mujer. Tan enfocados que ya solo veían el fruto de su vientre. El bebé. Ese niño no nato. Debía morir. Ya.

Aquel camino parecía desierto. Pero solo lo parecía. Había unos asaltadores que estaban siendo engañados por sombras, para llevar a cabo sus crueles, sucios y perversos planes. Aquellos demonios se agrupaban en torno al camino. No estaban dispuestos a permitir que ese bebé naciera. Cientos, miles de enemigos tenía la pobre pareja en aquel solitario camino. Y no veían a ninguno.

Pero también tenían amigos.

Legiones angelicales custodiaban a los enamorados. En el vientre de aquella joven, estaba lo más precioso que había visto la humanidad, lo más importante de toda la historia, de todo el universo. Y ellos lo sabían. Debían defenderlo contra todo ataque, contra toda conjura.

Faltaban pocos metros para que llegaran a la altura de la emboscada, cuando comenzó la batalla invisible.

Un grupo de ángeles fue directamente contra los asesinos a la orden de su superior. Se estrellaron contra una muralla demoníaca. Otros batallones de sombras atacaron los flancos del grueso del grupo que protegía a los que, inocentemente, pensaban que su peor enemigo era el frío. Los ángeles se prepararon para la embestida.

La batalla encarnizada comenzó, espiritualmente. Las lanzas chocaron contra los escudos, las espadas contra las corazas. El destino de la humanidad dependía de aquella misión. La determinación de las huestes angelicales, capitaneadas por el General de los ejércitos celestiales, el Arcángel Miguel, penetró hasta el grupo de asaltadores que ansiaban la sangre del pequeño. Hicieron retroceder a los engendros tenebrosos a golpe de mandoble. Cuando hubieron llegado, justo en el momento en que ellos iban a saltar contra la pareja, un certero ataque de un querubín cegó las mentes de los atacantes, haciéndoles caer desmayados en el acto.

El resto del grupo, con obstinación ciega, resistieron los oscuros envites de las hordas de Satanás. El mismo caudillo de los demonios dirigía aquel ataque titánico. Los escudos de los ángeles taponaron todo intento de Lucifer. Poco quedaba ya para el gran momento.

Pocos cientos de metros más adelante, estaba el destino de la pareja. Un pequeño pueblecito que en ese momento bullía actividad gracias al edicto de un emperador a miles de kilómetros. Aquella batalla se recrudecía en ese momento, pero había comenzado miles de años atrás, y se prolongaría otros miles en el futuro, aunque daría un giro decisivo en los años por venir. Y este giro comenzaba en ese mismo momento.

 El Rey llegaba, al fin.

Y los ejércitos celestiales no permitirían por nada del mundo que nada malo le ocurriera.

lunes, 12 de diciembre de 2011

Se acerca el invierno

Hace tres años, parecía una hecatombe que explotara la burbuja inmobiliaria. Miles, sino millones de personas se iban a la calle, miles de familias se quedaban sin las casas por las que habían pagado por no terminarse la obra, otras miles tenían que presentarse en las oficinas bancarias con las llaves de sus casas en mano para entregarlas, sencillamente habían tenido que elegir, o su casa o el futuro inmediato de sus familias. El gobierno se negaba a afirmar que esto era una crisis, era solamente una desaceleración económica de la que ya, hacía 2 años, se veía la luz al final del túnel. El tiempo nos ha enseñado la realidad, que nuestra Europa unida, y más fuerte que nunca, se está resquebrajando mientras sus gobernantes intentan pegar con tiras de celofán los cascotes que se despeñan en medio del terremoto. Que cinco millones de personas están en la calle intentando trabajar, que miles de familias están en una situación desesperada, sin ingresos de ningún tipo en la casa, que las entidades que ofrecen ayuda a las personas desamparadas no dan abasto. Esta crisis, hoy en día no tiene ninguna luz al final de ningún túnel, si seguimos con el euro, toda Europa parece al borde del abismo, si salimos del euro, nos iremos incluso antes por el sumidero. Ya nadie sabe qué hacer, todos esperan un milagro para salir adelante económicamente.

Muchas veces he hablado de la crisis moral que sufrimos también en nuestros años y en nuestras latitudes. El caso es que la familia está desintegrándose a pasos agigantados bajo un clima de apoyo aparente a la libertad y a la independencia. El número de abortos, de separaciones, de asesinatos entre parejas, de depresiones infantiles, de dramas familiares no deja de aumentar. Pero la cosa con la situación financiera en la que estamos metidos, no deja de crecer. El caso es que se han disparado en un 25% el número de suicidios desde que comenzó la crisis. Tenemos casos tan escalofriantes como el de aquella mujer de Estados Unidos que disparó a sus dos hijos antes de suicidarse en una oficina de asistencia social, o de personas que se han suicidado después de serle negada asistencia alimentaria en medio de su precaria situación. Cada vez son más las personas que, en medio de su situación desesperada, tanto moral como económica, deciden quitarse la vida como causa de su desesperación.

Parece ser que la guerra entre Israel e Irán es inminente. Esta guerra parece algo normal, algo más de lo mismo, a lo que nos tiene acostumbrados el Medio Oriente. El caso es que Estados Unidos está bastante convencido de entrar a apoyar a su aliado israelí, y China y Rusia ya han amenazado, además de movilizar a sus ejércitos, de que esto podría conllevar una contienda a mayor escala, aludiendo explícitamente a la Tercera Guerra Mundial y a una crisis nuclear a nivel mundial. 

Podría hablar de otros muchos temas, como del aumento de la corrupción a todos los niveles, del incremento de las protestas contra los políticos y la política en general en todos los rincones del mundo o de otras muchas cosas en las que podemos ver la manera en que todo se está desmoronando.

Parece que por todos los frentes, tenemos fuego abierto. Parafraseando a la Casa Stark de la saga de libros “Canción de Hielo y Fuego”, parece más evidente que nunca que “Se acerca el invierno”, y no me estoy refiriendo al invierno como estación, sino a algo mucho más grave, mucho más preocupante y mucho más trascendente.

A lo que yo me pregunto: ¿por qué será que, en medio de todo este clima apocalíptico, me sienta tan sumamente mal que el Real Madrid pierda contra el Barça?

jueves, 8 de diciembre de 2011

Las dos religiones


Hace tiempo planteé una definición de “religión” que sigo manteniendo a día de hoy. La religión es el intento del hombre de acercarse a Dios. Así se podrían  resumir todas y cada una de las religiones que hay en el mundo. En esencia son todas la misma. Hay algunos cambios en cuanto a algunas cuestiones, como por ejemplo, unas se basan en unos escritos y otras en otros, algunos toman como base la Biblia, otros el Corán, el Talmud, el Libro del Mormón, el Rig Veda o el Tipitaka son algunos de ellos. Otros ni siquiera se basan en ningún libro. Otros creen que llegarán a trascender, a convertirse en dioses, otros afirman que todos somos dios, o que dios está en todas partes, o que todo es dios, otros dicen que no hay dios, y solo hay una fuerza que mantiene todo. Todo esto son detalles, detalles más o menos importantes, pero la base de esta religión universal es la misma, que debemos hacer algo para obtener algo. Ahí está la clave de todo. En llegar a ser lo suficientemente buenos, o santos, o a saber suficiente, o a ser lo suficientemente “algo”. Si lo logramos, tendremos algo mejor, ya sea Nirvana, ir al cielo, convertirnos en dioses en otros planetas, o ser uno con la Madre Tierra.  Los artificios y los detalles no cambian la base de la religión, el hacer algo para obtener algo.

En este sentido, la Biblia nos enseña otro concepto de religión, aunque en su nombre se hayan levantado muchas "religiones" con el mismo planteamiento que comentaba antes. Muchos pueden pensar que el cristianismo se trata de otra religión más, que si se le quita el cascarón que estoy eliminando en el resto de las religiones, llegamos a un “más de lo mismo”. Nada más lejos de la realidad. No al menos si nos referimos al cristianismo que propone la Biblia, no al que se ha tergiversado en innumerables ocasiones por parte de unos y de otros.

La Biblia no nos presenta nada parecido a lo que decía antes y que se resumía en “hacer algo para obtener algo”. La Biblia no nos enseña que el premio final, sea cual sea, se vaya a ganar mediante una serie de artificios o buenas acciones. La Biblia parte de la base de que este método de buscar nuestro propio bien mediante una serie de procesos, estén como estén orquestados, resultará en fracaso absoluto. Parte de la base de nuestra incompetencia para agradar a Dios, para llegar a la meta solos. Parte de la base de nuestra incapacidad de conocerle, de entenderle. Parte de la base de nuestra imposibilidad de llevarnos bien entre nosotros, de tener paz con nuestros semejantes. Parte de la base de que no podemos, no sabemos y no queremos hacer las cosas a derechas. Parte de la base de nuestrajusta y merecida condena.

Y esta es una buena base desde donde partir. Porque solamente podremos reaccionar ante la realidad si la conocemos. Si dormimos plácidamente y no nos damos cuenta que nuestra casa se está quemando, jamás reaccionaremos a tiempo para salvar nuestro hogar o nuestra propia vida de las llamas. Y este caso es de extrema urgencia, no podemos quedarnos sin hacer nada ni tomar partido en algo que conlleva nuestra vida o nuestra muerte eternas.

Pero esta base, aunque sea más real que otras, no lleva a ningún sitio por sí sola. Por mucho que yo sepa que soy un drogadicto, aunque sea un buen punto de partida el reconocer esta verdad, no me llevará por sí solo a cambiar mi modo de vivir ni a salir de la droga. Necesito ayuda. Pero no me vale la ayuda de otro drogadicto. Esto solo me servirá para caer más aún los dos en nuestro mal. Necesito ayuda de alguien que no tenga ese problema, de alguien que no me lleve a pasear por los sitios donde se vende eso que me atormenta, que no me hable de lo bien que sienta cuando vas puesto. Necesito ayuda externa. Pero, en el caso que nos ocupa, ¿quién va a ayudar a una persona que quiera salir de su situación terrible en la que se encuentra en relación a Dios? Tiene que ser alguien perfecto, alguien que no tenga el problema del pecado, ni que tenga el problema de no conocer a Dios, alguien lo suficientemente humano para entenderme y acercarse a mí, y lo suficientemente divino para superar los obstáculos que yo y todos los demás tenemos delante.

La respuesta a esta incógnita es Jesús, el Cristo. Un humano, cumplidor de toda la ley, santo, bueno, perfecto. Humano enteramente para poder confiar en él, para que me entienda, para que sea justo que cargue con mi maldad. Dios completamente, para que tenga el poder de perdonar pecados, para que tenga el poder que me lleve a salvar los obstáculos que tengo delante y que me impiden el acceso a Él. Perfecto en todos sus caminos para que su sacrificio en mi lugar sea aceptado, sea sencillamente impoluto. Alguien que, a pesar de ser humano perfecto, haya demostrado no venir de parte de Dios, sino serlo él mismo. Jesús es la clave de la ecuación. Es el elemento que da la vuelta a la religión. Ya no tenemos que hacer nada para obtener la paz con Dios, para llegar a la meta de una pieza. Ya no tenemos que dar nuestra vida para acallar nuestras conciencias. Porque ya está pagado, porque todo lo que se podía hacer ya está hecho. Porque el Creador del cielo y de la tierra se hizo hombre para buscar lo que se había perdido, sabiendo de sobra como sabía que no había otra esperanza para el ser humano, que por mucho que nos esforzásemos, jamás llegaríamos a la medida que se espera de nosotros.

Así que aquí tenemos otra religión, una instaurada no por libros sagrados en sí mismos, ni por hombres que buscan el bien supremo, una religión que no se basa en el “hacer para obtener”. Aquí tenemos una religión, en la que el hombre no se acercó a Dios, sino que fue Dios el que se acercó al hombre para ofrecerle salvación de una manera gratuita. Dios le dio la vuelta a la religión y lo hizo todo. Absolutamente todo.

Así que, en esencia, existen dos religiones en el mundo. Una creada por los hombres y que se basa en el “hacer para obtener”. Y otra creada por Dios mismo, con la impronta de su sangre y la evidencia de su resurrección que está basada en el “ya está pagado”.

Ahora llega cuando cada persona decide qué hacer con su vida, qué senda elegir, qué religión seguir, a quién hacer caso, a Dios o a los hombres.

"Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios;  no por obras, para que nadie se gloríe."
Carta de San Pablo a los Efesios, capítulo 2, versículos 8 y 9.

lunes, 5 de diciembre de 2011

El Origen de la Vida

El tema del diseño inteligente, es algo de lo que no se suele hablar en lugares públicos. Cuando pensamos en cómo se creó la vida o de qué manera el universo en general y La Tierra y su diversidad de vida en particular llegaron a existir tal y como lo conocemos, parece que aquel que no crea aquello que propuso Darwin hace siglo y medio, es alguien dogmático, engañado por los curas y retrógrado. Al menos esto es lo que nos quieren hacer creer y lo que vemos por todos lados. 


Y una de las principales razones de todo esto es que hay grandes esfuerzos de todo tipo para acallar a aquellos que no están de acuerdo con la norma establecida. Por ejemplo, la investigación científica a favor de un "diseño inteligente", es muy inferior a aquella que intenta evidenciar como  sea la Teoría de la Evolución, por la sencilla razón de la inexistencia total de capital público para los investigadores que no aceptan lo que "debe ser". Después, todos somos testigos de ello, cuando vemos los documentales de la 2 o de National Geografic. Se nos presenta la Evolución como una realidad, es normal, es sobre lo que se estudia, a lo que se dedican más científicos, más millones y más medios. Si quieres ser un científico que estudie algo que no va con lo que se supone que debes creer, no recibirás dinero, si vas acorde con el mundo, lo recibirás. ¿Qué decides?


El mundo de la televisión es exactamente igual. No es normal que se se ofrezca un espacio televisivo para hablar de una manera seria y abierta acerca de ciencia y de fe. Pero aquí podemos encontrar, en el canal de Libertad Digital, un espacio dedicado a este tema, y lo más grave aún, con expertos que defienden la Teoría del diseño Inteligente, en detrimento de la Evolución.


Este programa, Es la Noche de César, es presentado por el periodista, historiador, escritor y no sé cuántas cosas más César Vidal. En esta ocasión entrevista a Antonio Martinez, que ejerce como médico oftalmólogo en León y es miembro de la Sociedad Estadounidense denominada Physicians and Surgeons for Scientific Integrity (PSSI), y a Santiago Escuain, químico y traductor científico de profesión.


Sin más, os dejo con la entrevista acerca de este tema tan candente e interesante. Que la disfruten.


viernes, 2 de diciembre de 2011

La Iglesia de Pocahontas

 El arqueólogo William Kelso aseguró haber hallado el lugar donde en 1614 se casó la princesa indígena popularizada por la película de Walt Disney . “Estoy absolutamente seguro", afirmó tras describir algunas de las coincidencias

 "Esta es la primera iglesia" protestante de las decenas de miles que hay actualmente en Estados Unidos, y fue usada entre 1608 y 1616 , declaró William Kelso, jefe del equipo arqueológico de  Jamestown, Virginia , ubicado al sureste de Washington DC.

La zona del templo y sus alrededores, cuidadosamente excavada, reveló grandes agujeros de postes de dos metros de profundidad, así como restos de cuatro tumbas.

En los próximos meses los arqueólogos se dedicarán a cavar las tumbas."Sabemos las edades, y tenemos registros de bautismo", dijo Kelso, entusiasmado ante la posibilidad de confirmar las identidades con el estudio de los huesos y los dientes.

Teniendo en cuenta el tamaño de los agujeros para los postes de madera, Kelso dijo que la iglesia era capaz de soportar el pesado techo del edificio, construido con la técnica de "mud and stud" (barro y madera).

 "La religión jugó un papel importante" en la pequeña comunidad , dijo Kelso, de pie cerca del río donde pequeñas banderas marcaban el contorno del edificio de la iglesia. Los colonos "trabajaron duro en la construcción de esta gran iglesia, y llegó a ser muy importante para la colonia".

Según los expertos, otras dos iglesias protestantes fueron construidas antes que ésta en Estados Unidos, pero no quedaron vestigios de ellas. Kelso está seguro de que ésta es la más antigua que queda.

 Aquí, "en abril de 1614, se casó con el colono inglés John Smith la princesa indígena Pocahontas, la hija predilecta del jefe Powhatan. Estoy absolutamente seguro", dijo Kelso.

Pocahontas es conocida mundialmente tras la película de dibujos animados de Walt Disney que transformó en una historia de romance su encuentro con el colono inglés.

En esa zona, cerca del río James, unos cien hombres desembarcaron el 14 de mayo de 1607 con la misión de fundar la primera colonia inglesa en América.

De acuerdo con descripciones de la iglesia registradas en documentos del secretario de la colonia, el espacio construido descrito coincide con lo que se puede ver hoy a través de los restos hallados. "Estoy convencido porque son las dimensiones correctas", dijo Kelso.

Las cuatro tumbas encontradas también coinciden con las de los cuatro miembros importantes de la colonia que habrían sido enterrados cerca de la iglesia. Kelso dijo que entre ellos había un caballero, dos capitanes y el reverendo Robert Hunt, el primer pastor protestante en llegar al lugar.

Señalando el sitio donde Pocahontas seguramente se paró cuando se casó con el colono inglés, Kelso destacó la importancia del evento en la historia colonial, que permitió la paz con los indios que poblaban estas tierras y permitir nuevos asentamientos en lo que hasta entonces era territorio hostil para los colonos europeos.
Fuentes: AFP
© Protestante Digital 2011

jueves, 1 de diciembre de 2011

¿Puede algo bueno venir de España?


Hoy he visto algo en la televisión mientras comía que me ha dado bastante que pensar.

El caso es que, en los anuncios, he visto un comercial de una marca de yogures en el que, por la calle había una serie de personas hablando, cada persona a la que enfocaban iba enumerando las virtudes y milagros de estos yogures en cuestión. Unos decían que le gustaba mucho el sabor, otro que eran más baratos que aquellos otros, que en los análisis que se había hecho tenía menos colesterol desde que tomaba esos yogures o que iba mejor al baño, qué se yo.

Pero lo que vi que me ha hecho meditar ha sido el último personaje que hablaba en el anuncio. Era un hombre que ya tendría sus cincuenta y tantos perfectamente, con cara de tipo listo y contaba los beneficios de tomar ese producto desde un punto de vista científico. No recuerdo qué decía exactamente, la verdad es que poco me importa. Pero lo que me ha dejado pensando es el ver la cara de extranjero que tenía el tipo, y el fuerte acento inglés del supuesto experto. El resto de los que salían en el anuncio eran españoles, perfectamente madrileños o castellanos por el acento, y decían cosas del día a día, que si es más barato, que si le ayuda a hacer mejor de vientre, que si sabe a un pedacito del cielo. Cosas menores y sin mayor importancia. En cambio el último, el más trascendente, el que dice las cosas elevadas, al que hay que atender, él es extranjero, de donde viene todo lo bueno, y no solamente eso, es que casi ni sabe hablar castellano.

No sé si estoy extrayendo un mensaje de ahí que solamente está en mi mente, pero creo que en anuncios como este, hasta el más mínimo detalle está pensado y controlado. No creo que el poner a los españoles a decir las bajezas y al extranjero inteligente a hablar como el auténtico sabio haya sido un accidente sin mayores pretensiones.

Creo que esta mentalidad existe en nuestra sociedad, en nuestro país. Lo bueno siempre viene de afuera. Y tiene que venir de afuera. En España sabemos divertirnos, comer bien, echarnos la siesta, si eso jugar a fútbol y poco más. No nos pidas más porque la verdad es que de nunca hemos sido muy avispaos. El anuncio no está exponiéndonos nada nuevo que tengamos que aceptar o no, se limita a poner en imágenes lo que nosotros “ya sabemos”. Que los españoles somos tontos, que hasta que no nos lo dice un extranjero algo no puede darse por bueno o por útil. En España solamente sabemos inventar cosas que tengan un palo pegado.

Y mientras tanto, miles de jóvenes españoles, sobradamente preparados con el dinero del estado, pagado por estos españolitos cortos de miras, se están yendo a otros países, países que no pusieron un duro en su formación a trabajar en puestos que les están vedados en España. Porque en nuestro país es mejor no invertir en investigación, ni aprovechar a los jóvenes en los que invertimos. Si total, las cosas buenas ya las inventan los extranjeros.

Yo quiero decir que todo esto es mentira. No es que el anuncio esté siendo malvado o trate de engañarnos, se limita a representar la idea que ya tenemos en esta sociedad. Pero esta sociedad está equivocada. No creo que seamos más tontos que otros o menos capaces, lo que ocurre es que es precisamente esta “leyenda negra” que nosotros solitos nos hemos formado, la que se retroalimenta y hace que sea verdad. Si no investigamos en España, si dejamos que los jóvenes más prometedores y mejor formados huyan de nuestro país, entonces todo se inventará fuera, está claro. Se inventará fuera aunque sean los españoles los que lo inventen.

miércoles, 30 de noviembre de 2011

La partida


Todos nacemos con unas cuantas cartas en la mano. No todos iniciamos esta partida con las mismas, ni siquiera parecidas ni en el mismo número. Pero el hecho es que todos y cada uno comenzamos esta partida de la vida con alguna carta, alguna valiosa manera de sacar jugo de los años que viviremos en esta mota de polvo del universo.

Creo que  todos conocemos casos de gente que ha disfrutado de todo en la vida, que su familia tenía dinero, que han tenido oportunidades para triunfar y que las han aprovechado, que eran trabajadores, entusiasmados con lo que hacían y les ha ido realmente bien. Que lo han conseguido. Son gente que nació con buenas cartas en la mano, que las han sabido jugar correctamente y que, al menos aparentemente, van ganando su partida.

También están los casos de aquellos que lo tienen todo, nacen con unas cartas inmejorables, y sin embargo, las juegan desastrosamente. Todos conocemos también casos de aquellos que han nacido en buenas familias, con todo en la vida, con dinero, oportunidades, incluso atractivo físico, absolutamente todo lo que puedan necesitar, al menos aparentemente, para ser felices. Y sin embargo acaban fatal, parece una tragedia, como una maldición que cayó sobre ellos y el negro del sudario les envuelve por una decisión fallida, o una cadena de ellas. Vienen a mi mente personajes como Lady Di, Heath Ledger o Michael Jackson. Ejemplos de poderosos y gente que lo tenían todo que mueren en las peores circunstancias por errores.

Otro caso que nos podemos encontrar en la vida son aquellas personas que tienen cartas normales, nada del otro mundo, o incluso podríamos considerar que tienen malas cartas, no tuvieron suerte en el reparto. Teniendo estas cartas, cualquiera podría pensar que se rendirían a la evidencia y que dejarían de luchar, que se conformarían con sobrevivir y tratar de hacer el menor ruido posible. Sin embargo, luchan. Conscientes de sus propias miserias, se lanzan a cumplir sus sueños amparados por la fuerza que da la esperanza. Estas “flores que crecen en medio de la basura” son casos raros que logran triunfar partiendo de una base mucho más baja que otros que triunfan. Desde luego nadie pensaría que triunfaran con aquellas cartas en la mano. Pero juegan con brillantez y arduo trabajo cada carta, poniendo toda la carne en el asador. Estos personajes son dignos de admiración. No faltan los casos de grandes compañías informáticas que comenzaron en un garaje, con un par de adolescentes buscando ganarse la vida de una manera modesta.

Y el último caso, el que lamentablemente más nos tiene acostumbrada la vida, es el de aquellos que no parten con buenas cartas en la mano, algo normal o incluso malo, al menos desde el punto de vista del poseedor de aquella mano. La verdad es que pocas son las ocasiones en que alguien reconoce que tiene buena mano, nos gusta quejarnos demasiado. Al tener estas cartas tan “malas”, el poseedor piensa que no merece la pena luchar por absolutamente nada. Así que malgasta sus cartas a la menor, sin buscar su bien, sin intentar ganar una mano siquiera. Me da mucha pena el ver, según ando por la calle, adolescentes que han entregado algunas de sus mejores cartas a jugadas tan penosas como las drogas, gente que apuesta todo por alguien a quien quiere, cuando resulta que lo único que obtiene a cambio es desprecio, y ahí sigue, entregando una y otra vez sus mejores cartas al dolor, conociendo perfectamente el resultado de la jugada. Los casos de aquellos que no tienen dinero para alimentar a sus familias, y sin embargo, gastan lo poco que tienen en alcohol o en juego son ejemplos perfectos para los jugadores de este último tipo.

La partida que jugamos es a vida o muerte. No nos jugamos el honor, unas fichas ni unos euros. Nacemos con unas cartas, que debemos jugar lo mejor que podamos. Está claro que podemos tener un golpe de suerte y robar de la bajara en algún momento una carta que cambie el sino de nuestra partida, o todo lo contrario, recibir un varapalo en forma de carta desastrosa que nos hunda en aquel lugar del que nos costará sangre, sudor y lágrimas salir. Pero lo que está claro en esta partida es que lo más importante de todo no son las cartas que tenemos en nuestra mano. Es algo importante, claro está, pero en ninguna manera determinante para el cómo acabaremos. Lo más importante es qué haremos con esas cartas que tenemos, a qué jugadas las apostaremos, en qué momento enseñaremos los ases que teníamos guardados.

¿Qué jugadas haremos? ¿De dónde aprenderemos a usar nuestras cartas de la mejor manera posible? ¿Hay alguna manera de tener la garantía de saber que ganaremos esta partida cósmica? La verdad es que hay tantas soluciones a estas preguntas casi como personas habitan nuestro mundo, y como en casi todo en lo que podemos encontrar varias respuestas, no todo el mundo puede tener razón. La prueba es evidente viendo la cantidad ingente de personas que fallan estrepitosamente en sus apuestas y lo pierden todo.

¿Cuál es la jugada más importante? ¿Hay algo lo suficientemente importante para apostarlo todo y asegurame la victoria? ¿Algún órdago a la vista? Hay algunos que dirán que si lo apuestas todo al dinero, si te conviertes en un millonario, ganarás esta partida. O que si encuentras a alguien que te quiera lo suficiente y tal y como eres, obtendrás la victoria. O que si logras acumular suficiente poder para que los demás bailen a tu son, o quizá si tienes fama y la gente te admira.

Yo os propongo una solución. Una que sé que merece la pena para asegurarnos la victoria de nuestra partida, esta en la que, queramos o no, tenemos que jugar, pues se trata de nuestra propia vida. Creo que para aprender a hacer nuestras jugadas de quien mejor podemos fiarnos es de Dios mismo, de nuestro Creador. Él nos dejó en su Palabra cuales eran las mejores jugadas, a dónde debíamos apostar ese as que tenemos reservado. Cual era el órdago más importante de nuestras vidas. El resto de las cosas poco importan. En el evangelio de Mateo, Jesús mismo dice: “Porque, ¿qué aprovechará el hombre, si ganare el mundo entero, pero pierde su propia alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?”

No estoy hablando de una victoria física, de una que te concederá favores entre los hombres como los triunfadores que estamos acostumbrados a ver. Te estoy diciendo que en la Biblia está descrita la manera en que Jesús ya ganó esa partida por ti, la manera en que te ofrece esa victoria de una forma absolutamente gratuita y el medio por el que podrás disfrutar de esta victoria de una manera completa y eterna.

martes, 29 de noviembre de 2011

Eugenesia


El 24 de noviembre de 1859 se publicaba un libro que no dejaría a nadie indiferente, y que ha revolucionado la manera de pensar de millones de personas, transformado la práctica científica y dado origen a cientos de filosofías, nuevas teorías científicas y pseudo científicas. Este libro es “El origen de las especies” de Charles Darwin.

En este libro, Darwin propone el mecanismo de la selección natural como método para explicar el origen y evolución de las diferentes especies vivas a lo largo de millones de años hasta llegar al punto en que nos encontramos en la actualidad.

A raíz de este pensamiento, entre otras muchas ideas, surgió una corriente que usaba las ideas de Charles Darwin para dar validez a una práctica que, de hecho, se llevaba a cabo desde hacía miles de años, la “eugenesia”. Como idea básica de este planteamiento se propone que las políticas sociales y el intento humano de ayudar al más débil no hacen sino poner impedimentos al proceso de la selección natural, que teóricamente es el proceder lógico de la naturaleza. De esta manera, con nuestra mejor intención, lo que estamos haciendo es dejar que los más débiles sobrevivan y triunfen, desmejorando la especie e introduciéndonos en un proceso de “reversión hacia la mediocridad”.

La selección natural debe abrirse paso a toda costa, sin que el propio hombre la frene. En este sentido, es una lacra para la propia naturaleza el cristianismo y la idea de la misericordia, de la piedad con los más desfavorecidos. Todos los servicios que ayuden a la supervivencia de los débiles deben ser eliminados, que solamente los que puedan valerse por sí mismos puedan seguir adelante. La idea es que los más aptos convivan entre ellos lo más posible para que su descendencia sea cada vez mejor y que los menos aptos no convivan entre ellos para que su descendencia desaparezca. Es necesaria para lograr una mejor especie que el ser humano tome las riendas de su propio desarrollo, que la eugenesia sea la auto-dirección de la evolución humana.

Esta idea de tratar de intervenir en la mejora de la especie ha sido muy recurrente a lo largo de toda la historia. Los espartanos desechaban a los bebés que consideraban que no eran perfectos para ser guerreros, Platón planteó en “La República” la idea de que el estado intervenga en la selección y educación de los niños para lograr una mejor sociedad, incluso las amazonas asesinaban a sus hijos varones por considerar superiores a las mujeres. Pero desde que Darwin presentara su obra cumbre, los que la defienden creen tener razones biológicas para asegurar que, de alguna manera, el poder civil debe tener la potestad de intervenir en la mejora de la especie, o al menos eliminar todas las barreras que los seres humanos hemos puesto a la supuesta sabiduría de la selección natural.

Así, se han tomado medidas estatales en base a la eugenesia tales como esterilizaciones obligatorias, promoción de tasas de natalidad diferenciadas, restricciones matrimoniales, abortos forzosos, segregación, control de natalidad, exploración genética o incluso el genocidio. El caso más brutal de esa derivación de la “Evolución de Darwin” lo encontramos en la Alemania del III Reich, en que se exterminaron a millones de judíos y miembros de otras minorías étnicas y sociales en nombre de la preeminencia de la raza más fuerte. La idea es muy clara, existen diferentes tipos de dignidad en la vida, la vida digna debe cuidarse y fomentarse, mientras que también hay un tipo de vida indigna con la que hay que acabar para que no contamine a los mejores y no lastre el correcto funcionamiento de la sociedad.

Normalmente, estos procesos de “selección artificial humana” o al menos de eliminación de trabas a la selección natural han sido identificados con ideologías de derechas, por su defensa a ultranza de algún tipo de aristocracia. En cambio, sorprendentemente, en los últimos tiempos, están siendo defendidos por los idearios más izquierdistas. El supuesto hecho de la diferencia entre la vida digna que hay que defender y la indigna que hay que suprimir sigue sobrevolando nuestras cabezas. Así, consideramos que si un niño no va a tener las condiciones supuestamente ideales para su correcto desarrollo, tendrá una vida indigna, por lo que es mucho mejor para todos suprimirlo de entrada. De esta manera el chico no sufrirá una vida cargada de problemas y el día de mañana nos habremos librado de un delincuente en potencia. O también consideramos que si una persona mayor ha llegado al punto en que su vida ya no es “digna de ser vivida”, debemos cambiar su vida indigna por la “muerte digna”. Suma y sigue.

A lo que yo me pregunto, ¿quién decide la barrera entre la dignidad y la indignidad en la vida? ¿Es que el bebé fruto de una violación a una adolescente no es merecedor de la vida, exactamente igual que el hijo de un rey? ¿Quiénes somos nosotros para sentenciar a muerte a alguien en nombre de su propio bien? Si en nombre de la libertad y de la vida nos tomamos la libertad de quitar la vida, es que no hemos entendido ni la una ni la otra.

Como dijo Gandalf, “Muchos de los que viven merecen morir y algunos de los que mueren merecen la vida ¿Puedes devolver la vida? Entonces no te apresures a dispensar la muerte, pues ni el más sabio conoce el fin de todos los caminos.”

jueves, 24 de noviembre de 2011

Acción de Gracias


Por el aire que respiras, por el pan que nos alimenta, por la carne, por el suelo que pisamos, por los huertos donde crecen las hortalizas, por los ordenadores que usamos para comunicarnos, y para tantas otras cosas. Por las camas que nos dan reposo, por los zapatos que protegen nuestros pies, por la ropa que nos abriga, por el agua que nos refresca.

Por la sangre que alimenta nuestras células, por los pulmones que sacan lo mejor del aire, por el estómago que saca lo que vale la pena de aquello que nos llevamos a la boca, por los pies que nos llevan a nuestros destinos, por las manos que acercan nuestras ilusiones, por los ojos que expresan lo que dice el alma, por el cabello, por las cejas, por el vello, por las uñas. Por los huesos que nos sostienen, por los músculos que nos dinamizan.

Por la vista que nos permite ver tanta belleza, por el olfato que nos permite recordar aquel perfume, por el oído que nos deja escuchar esa voz, por el tacto que me deja tocarte, por el gusto que nos hace disfrutar de una buena comida, por la memoria que nos devuelve tiempos mejores, por el cerebro que nos enseña cómo aprender, por la voluntad que nos obliga a buscar lo mejor, por la imaginación que nos lleva por mundos mejores, por la mente que nos deja sentir que todo lo demás sigue vivo.

Por los amigos que nos apoyan, por los familiares que nos aguantan, por aquellos que nos expresan su cariño, por quienes nos aman a pesar de nuestras deficiencias, por los que devuelven bien por mal, por los que vale la pena seguir adelante.

Por el perdón que no merecemos, por el agradecimiento que recibimos, por las palmadas en la espalda, por la ilusión que nos impulsa, por los sueños que nos cambian, por el amor que nos ennoblece, por Aquel que nos dio todo.

Estemos agradecidos.

Feliz Día de Acción de Gracias.

miércoles, 23 de noviembre de 2011

El amor

Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tuviera amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe. 

Y si dijera profecías, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que moviera las montañas, y no tengo amor, nada soy. 

Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve. 

El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es arrogante, no se enorgullece;
no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se enfada, no guarda rencor;
no sealegra de la injusticia, sino que se alegra en la verdad.
Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.
El amor nunca deja de ser; pero las profecías se acabarán, y la ciencia acabará. 

Porque en parte conocemos, y en parte profetizamos;
mas cuando venga lo perfecto, lo que es en parte se acabará. 

Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, juzgaba como niño; mas cuando ya fui hombre, dejé lo que era de niño. 

Ahora vemos como por un espejo, oscuramente; mas entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en parte; pero entonces conoceré como fui conocido. 

Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor.


1 Carta de San Pablo a los Corintios, capítulo 13.

martes, 22 de noviembre de 2011

Asshlynn


Los pies colgaban entre la ropa.

Asshlynn cada día llegaba a casa con la cabeza agachada. Sin decir nada subía las escaleras rumbo a su habitación. Nunca escuchaba los saludos de su madre que le gritaba mientras hacía la comida. Nunca corría junto con su hermana mayor que siempre llegaba antes que ella a casa. Ella andaba lentamente, mirando al suelo, sin apenas mover los brazos.

Los pies colgaban entre la ropa, descalzos y fríos.

Su madre comenzaba a estar preocupada. Lo cierto es que, durante mucho tiempo, su hija había estado sin sonreír. La chica se solía esforzar en hacer las tareas de clase y en participar cuando lo mandaba la profesora. No era la hija perfecta, pero en líneas generales, era una buena chica. Pero llevaba un tiempo que no era ella. Cada día, cuando llegaba a casa, se encerraba en su cuarto. Cuando la madre se paraba a escuchar frente a su puerta, solamente escuchaba los sollozos y los insultos que ella misma se propinaba. Se la imaginaba de pie, delante del espejo. “¡Gorda, que eres una gorda!” se decía. “No me extraña que nadie te quiera, con lo fea que eres.” La madre no podía contener las lágrimas ante aquello. “¡Puta!” se llegaba a decir. Su madre hubiera querido entrar en la habitación y decirle que no era verdad, que ella era preciosa, una niña muy bella. Que todas aquellas cosas eran mentiras que usaban sus compañeros para pasar un buen rato, nada que ver con la realidad. Hubiera querido entrar, abrazarla y decirle que la quería mucho, que era su niña, su tesoro, su amor. Pero no lo hizo.

Los pies colgaban entre la ropa, descalzos y fríos. La bufanda que le había regalado su padre se enrollaba en su cuello.

Sabía, porque se lo había contado la hermana de Asshlynn, que en el colegio, sus compañeros de clase, la insultaban constantemente. Precisamente, aquellos tres insultos eran los que, día tras día, tenía que aguantar la pequeña. Se reían de ella, la señalaban, la llamaban puta, gorda y fea. Y ella se lo creía. Se lo creía y contribuía a su humillación, con lágrimas en los ojos y el corazón roto, desmoronándose.

Los pies colgaban entre la ropa, descalzos y fríos. La bufanda que le había regalado su padre se enrollaba en su cuello. La luz de la calle se dejaba entrever en el habitáculo.

Su madre, en diferentes ocasiones había intentado ir a hablar con los profesores para que procurasen que aquello cesase, que a su niña le fuera devuelta su sonrisa, su preciosa y sincera sonrisa. Pero no había tenido suerte. Los profesores aseguraban que no había ningún problema, ningún maltrato hacia ella y que seguramente sería un intento de obtener mayor atención. Que seguramente se tratase de una acusica que hace más importante su situación de lo que es, solamente para que la gente le hiciera caso.

Los pies colgaban entre la ropa, descalzos y fríos. La bufanda que le había regalado su padre enrollaba en su cuello. La luz de la calle se dejaba entrever en el habitáculo. La sonrisa, como siempre, desaparecida.

Entonces, su madre se propuso ir a hablar con la directora. No podía permitir que su hija siguiera atormentándose y viviendo aquel infierno terrenal que sufría. Iría con su niña y hablarían de la verdad. Nada de invenciones de la pequeña para obtener atención, nada de acusaciones falsas. Iría al fondo de esta cuestión y lo resolvería, y le devolvería la sonrisa a su preciosa hija. Ya  tenía concertada la visita con la directora, debían salir inmediatamente. Llamó a Asshlynn para que bajase, tenían que salir ya. No respondió. Volvió a llamarla. Continuó sin responder. Entonces llamó a su hermana. Ella sí que respondió. Le dijo que fuera a la habitación de la pequeña y le dijera que bajara ya, que tenían que salir. La hermana mayor fue a su habitación. No la encontró. La llamó, pero no respondió nadie. Sabía que a veces se metía en el armario para huir de la realidad y que nadie la molestase. Estaba entreabierto. Se asomó.

Los pies colgaban entre la ropa, descalzos y fríos. La bufanda que le había regalado su padre enrollaba en su cuello. La luz de la calle se dejaba entrever en el habitáculo. La sonrisa, como siempre, desaparecida. Las lágrimas aún empapaban su rostro, la muerta imagen de la desolación. Aquellas tres palabras, habían llevado a su voluntad a doblegarse. Ya nadie la consolaría. Ya nadie la insultaría.

La hermana cayó al suelo, sin palabras. No podía dejar de mirarla, ni siquiera podía gritar, ni llorar. No lo comprendía. Ella la quería, sus padres la querían. Pero ella decidió creer lo que sus crueles compañeros le decían. Y se lo tomó muy en serio. Tanto que allí estaba su cuerpo sin vida, colgado en el interior de un armario. Ahorcada con la bufanda que, con todo el cariño del mundo, le regaló su padre.


*Basado en una historia real.

lunes, 21 de noviembre de 2011

La Gran Vía


Fernando estaba sentado en su despacho, detrás de su imponente mesa de nogal, refinadamente tallada. Detrás, estaban colgados algunos cuadros carísimos que había comprado en pujas a las que solía acudir para adquirir las nuevas tendencias del arte. Su despacho estaba situado en pleno centro de Madrid, en la Gran Vía.

Era el dueño de una de las empresas que más habían crecido en medio de la crisis internacional que asola los mercados. El negocio en Internet va viento en popa, sobre todo aquellos que prometen ganancias fáciles con solo un golpe de suerte, y de eso se había aprovechado Fernando. Una casa de apuestas en Internet había multiplicado las cifras de su cuenta bancaria, sus ceros habían crecido como la espuma. Entonces, con sus cuentas subiendo vertiginosamente, se sintió capacitado para comenzar a invertir en bolsa, quería llegar a ser uno de aquellos hombres que decidían cosas realmente importantes. Llevaba 2 años confiando sus abultados ahorros al oleaje de las compras, las ventas y las primas de riesgo, hasta ahora le había ido bien.

Pero aquella mañana le llamaron, era su inversor. El caso es que aquella empresa lituana en que había invertido medio millón de euros había quebrado. Nunca se había encontrado en una situación como aquella. No lo entendía, dos meses atrás, cuando hizo esa inversión, aconsejado por alguien que presumiblemente entendía mucho del tema, parecía una ganancia segura, un mero trámite. Pero el caso es que todo se había desmoronado a marchas forzadas, sin tener tiempo a reaccionar. Fernando estaba furioso, hablaba con aquel que le había hecho perder una barbaridad de millones de las antiguas pesetas, no tenía excusa, le pagaba para ganar dinero y resulta que lo estaba perdiendo. El pobre hombre que se encontraba al otro lado del aparato trataba de excusarse y pedir perdón, aseguraba que no volvería a pasar y le proponía otras posibles inversiones interesantes.

El todopoderoso ricachón, se sentía vulnerable por primera vez en mucho tiempo. Se levantó y se encaminó a la ventana mientras seguía hablando por el teléfono. Se quedó mirando al precioso edificio de enfrente mientras trataba de ignorar las excusas de su inversor. Ahora solo estaba centrado en su rabia. Él había perdido dinero por la incompetencia de aquel hombre, cuando llegara a su casa, tendría que explicar a su mujer cómo había tirado por el retrete más de 80 millones de pesetas. Seguramente ella se enfadaría también. Ese hombre merecía ser despedido, ninguna excusa es válida. Cuando uno cobra una millonada por hacer algo, y resulta que hace lo contrario, merece ser castigado. En ese momento, si hubiera tenido delante a aquel incompetente, le habría matado.

Entonces, mientras miraba una ventana del edificio que tenía delante, observando la chica que allí trabajaba, notó un pequeño palpitar en la joven. No le extrañó demasiado, estaba acostumbrado a ver aquellas imágenes palpitantes cuando estaba furioso. Se podía imaginar perfectamente la sangre regando hasta lo más profundo de sus ojos, y que ahora era consciente, no como normalmente. Seguramente era consciente porque ahora, al estar enfadado, la sangre corría con más fuerza por su cuerpo, empujada por su corazón. Entonces su mente comenzó a volar libre mientras la voz de su empleado proseguía en su ardua tarea de dar excusas ante tal pifia.

Aquel palpitar en la visión le recordó algo muy importante. La sangre seguía fluyendo por sus venas. Su corazón seguía latiendo. El complicadísimo mecanismo que le mantenía con vida continuaba funcionando como un reloj. Pero esto le llevó mucho más allá. Estaba respirando, lo que no solamente significaba que tenía fosas nasales, pulmones y todo lo necesario para conseguir oxígeno del aire, sino que además existía el aire, con una composición muy precisa, perfecta para que nosotros, al respirar, obtuviéramos lo que necesitamos de él. En este momento estaba haciendo la digestión, lo que no solamente significa que pudiera hacerlo de manera interna, sino que tenía una serie de alimentos para llevarse a la boca. La gravedad le permitía estar ahí, mirando por la ventana, de hecho la gravedad mantenía allí ese edificio que lo albergaba. También tiene relación con esa gravedad, la atmósfera que lo mantenía a salvo de los peligros que vienen del espacio exterior.

Estaba tan pendiente de sus millones que ni siquiera había tomado en cuenta todas las condiciones que eran necesarias para su supervivencia. Llevaba tanto tiempo mirándose el ombligo que no había sido consciente nunca que, no solamente ni siquiera dependía de sí mismo para su supervivencia. Es más, aquello le llevó directamente a pensar que si algo tenía, era porque se lo habían dado. Que nada le pertenecía por su propio trabajo. Había tenido suerte en montar su pequeño negocio, que le había dado muchas ganancias, muy en parte gracias a los profesionales que habían pasado por él. Las primeras inversiones en bolsa habían sido prácticamente con los ojos vendados, no entendía bien cómo funcionaba ese mundo por aquel entonces. En cambio todo le había ido bien. En el banco, su fortuna sobrepasaba con creces los 5 millones de euros, en cambio, se estaba poniendo como una furia por haber perdido medio. Medio millón que, de hecho, ni siquiera necesitaba. Todo lo que había obtenido había sido por tener las oportunidades, la suerte, la salud necesaria y el apoyo debido de su familia y de la gente con que se había rodeado.

Al fin, mientras escuchaba las propuestas para recuperar ese dinero que le hacía su inversor, Fernando tuvo que aceptar, mientras las lágrimas comenzaban a asomar por su rostro, que si algo tiene es de prestado. Que tenía más que lo necesita y, desde luego, más de lo que merece. Que debe estar muy agradecido por su situación. Que no tiene ningún derecho para pensar mal contra aquel hombre que, desesperado, solamente trataba de hacer lo que sabía lo mejor posible.

En ese momento decidió que no volvería a cegarse con su éxito, que el dinero no volvería a negarle la realidad.

Que era un buen momento para comenzar a dar gracias a Dios, para ayudar a los que lo más lo necesitaban y no habían tenido tanta suerte como él y que esa misma noche invitaría a su mujer a cenar.

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